En febrero, los alumnos recibieron la primera clase de Aparición. Se impartió un sábado por la mañana en el Gran Comedor, donde las mesas habían desaparecido para dejar espacio. Los alumnos se congregaron alrededor de los jefes de las casas, McGonagall, Snape, Flitwick y Sprout. Junto a ellos había un mago de escasa estatura, el profesor de Aparición enviado por el Ministerio. Una vez que todos estuvieron reunidos y en silencio, el hombre tomó la palabra.
—Buenos días —comenzó—. Me llamo Wilkie Twycross y seré vuestro instructor de Aparición durante las doce próximas semanas. Espero que sea tiempo suficiente para que adquiráis las nociones de Aparición necesarias...
—¡Malfoy, cállate y presta atención! —gruñó la profesora McGonagall.
Alice se giró para mirar a su primo, que parecía haber estado discutiendo con Crabbe. El rubio se calló al instante. Los primos aún no hablaban entre ellos. Draco había tratado de pedir disculpas a la chica en un par de ocasiones, pero ella se sentía demasiado ofendida por sus palabras.
El profesor Twycross explicó que no podían aparecerse fuera del Gran Comedor y les explicó cómo debían distribuirse, dejando espacio suficiente entre ellos. Mientras los alumnos se movían y armaban alboroto, Alice vio cómo Harry Potter se acercaba a Draco, quien estaba hablando con Crabbe. El Gryffindor escuchó parte de la conversación y dijo algo que no pareció gustar a Draco, pero en aquel momento, los profesores ordenaron hacer silencio.
—Gracias —dijo Twycross—. Y ahora... —Agitó la varita y delante de cada alumno apareció un anticuado aro de madera—. ¡Cuando uno se aparece, lo que tiene que recordar son las tres D! ¡Destino, decisión y desenvoltura!
»Primer paso: fijad la mente con firmeza en el destino deseado. En este caso, el interior del aro. Muy bien, haced el favor de concentraros en vuestro destino.
Alice lo hizo, tratando de seguir la clase a pesar de saber a la perfección cómo aparecerse. A su lado, algunos compañeros se concentraban tanto que se estaban poniendo colorados. Otros parecían no estar demasiado convencidos de aquello.
—Segundo paso —dijo Twycross—: ¡centrad vuestra decisión en ocupar el espacio visualizado! ¡Dejad que el deseo de entrar en él se os desborde de la mente e invada cada partícula del cuerpo.
Alice no dejó de observar el aro de madera que estaba ante ella, recordando a las niñas muggles que jugaban con aros en los parques. Ella las veía cuando era pequeña.
—Tercer paso —anunció Twycross—: cuando dé la orden... ¡girad sobre vosotros mismos, sentid cómo os fundís con la nada y moveos con desenvoltura! Atentos a mi orden: ¡uno!... ¡dos!... ¡tres!
Algunos giraron sobre sí mismos y perdieron el equilibrio, cayendo al suelo. Otros simplemente se tambalearon. Un chico de Hufflepuff terminó dentro del aro simplemente por haber saltado al interior haciendo una pirueta, por lo que varios rieron de él... Y Alice no hizo nada. No sabía fingir hacerlo mal, de modo que no lo hizo.
Snape la vio y se acercó a ella.
—Señorita Black, ¿por qué no lo intenta? —le preguntó.
—Verá, señor, lo he intentado y no...
—Vuelva a intentarlo, entonces. Quiero verlo.
Alice suspiró, miró el aro y, dos segundos después, estaba dentro de él. Todos la observaron con admiración y asombro, pero ella solamente miraba al jefe de su casa con odio. Snape la había delatado, y todos habían descubierto que sabía aparecerse. La bruja estaba furiosa con el profesor y, cuando él vio su mirada, sintió, por un momento, miedo.
—Creo que estas clases ya no serán necesarias —dijo la joven antes de dar media vuelta y salir del Gran Comedor, ante la atenta mirada de todos los presentes.
Snape, siendo consciente de lo ocurrido, salió también antes de que nadie pudiese decir nada. Nott lo siguió; no quería dejar sola a Alice después de haberla recuperado. Ella necesitaría hablar con alguien.
Daphne, Draco, Blaise y Harry, por su parte, se quedaron, pero todos ellos estaban preocupados por Alice. No era habitual en ella aquella clase de comportamientos, por lo que realmente debía de haberla molestado la actitud del jefe de su casa. Ninguno había descubierto aún lo que era capaz de hacer la chica en un ataque de ira, pero no deseaban averiguarlo.
Alice caminaba por los pasillos del colegio, tratando de autocontrolarse, cuando Snape, que la seguía, la adelantó y se detuvo ante ella. Fulminó al profesor con la mirada y se cruzó de brazos, con actitud desafiante. El hombre nunca la había visto de aquella manera.
—Black, no...
—Juega a algo peligroso, profesor —le dijo ella—. Dice ser mortífago, y dice ser también miembro de La Orden del Fénix...
Él se sorprendió, pues pensaba que le hablaría sobre lo que había ocurrido en el Gran Comedor. Pero la joven iba más allá. Y él no sabía qué era lo que pretendía.
—¿Acaso tú no estás también en dos bandos? ¿Acaso no estuviste con La Orden el curso pasado?
Alice negó con la cabeza.
—Yo sé bien dónde están mis lealtades. Sé perfectamente quién soy. Y te aseguro, Severus, que puedo hacerte la vida imposible... si quiero. Puedo hacer cosas terribles.
Snape no pudo evitar recordar al Señor Tenebroso. La manera de hablar y la mirada de aquella joven, carente de emociones, eran idénticas a las del mago tenebroso más temido del mundo. De hecho, la bruja que se encontraba ante él parecía Lord Voldemort cuando era joven. No pudo ver nada de Elizabeth en ella en aquel instante.
—De acuerdo, no debería haberte delatado...
—Ya es tarde.
Nott llegó en aquel momento y observó la escena sin saber muy bien qué ocurría. Vio la mirada de Alice, dándose cuenta de que estaba fuera de sí. Se situó ante ella, obligándola a mirarlo.
—Alice, cálmate... No ha ocurrido nada grave.
Él no deseaba que perdiese el control sobre sí misma e hiciese algo de lo que después pudiese arrepentirse. Ella le miraba, pero cuando habló, no se dirigía a su novio, sino al profesor.
—Vas a arrepentirte, Severus.
Tras decir aquello, tomó la mano de su novio y se dirigió hacia la salida del castillo. Necesitaba tomar aire fresco, salir a los jardines y olvidar lo que había ocurrido. Theodore fue con ella y juntos se sentaron en las gradas del campo de quidditch. Tras asegurarse de que estaban totalmente solos, ella habló.
—Snape es un traidor —dijo—. Además, ¿qué pretende haciendo saber que sé aparecerme?
—Puede que quiera ver cómo reaccionas, o simplemente no tenga motivos. Olvídalo, Alice.
La joven negó con la cabeza. No perdonaría a Snape tan fácilmente. ¿Cómo iba a hacerlo? La había delatado frente a los jefes de las casas y todos sus compañeros.
Pero Nott no estaba dispuesto a rendirse con ella. Tomó suavemente su mentón y la hizo mirarlo. Sus ojos conectaron una vez más, y la bruja sintió que no había nada más a su alrededor, salvo él. La persona que había permanecido a su lado a pesar de todo y que estaba dispuesta a salvarla incluso de sí misma.
—Por favor —le pidió—. Alice, olvida lo que ha ocurrido. Snape no es nadie, ¿de acuerd0? Eres Alice Black, hija del Señor Tenebroso y Elizabeth Black.
Si ella aún tenía alguna duda, ésta se disipó cuando Theodore la besó.
ESTÁS LEYENDO
Los herederos de Voldemort ✔️
FanfictionTras la desaparición de Voldemort, todo el mundo mágico teme que su hijo, su heredero, siga sus pasos y se convierta en un mago oscuro con el mismo poder que su padre. Sin embargo nadie conoce a la pequeña Alice, protegida y ocultada por su hermano...