Capítulo 8

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El dolor de cabeza empezaba a consumirla. Hermione cerró el libro entre sus manos y recostó su cabeza sobre el respaldo del sofá, sus ojos permanecieron fijos durante varios instantes en el techo de la sala común hasta que la voz de Harry atrajo su atención.

— ¿Te encuentras bien, 'Mione?

La chica parpadeo un par de veces antes de enderezar su postura con una sonrisa.

— Soy yo quien debería hacerte esa pregunta, Harry. — Le contesto con un poco de ironía en su voz. — Pero sí, estoy bien.

— Si tu insistes no voy a contradecirte.

Ambos Gryffindors rieron en voz baja pero lentamente el silencio volvió a inundar el lugar.

— Siento mucho lo que está ocurriendo con Ronald. — Exclamo Hermione en voz baja con cierto pesar. — A pesar de los años que hemos sido amigos, creo que nunca nos acostumbraremos a sus arrebatos, ¿verdad?

Harry asintió y la sonrisa que anteriormente compartía con ella se tornó un poco nostálgica.

— No debería estar sorprendido o dolido, sé que Ron comprenderá pero ahora más que nunca necesito de ustedes. — Concluyo el chico observando a Hermione.

La joven lentamente extendió su mano hacia él y lo invito a sentarse junto a ella. Sus manos se entrelazaron con firmeza mientras la calma para ellos con lentitud llegaba.

— Estamos contigo, Harry, siempre estaremos contigo.

El mago de anteojos paso su brazo por encima de sus hombros y se aferró a su compañera por unos instantes. Hermione correspondió al abrazo con la misma necesidad y permanecieron así, sin darse cuenta que un nuevo día estaba por acontecer.

Varias horas después, Hermione frunció el ceño tan pronto como el sonido de voces logro interrumpir sus sueños. Por inercia una de sus manos froto su cuello adolorido mientras buscaba recuperar su compostura, sus ojos se abrieron lentamente tratando de asimilar la curiosidad e intriga reflejados en el rostro de varios compañeros suyos. La joven pensó en maldecirlos para ahuyentarlos, pero se limitó a gruñir con molestia.

— ¡Por merlín Hermione! No puedo creer que te hayas quedado dormida aquí. — Exclamo Ginevra, fulminando con la mirada a los espectadores.

La castaña decidió permanecer en silencio, no sabía en qué momento Harry se había marchado o porque no la despertó, pero supuso que no quería causar algún tipo de alboroto o chisme, suficientes había tenido ya la pasada noche.

— Lo siento, será la última vez.

— No hagas promesas que no puedas cumplir. — Le señalo Ginny con diversión. — Mejor date una ducha mientras yo voy a apartar nuestros lugares en el comedor, ¿sí?

Hermione asintió y se puso de pie con lentitud. El cansancio y dolor en todo su cuerpo iba acabarla, resignada al largo día que le esperaba la chica se apresuró al baño para asearse. Veinte minutos más tarde, conforme se acercaba al gran comedor sus ojos analizaron el panorama con desconfianza.

"¡Potter apesta!"

"¡Potter es un tramposo!"

Los gritos, burlas y murmullos eran imposibles de ignorar, Hermione apretó sus puños hasta que los nudillos se tornaron blancos. La molestia era ya evidente en su cara y Ginny parecía también a punto de explotar.

— Eres un estúpido, Seamus. — Le escucho decir.

— Gin, ¿Qué está pasando? ¿Dónde está Harry?

La pelirroja aparto la mirada de su hermano y observo fijamente a su amiga.

— Se marchó y no pude detenerle.

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