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De un momento a otro y con un chasquido de dedos aparecimos en la sala de espera del Hospital privado Dignity Health.

Estaba sorprendida.

— ¿Como hiciste eso? —pregunte a papá.

El me sonrio.

— Es uno de los poderes de los muertos.  

Y como si me hubieran dado un poco más de inteligencia, recordé el día en el estacionamiento del instituto.

— ¿Eras tu el que me vigilaba en el estacionamiento del instituto?   

Se encogió de hombro como si no entendiera nada.

 — Por cierto Tyler está muy apuesto y maduro —movió las cejas con picardía—, ya veo porque lo miras como boba. —imito mi cara.

No pude evitar reírme por eso, se sentía tan bien estar así con él, hablando y riendo como si no hubiera pasado nada.

— No parezco boba, papá. —dije rodando los ojos.

— Claro y yo soy Tom Cruise —sonreí por eso, para molestarlo le dije.

— Si fueras el serías apuesto. —su cara me hizo saber que di en el clavo. 

Estalle en carcajadas.

— Jovencita respeta y por cierto tu madre decía todo lo contrario de mi. —lo dijo con tan doble sentido que me tapé la cara con las manos.

— ¡¡PAPÁ!! —le reclame y rió.

A la distancia podía escuchar unos sollozos conocidos, busque con la mirada de donde provenian pero no lograba divisar nada, papá vio mis intenciones porque me agarro de la mano como si supiera lo que buscaba.

Esquivamos a varias enfermeras y civiles que iban de un lado a otro, hasta que llegamos a una esquina donde se encontraba un señora sentada apoyando los codos en sus piernas y la cara tapada con las manos mientras se estremecía, tenía el cabello alborotado juntos con unos golpes en su brazo, no tuve que ser adivina para saber que era mamá, se veía devastada. 

Derrame una lágrima y sin poder aguantar me solté de papá y la abracé. Sentí que se estremeció bruscamente y levantó la cabeza buscando algo o... a alguien. Tenía la piel erizada, la cara roja por el llanto y los ojos inyectados de sangre, toque la ceja que tenía la bandita y pase la mano por su mejilla.

 Antes de susurrarle al oído:

— Todo estará bien mamá.

Me miró con los ojos abierto, sonreí por el pensamiento de que me reconociera, cuando fui a hablar papá me interrumpió.

— No te ve ni te escucha, pero se que te siente. 

Me sentí triste por eso, pero comprendí. La bese en la cabeza antes de marcharme.

— Llevame a donde estoy.

Sin protestar me tomo de la mano, y avanzamos. 

Recorrimos los extensos pasillos pintados de un sombrío blanco, no me gustaban los hospitales me recordaban a la...muerte.

Tu estas practicamente muerta.

Cruzamos en un pasillo, que tenía el cartelito de URGENCIA, me estremecí en el momento en que nos detuvimos en frente de una puerta que decia "Personal Autorizado".

Vi la puerta como si todo dependiera de cuando la cruzara.

Y así fue, en el momento que la abrí y entre todo mi mundo se vino abajo, a dos habitaciones de hay se encontraba mi cuerpo postrado en un cama. A simple vista se veía débil, inmóvil, sombrío como su fuera un cadáver, no tenía vida... no tenía, alma.

Me sentí mareada, quería vomitar, huir de hay, pero no lo hice, debía afrontar la realidad y era que me estaba muriendo.

Los psicólogos dicen que para afrontar la realidad debes pasar por varias etapas las cuales son: La negación, la ira, la negociación, la depresión y por último la aceptación. En mi criterio, no se si lo hice en el orden correcto solo se que me encontraba parada frente a un vidrio que me permitía ver a través de él a un cuerpo sin vida.

Si me preguntaran si es fácil la aceptación; yo diría que se fueran al carajo, porque llegar a la aceptación no es algo que se basa en etapas, si no en la fortaleza que tengas, debes ser fuerte para superar obstáculos, no necesitas unas estúpidas etapas para lograrlo.

Si me preguntaran porque hui; solo diría que fui una cobarde por no entrar en esa habitación.

Por que sí, no entre en ella ni devolví mi alma a mi cuerpo, si no que corrí, hasta llegar a la sala de espera en donde en medio de todo el pasillo me arrodille, quedando estática.

Solo quería olvidarme de todo eso y ser libre, feliz, no sabia si no devolviendo mi alma a mi cuerpo lo lograria, pero queria intentarlo. Quería ver cómo era el mundo sin mi. En ese transcurso en el que era invisible ante el mundo, en donde solo estábamos mis pensamientos y yo, tomé una decisión.

Cuando papá regresó, me levanté y lo abracé, sabiendo lo que debía hacer.

Lo mire a los ojos y dije las palabras.

— No voy a regresar a mi cuerpo.



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