Capítulo 23

1.4K 129 4
                                    

ASTRID

La mañana siguiente me había levantado un olor peculiar de beicon y café. Una sensación de dejá -vu se apoderó de mí en un segundo. Me levanté de mi cama con la intensión de golpear a Marcela por el sonido de la cafetera averiada que al parecer ya estaba bien. Caminé por el pasillo todavía con los ojos entrecerrados. Llegué a la cocina y mis ojos se abrieron como platos.
Ahí estaba él, con el traje de ayer solo que sin la chaqueta,estaba con camisa y con el mandil que usa Marcela para cocinar. Me río ante la imágen, el mandil de color rosado con flores moradas, el hombre que la utiliza más bien es una persona que no se puede identificar con esos colores tan llenos de vida. Él es un hombre de colores oscuros, negros y grises.

"Que te hace tanta gracia bebé? " la palabra -como siempre- hace mi vulva despertar. Hace ya unas cuantas semanas no había tenido un encuentro sexual y mi hambre estaba ahí, queriendo despertar con desesperación.

"No me digas así" intento con desesperación desviar la mirada de los musculosos brazos,pero no lo logro.  La camisa está doblada hasta sus codos. Como si fuera un impulso mis manos viajan a sus muñecas, el vello que hay se pone de punta y la carne de gallina.
Mis manos empiezan a dibujar patrones y luego caminan hasta llegar a sus hombros. Siguen su viaje hasta llegar a su cabellera, jalo de las raíces el cabello que notablemente está un poco más largo que la última vez que nos vimos. Un gruñido sale de su gargata con calma, haciéndome suspirar. Dejo el cabello y mis manos exploran con delicadeza los finos rasgos de su cara, parece que estuviera hecho por los mismos dioses griegos,nuestros ojos se conectan y gritan cosas indecibles, gritan oraciones con las cuales no se encuentran las palabras correctas,entonces ninguno habla,el silencio se vuelve nuestro fiel compañero,al menos por un corto momento.
Mis emociones quieren hacer una revolución en mi interior y sé que no puedo mirarlo más. Rompo el contacto visual.
Mis manos empiezan un camino que baja, saco el mandil y lo dejo en la mesa, él se estira y apaga la cocina para volver a fijar su atención en mí de nuevo.

Quiero averiguar los secretos que tiene su cuerpo, así como él había hecho todo un camino en el mío. Un camino largo y tal vez lastimero, un camino que no estaba dispuesta a volver a caminar.

Mis manos tocan sus pectorales, su corazon late desembocado, como si quisiera salir de esa caja y llegar al lado del mío. Mis manos siguen su camino, toco el abdomen bien marcado, bajo tocando las piernas definidas. Hasta que llego a los piés, y, entonces, hago el siguiente recorrido.
Un recorrido de besos, comienzo en el muslo, luego voy al miembro que pide a gritos ser liberado, lo beso sobre la tela. El suspiro que sale de sus labios hace mi temperatura corporal aumentar de golpe.

Los besos siguen subiendo y llego a la barbilla, le doy una pequeña mordida, ríe. Sus manos me envuelven por la cintura, mis manos se apoyan en los pectorales y la sonrisa torcida me embelesa más de lo que debería. En sus ojos veo la fragilidad, parece una flor que recién está llegando a la vida. Una flor peligrosa que tiene espinas por todos lados pero el aroma ,la sensualidad y la hermosura de lo prohibido es llamativo y terrorifico a un nivel impresionante y exitante.

Nos miramos un momento más, él no deja de sonreir y luego me besa, envenena mi garganta y sus uñas se clavan en mi espalda.

Caigo en un abismo donde me doy cuenta que nadie me podrá hacer el amor más que él. La barba de unos días que tiene en el rostro me raspan como lija pero no me aparto. El fuego de su mirada me hace temblar las rodillas.

Éste hombre se está metiendo más de lo que debería conmigo. Su aspecto da ha entender que es frío pero yo he visto el lado frágil y vulnerable de este hombre guapo y complicado a la misma vez,un hombre lleno de secretos y al mismo tiempo,de verdades.
Sus manos estrujan mis caderas y sus dientes muerden mi labio inferior con fuerza sacándome un gemido. Siento como si estubiera en nubes y las estrellan fueran de color rosa. Su mirada me derrite, hay fuego puro.
No sé en que momento llegamos a la sala, o en que momento mi ropa y la suya han desaparecido. Me recuesta y la penetración se siente increible, es como si fuera algo de agua luego de un largo viaje en el desierto. La sonrisa torcida me hace llegar al cielo.
El vaivén de sus caderas nos hacen soltar gemidos y jadeos. Empujo de él para que se levante. Hago que se siente y yo lo monto, sus manos vuelven a estrujar mis caderas para luego arañar mi espalda baja. Yo jalo su cabello haciéndole soltar más de una maldición.
El fuego de nuestras miradas se conectan,peleando por dominio. Yo cedo por que siento que el orgasmo se forma en mi vientre bajo con rapidez. Lo monto como una vaquera salvaje y el orgasmo llega de golpe. Caigo rendida sobre él.
Sus caderas vuelven a chocar contra las mías hasta que siento como se libera dentro mío. La sensación de su corrida en mi interior parece correcta, parece... Perfecta.

Besa mis hombros y muerde mi clavícula, de seguro quedará una marca. Yo, todavía en mi nube ,hago lo mismo, muerdo su cuello hasta dejarlo bien marcado.
Nos separamos un poco, él todavía dentro mío y yo todavía lo quiero así, al menos por un momento. Nuestra mirada se vuelve a conectar, siento mi corazón palpitar con más fuerza cuando me besa, no solo siento el toque de nuestros labios. Siento que nuestras almas se entrelazan,intento cortar esa conexión pero no puedo, simplemente se me hace imposible hacerlo, es como si ese hilo que me junta a él fuera fuerte e indestructible.
Nos quedamos así un buen tiempo, esperando a que nuestras respiraciones se regularicen, esperando a que baje de esa nube tan acolchonada que no me quiere dejar ir.

El remolino de emociones que se instala en mi cuerpo es fuerte. Siento miedo, mucho, es como si todo esto fuera un sueño y al despertar todo fuera a desaparecer.
El odio me grita que he sido una estúpida, me odio a mi misma en este momento, por haber caído con tanta facilidad.
La alegría solo da saltitos y chillidos de júbilo.
Pero yo, la mini Astrid que está ocupando todo mi ser está desepcionada. Dije que no se lo pondría fácil, y ahora, estoy acurrucada en su pecho, siento como me empieza a costar respirar su mismo aire. Entonces me levanto de golpe y salgo directo a mi habitación.
No lloro, no sonrio, simplemente me quedo ahí, sentada en el borde de mi cama. Ahora ya no sé ni como me siento.
Me doy una ducha y al salir vuelvo a ocultame en mi habitación. No tengo cara para verlo.

En la noche el cuchicheo me hace despertar. Me cambio como si fuera un robot, como si todo estubiera planeado con frialdad y muy bien calculado. Pero hay un sentimiento extraño que me pesa una tonelada.
Salgo de mi habitacion normal y todavía lo encuentro aquí,el moreno no dice mada y me acerco.
Marcela, Richard y Gary también están.
La desesperación de querer estar con ellos me asusta. Pero sigo mis instintos.

Abrazo a Joel sin razón alguna ,la rabia  y el dolor que sentía en la mañana se esfuma. Pensé que al despertar estaría de mal humor, pero no,me siento tranquila. Gary sonríe y Marcela solo da un saltito. Richard hace una mueca pero no dice nada al respecto.
Joel se tensa por un milisegundo al sentir mi contacto tan repentino y luego se relaja. Entre todos y sin razón alguna nos botamos en el sofá y hablamos de todo y de nada.
Cuando todos se empiezan a ir a dormir abrazo a cada uno. Les digo que los quiero y ellos, confundidos ,se van.
Antes de que Joel se vaya a su departamento lo beso, me tomo mi tiempo y exploro la unión de nuestras almas. Al separarnos nos sonreímos y como a los demás, lo abrazo con fuerza. Luego se va.

Me quedo sola por un largo momento en la oscura sala, sentada en el piso frío y con la mirada en el reloj que está colgado en la pared. El tiempo me empieza a robar segundos y luego horas, pero yo no me muevo.

Salgo a dar una vuelta en mi auto,queriendo grabar la ciudad del pecado en mi memoria sin razón alguna, el mismo sentimiento extraño que cuando me levanté sigue ahí y, ahora es más intenso.

Voy a tomar unos tragos, que se convierten en una botella y luego en dos. Siento como el alcohol empieza a hacer de las suyas en mi sistema y creo que es suficiente. Me quedo parada viendo las calles brillantes por un momento. Entro a mi auto y el impulso de encenderlo me deja intrigada. Pero hago todo lo que mi mente me dice.
Lo enciendo y empiezo a conducir despacio, luego la velocidad va en aumento y las luces de neon que hay en la calle empiezan a pasar como flashes.

Pero al final todo se vuelve negro, el sonido de algo rompiendose es terrorífico y, los gritos de desconocidos se hacen presentes. Siento como mi cuerpo, luego de haber estado penando muchos años de mi vida, se relaja y todo se vuelve paz y tranquilidad. Los gritos asustados se vuelven lejanos y me dejo llevar por una calma hermosa y, al mismo tiempo, algo desconcertante.

No hables,gemir es mejor // #1 Saga No HablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora