LGTB 2/4

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Mi ex me metió a las drogas.

No me malinterpreten, no era un ángel antes de que Matt llegara a mi vida, pero fue algo leve. Lo usual: fumé marihuana y probé éxtasis y hongos un puñado de veces, nada de magnitud. Había sido por diversión, una forma de soltarme los fines de semana. La manera en la que se sentía la acústica del bajo en la planta de mis pies luego de haberme echado unos cuantos miligramos es algo que nunca voy a olvidar.

Matt cambió mi vida. Lo conocí el verano después de nuestro último año de la escuela secundaria. Fue como un tornado en mayo que me arrastró a su rutina desquiciada de pastillas y píldoras y de vivir como si no te importara un carajo lo jodido que podría quedar tu cerebro dentro de cinco años, o cuán pocos dientes conservarías. Fue la única persona que pareció comprenderme durante ese verano, el único que podía meterse en mi cabeza y ver el mundo de la manera en la que yo lo veía.

Y así llegaron las semanas de abuso de drogas.

Cada día de por medio, una línea o píldora o cóctel, y cada otro día de por medio, un bajón mitigado por jugo de naranja. Era el infierno sobre la tierra, pero, al mismo tiempo, se sentía como si hubiéramos descubierto una manera de vivir que las personas normales nunca podrían entender. No era saludable, nos estábamos matando a nosotros mismos lentamente, pero no nos importaba. Hay tantas noches de ese verano que no recuerdo.

Las drogas no son malas, niños. El abuso de drogas es malo. Creo que las personas adultas pueden ser consumidores responsables; he conocido a muchos. Quienes permiten que sus cuerpos se recuperen antes de inhalar otra línea, el tipo de personas que perciben sus propios límites y nunca tratan de excederlos.

Fui demasiado estúpido como para darme cuenta de lo que Matt estaba haciendo.

Si alguna vez has abusado de drogas, o si has estado en la posición en la que yo me encontraba, lo entenderás cuando te digo que mi mente estaba rota. Se sentía como si una nube estuviera encima de mi cerebro; mis pensamientos estaban aturdidos y no me pertenecían. Cuando no estaba bajo el efecto de algo, apenas me acordaba de comer, y mucho menos podía formar oraciones coherentes. Cuando sí estaba bajo el efecto de algo, me encontraba demasiado «en el momento» como para sentir cualquier otra cosa que no fuera... bueno, la droga. Casi todos los días, Matt llegaba a casa con algo distinto para que lo probáramos, con otro evento en el que pudiéramos bailar.

Honestamente, en retrospectiva, me sorprende que no me haya aburrido. Dos meses enteros de la misma mierda, día tras día. Pero creí que estaba enamorado de él y de las drogas y de la manera en la que ambos me hacían sentir. Joder, estaba tan inmiscuido en mi nueva vida con él que abandoné mis ofertas de universidades.

Entonces descubrí lo bien que me había ido en mi último año de secundaria: había conseguido una de las mejores calificaciones de todo el condado. Mis padres —a quienes había estado evadiendo desde que me mudé con Matt por el verano— arrojaron panfletos de universidades en mi dirección, me mostraron programas de licenciatura y sociedades y ciudades en las que podía comenzar una vida. Nunca seré capaz de agradecerles lo suficiente por lo que hicieron por mí.

Di un exámen , y fui aceptado en una de las mejores universidades del país como un aplicante tardío. Y fue entonces cuando decidí que necesitaba poner en orden mi vida. Era agosto y solo quedaba un mes antes de que comenzaran las clases. Sabía que no podría iniciar mi titulación con una mente nublada, con mi cuerpo roto y mis entrañas embriagadas a más no poder. Así que le dije a Matt que renunciaba. Que volvería a ser como era antes: responsable. Que esperaría hasta que llegara un evento «imperdible», o algo así. No más noches en casa dopado.

Eso lo hizo enojar. Lo pude ver destellar a través de su rostro, y, por primera vez, sentí temor genuino. Fue entonces cuando las golpizas comenzaron.

A partir de ese momento, siempre que Matt me pasaba la pastilla usual con diseño de Transformers, pretendía que me la tomaba. Había tomado suficientes pastillas como para saber la manera en la que debía actuar, y mantener las luces atenuadas para que no notara mis pupilas perfectamente proporcionadas.

Siempre lo veía tragarse la suya.

Y fue entonces cuando comencé a notar que no se comportaba como siempre había notado que lo hiciera. Sus acciones se veían fuera de lugar, influenciadas. Esa mirada soñadora y dopada simplemente ya no estaba ahí; el amor, la belleza del mundo no se reflejaba en sus ojos. Podía percibir enojo, una turbación que acabó en el fondo de su ser, una tensión que era fundamentalmente mala para alguien bajo el efecto de una droga tan hermosa.

A medida que la nube comenzó a alzarse, me di cuenta de que Matt no solo me había metido a las drogas. Me estaba drogando. Tras una semana de mi abstinencia secreta, me pasó un trago. Sé a qué sabe el éxtasis líquido.

No bebí mucho; fue suficiente para que mi concepto de la realidad decayera, pero no suficiente como para que olvidara. Pero por Dios que desearía olvidar.

Dijeron que no estaba tan flexible como normalmente estaba. Así que me encadenaron a los pilares de la cama.

Dijeron que no estaba tan callado como normalmente estaba. Así que me amordazaron.

Cinco hombres. Una noche. Suficiente dinero como para que Matt pudiera vivir de ello.

Soy una persona fuerte. O al menos soy lo suficientemente fuerte cuando me encuentro bajo peligro inminente. Después de que me había recuperado físicamente, tuve suficiente sentido común como para revisar las pertenencias de Matt mientras él estaba afuera esa noche.

No soy tan estúpido como él. Mezclar drogas de violación con jugo de frutas usualmente enmascara el sabor salado, y Matt simplemente amaba su jugo de naranja en los días de bajón. Esperé hasta que el efecto acabara, hasta que sabía que iba a recordar cada minuto de esa noche.

Trató de resistirse, el pobre, pero las mismas cadenas que le permitieron a los hombres violarme una y otra vez lo mantuvieron fijado en su sitio. Los dientes se le salieron con facilidad; no fue extraño para alguien como él. Ninguna droga me había brindado una euforia tal como el sonido de sus gritos a medida que arrancaba la piel de su cuerpo.

Nadie lo extrañó. Hubo una investigación breve, por supuesto, pero con las cadenas removidas y una pila de drogas en una esquina, fue fácil descartarlo como una escoria dopada que se metió en el negocio equivocado.

Como dije, Matt no era muy inteligente. Encontré los detalles de todos los hombres. Al recordar sus manos ásperas manoseándome el trasero, puedo sentir el llamado de la nube. Aún puedo palpar la carne de Matt bajo mis dedos, la belleza de la sangre que se acumulaba en la entrada de su boca. Maldición, supongo que he encontrado mi nuevo éxtasis.

No puedo esperar para escuchar cómo chilla el siguiente.

Después de todo, mi ex me metió a las drogas.

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