11 - Primera parte

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Puedes eliminar un peón y todavía tener todo en juego

No estoy seguro de por qué pero siempre llueve en los funerales. La familia Johnson estaba en duelo. Su hija mayor había muerto envenenada en un restaurante en una cena de negocios. Ana Johnson como ellos la conocian.

Eso fue lo que le vendieron a sus padres. 

Difícilmente me tragaría una mentira como esa, mas cuando estuve en la verdadera escena. No iba a ser fácil recibir la noticias de que tu hija bailaba en un club nocturno dirigido por el hombre más poderoso de la época.

Su ataúd de color negro brillante, como la tapa de un piano, bajo lentamente hasta llegar al fondo de aquel agujero del cual no volvería a salir. No se lo que ellos enterraban, pero sabia que ella no estaba ahi dentro.

Me aleje del lugar para recostarme de un árbol a fumar. Ash se acerco a mi alejándose del resto del grupo que lloraban y se abrazaban en Consuelo con su familia.

─Esto no debió terminar así ─ dije dándole una calada al cigarrillo y pasándoselo para que probara de tranquilidad momentánea.

─Muchas cosas no debieron terminar como lo hicieron..

─Deshacerse de la única herencia de los famosos Van den White, el único allegado, el único hijo. sacar del juego a Cristina. ─ suspire y mire el suelo ─ tenemos que tener cuidado de ahora en adelante, no quiero ser el causante de una racha de asesinatos por conseguir la culpabilidad de Clark.

─Zanith. Lo siento. Tenemos que irnos ─ se acercó a mi oído y susurro fingiendo darme un abrazo de consuelo ─ Nos están escuchando desde alguna parte.

Asentí con cara de agradecimiento y lance el cigarro al suelo, pise la colilla cuando nos marchamos y nos subimos al auto de Ash. Yo conduje. Se suponía que era el sirviente de su familia, pero en cuanto subí al auto cambie de lugar con el verdadero conductor para pasarme a la parte de atrás de la limo con Ash y con Mia.

Llegamos al campus en completo silencio, el lugar estaba sumergido en un profundo silencio, en unos colores oscuros en memoria de Cristina, la chica tímida del cello a la que nadie conocía en realidad.

Hipócritas, pretendiendo conocer a las personas, fingiendo dolor sin haberle siquiera dirigido la palabra.

Cristina Johnson...20 años de edad...muerte por envenenamiento...miembro de la familia Johnson... familia número 23 en la lista de los 100, al menos eso pensaban los demás...familia adoptiva...pasado incierto.

Saque el jugo y unas papas del refrigerador. Pensé en hacer unas hamburguesas hasta que Mia se acerco a mi con su ajustado y elegante vestido negro de hombros descubiertos para decirme que preparara la pasta que había hecho el día de su cumpleaños número 16. Asentí y ella me dio un abrazo al verme guardar las cosas para sacar los utensilios para hacer la famosa pasta alfredo.

Puse el agua a hervir siguiendo los pasos correspondientes para el platillo a petición de la señorita West, y serví con un toque delicado en platos blancos que guardaba solo para ocasiones especiales. Ash me agradecio al igual que ella. Nos sentamos en el pequeño mostrador de la cocina a comer nuestro almuerzo con una buena copa de vino del almacén de Ash.

Reímos con los recuerdos de los pocos dias que teniamos en memoria de Cristina.

Ash se marchó a su comoda, Mia por igual y la soledad se apodero de mi departamento. Mis mascotas no estaban de humor tampoco. El día era gris y frío. Me abrigue con unos joggers y un suéter negro, descalzo. el frío que se filtraba por el suelo del lugar abundó por completo mi cuerpo. Solo, fumando un cigarro, haciendo homenaje a lo que en muchos países era un arte, un a forma de vida. Una vez termine, tome mi cello y toque la ultima canción que había escuchado salir sin errores de sus pequeñas y hábiles manos. Su cabello sus gafas, era una buena chica. Me puse mis pantuflas y subí hasta la recamara de Mia. Toque tres veces la puerta antes de que ella atendiera. Tenia puesto unos pantalones largos de pijama. Las clases no eran una buena opción el dia de hoy y los tres habíamos decidido faltar. Sus ojos claros recorrieron mi rostro con sorpresa mientras sus manos sostenían su cuerpo apoyadas del marco de la puerta. Uno de sus perritos nos hizo salir de la hipnosis momentánea que causó el habernos visto frente a frente revelando cada sentimiento que expresaba la necesidad, las ansias de nuestro pequeño asunto pendiente. Siempre interrumpidos, había causado que las ganas de vernos en la cama completamente desnudos disfrutando el uno del otro fueran mas grandes, mas fuertes. Me invitó a pasar sin decir una palabra, el silencio fue el dueño de momento hasta que ella decidió romperlo:

Te Pertenezco (Parte 1) | Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora