LGTB 1/4

1.2K 101 15
                                    

—¿Verdad o reto? —Annie estaba echada frente a mí con las piernas extendidas hacia un lado y su peso descansando encima de uno de sus brazos; las puntas de su cabello rubio oscuro se cepillaban contra el piso.

«Siempre escoge "verdad"».

Eso fue lo que mi hermana me había dicho luego de que le contara que Annie me había invitado a jugar a su casa.

«No quieres terminar con ungüento en tu brasier, Sarah —me había dicho negando con la cabeza a sabiendas—. Confía en mí».

Tenía razón, pero no me molestaría si Annie terminaba manoseándome el brasier.

«Ya deja de pensar en eso. ¿Qué si ella sabe lo que estás pensando?».

—Ehh... —Mi voz se arrastró.

—¿Vas a elegir?

—Verdad.

—Bien —anunció Annie sonriendo diabólicamente—. ¿Quieres coger conmigo?

—¿Que... qué?

«La puta madre, ¿cómo supo?».

—Es solo que te ves como si quisieras coger conmigo.

—Yo, eh... Reto...

Alzó las cejas.

—Acabas de decir verdad.

—Sí, pero... Quise decir reto.

Annie cerró los ojos y sonrió. Por algún motivo, se veía complacida consigo misma.

—Cierra tus ojos.

Tragué y cerré los ojos, preguntándome si mis senos estaban a punto de sufrir el mismo destino terrible que los de mi hermana. Sentí que la mano de Annie se deslizó por la mía en tanto me ponía de pie y comenzaba a llevarme hacia algún lado. Ella olía a champú de lavanda y paraíso.

—Sin espiar —me dijo provocativamente, colocando una venda alrededor de mis ojos y atándola desde el reverso de mi cabeza.

Escuché que una puerta se abrió frente a nosotras y sentí que Annie me empujó sobre una cama y se arrastró encima de mí.

—Ahora sí, sin espiar —reiteró. Había algo extraño en su voz, una alteración ligera que pareció proyectar algo más que simple nerviosismo.

Me acerqué a ella y tomé su rostro en mis manos, sorprendiéndome al descubrir que estaba húmedo por lágrimas.

—Annie, ¿qué sucede?

Intenté quitarme la venda, pero la palma de Annie se apretó con fuerza sobre mi rostro, manteniéndola en su lugar.

—¡NO! —gritó—. ¡NO DEBES VER!

—Annie, ¿qué...?

—¡VETE! —chilló—. ¡VETE AHORA MISMO!

Me agarró una mano y me puso de pie de un tirón, casi arrastrándome por la casa hacia la puerta principal, la cual se azotó detrás de mí, dejándome desorientada y con los ojos vendados.

****

Me quedé despierta por un largo tiempo esa noche preguntándome qué demonios había pasado. Al día siguiente, tenía la determinación de aclarar las cosas con Annie, pero no llegó a la escuela. Ni tampoco llegó el día después de ese. Dentro de poco, se esparcieron los rumores de que había sido reportada como desaparecida por su padre.

Fue después de varios días de debatir sobre lo que debía hacer, y amasar mi coraje, que finalmente fui a la casa de Annie y toqué a su puerta, estremeciéndome como una hoja en un huracán.

Historias de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora