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— No hay salida Brenda —gritó.

Su potente voz se perdía en el viento, estaba desesperada escapando de algo o... alguien, era de noche, sentía el pulso acelerado por correr tanto, escapé de una gran casa llegando a un gigantesco patio, me venían persiguiendo, no sabía quién, hasta que frene por tener enfrente un laberinto, mire atrás podía ver su silueta masculina y la sombra que producía, a simple vista se veía peligroso, la distancia no me permitió reconocerlo, lo dude pero no tuve de otra y me adentre en él siendo tragada por los caminos y la oscuridad. Tenía frío y sed, estaba asustada, cansada, quería regresar a casa y hundirme bajo las sábanas de mi cama. Quería rendirme, pero no lo haría, no podía.

Corrí, corrí como si la vida se me fuera en ello, unas lágrimas se me escaparon por la rabia, la tristeza de no lograr huir, sabía que si me atrapaban no regresaría.

Seguí buscando un final hasta que llegue a un camino sin salida. No.

— No —susurre al viento— NO ¡NO! ¡NO! NOOOOO ¡MALDICIÓN!—grite hasta caer arrodillada en el suelo.

Llore, grite, golpee el piso por la impotencia, necesitaba salir y no había más camino estaba bloqueado, tendría que regresar y era lo menos que quería, estaba cerca, pedí a Dios que me ayudara porque no podía más. Estaba agotada.

Sentí a alguien detrás de mí, se me encresparon lo vellos del cuerpo de solo sentir su presencia. Tenía que afrontar la realidad.

No había vuelta atrás.

Respire y me giré enfrentándolo, trate de ver lo nítido pero las lágrimas me lo impedía, quería golpearlo hasta más no poder, insultarlo y decirle lo mucho que lo odiada, pero me contuve.

Se agachó quedando a mi altura, desvié la mirada, por lo que me tomo del mentón y me obligo a mirarlo, sentía calor por su tacto.

¿Qué demonios me pasaba? El quería atraparme.

Le escupí en el rostro, su mirada de repulsión me alivio. Sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiarse, cuando me volvió a mirar le grite todo lo que sentía.

—TE ODIO, TE ODIO, ¿Qué quieres de mi? —se me quebró la voz haciéndome escapar un sollozo, lo golpee en el pecho haciendo que perdiera el equilibrio pero no cayó—. Déjame ir, por favor, déjame ir. ーsuplique, negó y llore.

Llore por todo lo que sentía por su culpa, quería ser libre, no quería esto.

Me tapé la cara cerrando los ojos recordando mis días con papá; los días de playas, las risas, las salidas, la vez que intento peinarme y solo logró enredarlo más, los momentos más felices de toda mi miserable vida los recordé y me odie, me odie por no ser alguien mejor por no despedirme de él, por odiarlo cuando solo intentaba arreglar todo.

Lo siento, papá.

Tantos recuerdos me producieron arcadas, sentí que se me iba el aire, que me asfixiaba, intente respirar, tomar bocanadas de aire pero solo me trancaba más, cuando sentir que perdía la razón unos brazos me rodearon, atrayéndome a su cuerpo. Era el, mi raptor, si se le podía decir así, alguien a quien odiaba, repugnaba por no dejarme ser libre.

— Tranquilízate respira Brenda, respira. Todo va a estar bien —sus palabras me hicieron relajarme, sentí el calor que emanaba, los latidos acelerados de su corazón producto de seguirme. Levante la mirada, y lo distinguí, recordaba esos rasgos, esa mirada... su voz.

ー Eras tú.

ー Siempre he sido yo.

Y desperté.

AtrapadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora