¡Me vengare!

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Estar bajo tierra no era malo, por el contrario, Jimin siempre se sintió a gusto con la absoluta oscuridad en los túneles. Esto tal vez se debía principalmente al tiempo que pasó viviendo en ellos. Cuando sus padres murieron, él con sus hermanos hicieron su nido en una madriguera, negándose a salir del lugar que ellos consideraban seguro. Pero esos túneles, no era el subterráneo al que estaba acostumbrado, no eran oscuros, por el contrario, una leve luz azulada vibraba alumbrando todo, como delgadas telarañas se pegaban a su pelaje, dándole leves choques eléctricos.


El impostor que se hizo pasar por el señor Yoongi, le dijo que si encontraba un árbol azul, lo dejaría volver con su familia. No quería seguir asustando a sus hermanos, o que estos volvieran a llorar la pérdida de un familiar, pero se sentía muy débil, le palpitaba la cabeza y le dolían las articulaciones. Con cada paso era más complicado llenar de aire sus pulmones, que ardían al igual que sus fosas nasales. Ya no podía continuar, debía fallarle a sus hermanos por unas horas, porque entregarse al cansancio y dormir, parecía la mejor opción.


Aun en su forma peluda, acomodo sus patitas y se echó en el suelo, mientras dormitaba se le vinieron a la mente todos los lindos recuerdos. No había pasado casi nada de tiempo, pero extrañaba un montón a Jin y Taetae, seguro lo estarían buscándolo con lágrimas en los ojos. ¿Podrían encontrarlo en ese extraño lugar? Jimin lo dudaba, por eso debía seguir, para encontrarlos, debía encontrarlos, solo un poco más...entonces su hermano mayor lo abrazaría, y tal vez lo dejaría comer todas las golosinas que quisiera. Su gemelo dormiría con él, aferrados el uno al otro, protegiéndose de las pesadillas. No podía dejarlos, quería comer con ellos, trabajar en el gran huerto y hacer juntos un gran pastel de chocolate, con frutas dulces para cualquier ocasión especial.


De pronto el conocimiento de que tal vez no volvería a verlos, que moriría en ese lugar, le saco apenas una lagrima, demasiado cansado para entrar en pánico. Solo le hubiera gustado, haber podido despedirse, no irse sin un te amo como sus padres.


En el estrecho túnel una mano femenina, de largos y delgados dedos, emergió de una ruptura en la pared, sobo la figura semi-inerte de un pequeño conejito. La energía rápidamente comenzó a lastimarla, pero inmutable tomo a Jimin y lo saco de ese lugar. Depositando al inconsciente cachorro en unos mullidos cojines, tomo una clase de biberón, con una sustancia azul que brillaba con destellos de plata. Alzo la diminuta cabecita y forzó entre los dientes la boquilla, vertiendo la poción en la boquita rosada.


Jimin no dudo en tragar, sintiendo la fuerza inundar cada extremidad de su cuerpo, pronto abrió los ojos, como si solo hubiera estado tomando una pequeña siesta —Justo a tiempo— la melodiosa voz de su salvadora, lo llevo a centrarse en la magnífica deidad. Con cabellos tan rojos como el fuego, que parecía refulgir por el resplandor puro de las numerosas colas que se agitaban armoniosas a sus espaldas.


— ¡Gracias, me saco de ese horrible lugar, me salvo! — el conejito se precipito en un poderoso salto que tomo por sorpresa a Sunnie, quien ya tenía las pequeñas manos envolviendo su cuello, obligándola a tomar la caderas del Omega para que no se cayera o ejerciera fuerza.


—Eso hice, ahora dime ¿Cómo resultaste allí pequeño? — la poderosa Kitsune solo había tenido un cachorro en todos sus años vividos, que le fue arrebatado por haber nacido con el animal de su otro progenitor. No podía transgredir sus propias reglas y el padre no acepto ninguna ayuda de su parte, por lo que solo había podido verlo crecer y morir, quedando relegada a simplemente cuidar la descendencia del hijo que nunca pudo cuidar.

¡Que te seduce el zorro![1] /Yoonmin (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora