Capitulo 20

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JOEL

Muevo mi mano por toda la cama, buscando ese cuerpo esbelto y pequeño, un cuerpo caliente y que pueda darme algo que nunca tuve, cariño. Mi alma cae al piso cuando habro los ojos y no encuentro nada.  Salgo de mi habitacion con los boxers negros puestos, voy habitación por habitación en busca de esa niña. Cuando llego a la cocina en donde no hay una sola alma mi estado de ánimo se pone de color gris, pensé que darle amor, del más puro que he podido, se quedaría. Pero no se ha quedado, me ha dejado luego de haberle dado mi alma cálida,luego de haberle dado todo ha escapado. La ahuyente con mi estado empalagoso tal vez.

Voy a mi estudio de trabajo, busco en mis cajones del escritorio las fotos de ella. Fotos que no debería tener y que me confirman lo acosador que he sido.
La información que han recaudado mis personas de confianza esta en una carpeta negra. Y pensar que ella lo cree su amigo, que ingenua, pero él sabe hacer bien su trabajo, si no, ya lo hubiera descubierto.

Leo y releo toda su información, desde su niñez, cuando la han raptado y cuando empezó con las peleas. Peleas, la palabra hace pasar un escalofrío por mi espalda. Soy un maldito desgraciado sinvergüenza.

Yo la empuje a volver a ese camino, si no hubiera hecho que Franco enamorara a ese niño,su padre no habría vuelto al vicio. Si no me hubiera quedado embelesado con esos ojos color avellana, el típico labial rojo matte que hace resaltar sus labios en su cara redonda, si no me hubiera quedado atontado con su andar, todo estaría bien. Ella no se arruinaría la vida peleando solo para quitar la tensión de su cuerpo, no bebería hasta perder la consciencia y no se metería con todos los hombres.
Me doy una patada mental al sentir los celos crecer en mi interior.

Ella no es nada mío, pero lo será. Sé que lograré enamorarla, formare una familia y haré que todas sus penas vuelen lejos.
Mi carcajada con falta de gracia brota de mi boca y el pinchazo de culpa llega hasta lo más profundo de mi pecho.

Cuando se entere de todo me mandara al caño, pero haré hasta lo imposible con tal de cumplir mi cometido, con tal de que ella sea mía.

"En que piensas?" la voz chillona y curiosa me hace dar un brinco.  Ariadne está apoyada en mi escritorio, delante mío, en que momento llegó?

"No te importa" el tono tajante no hace que cambie sus facciones bellas, es una mujer bonita pero tan mimada que me ve como su cajero automático.

"Joey... "

"Somos pareja, ya lo sé. Maldita sea que lo sé, ahora hazme el favor de largarte de aquí"

Las facciones ahora si cambian, es como si le hubiera dado un puñetazo en el estómago, la mueca de desagrado y algo más que no puedo descifrar pasa con rapidez. Luego la mirada cambia, se vuelve de piedra y más fría que la mía.
Me doy cuenta que tengo una de las fotos de Astrid en mis manos y ella la mira, no me miraba a mí, miraba la foto.

"Quién es? " la vergüenza amenaza con teñir mi mirada. Con calma doy vuelta la foto y ahora la parte blanca se puede apreciar. La mujer no deja de mirar el fajo de fotos que tengo en mis manos y con un movimiento inesperado me las quita. Me levanto de un salto y aparezco en su lado. Rompe tres fotos del monton y cuando quiere agarrar otras se las quito. No puedo dejar que toque nada que tenga que ver con Astrid.

Sujeto sus muñecas y la mirada que me da me deja algo petrificado, esa mirada solo la he visto una vez y a sido el día de la partida de mi madre. Una mirada llena de decepción y rabia, una mirada con la cual no habla,no hay palabras, pero esos ojos lo dicen todo.
El miedo de pisar mi pasado me invade por completo y la suelto, me alejo de ella con las fotos en mi mano y me voy lo más lejos que puedo de ella.
Me encierro en mi habitación toda la tarde y espero a que cuando salga ya no esté, mi coraza dura se ha desvanecido, no he llorado, no he roto nada. He bebido dos botellas de whisky, mi garganta me quema y ya no puedo sentir nada cuando llega la noche.

Son las dos de la madrugada y estoy seguro que mi bebé ha de estar llegando a su departamento. Sujeto mi celular y marco su número.

Uno...
Dos...
Tres...

"Hola? " la voz que llega a mis oídos está calmada pero no pasa desapercibido la pizca de timidez.

"Necesito que vengas" mi lengua se traba. El silencio se hace presente y presiento que me ha colgado.

"Estoy en treinta" y cuelga.

No arreglo mi desordenada habitación, las botellas vacias siguen en mi velador y el olor ha alcohol impregna el lugar.

Espero hasta que escucho las puertas del ascensor sonar. Las fotografías están ocultas debajo de mi colchón y los pasos que siento vienen, paran. Gritos se hacen presentes y el sonido de algo romperse me hace asustar. Salgo corriendo de mi habitación y al llegar a la sala encuentro a Ariadne encima de Astrid. Voy donde ellas y sujeto a Ariadne para que paren.

"Por que estas aquí? " pregunto.

Ambas mujeres me miran con curiosidad tiñendo sus rostros y entonces me vuelvo a Ariadne.

"Deberias haberte ido, por que estás aquí? "

"Quería asegurarme que estabas bien" sus ojos me suplican que no diga nada hiriente, pero no quiero que esté cerca.

"Estoy bien, ahora vete por favor" los pequeños ojos llenos de celos van en contra de Astrid, quien no tiene un solo rasguño en la cara. Mientras que la mujer que sujeto está despeinada y sus facciones se ven algo dañadas.
Sin decir una palabra más va directo al ascensor y luego se pierde en la caja metálica.
Astrid se limita a mirarme y entonces me acerco a ella, el olor a su perfume de fresas entran por mis fosas nasales, la abrazo. Su fisionomía se tensa un poco cuando mis lágrimas hacen contacto con su cuello. Nos hechamos en el sillon y no dice nada, se limita a abrazarme y a limpiarme las lágrimas cada cierto tiempo.

No se en que momento me duermo pero al despertar estoy apoyado en su pecho y casi en el piso. La sensación de vértigo llega a todo mi cuerpo, mi corazón da un salto. He soñado tanto con esto que ahora solo parece eso, un sueño.
No puedo moverme si no quiero caer, pero tampoco quiero hacerlo, solo quiero sentir su fisionomía más cerca de la mía.

No hables,gemir es mejor // #1 Saga No HablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora