El hombre que Canta y Baila

1K 95 3
                                    

Ésta es, en mi opinión, una de las mejores historias que he leído, me hizo sentir ese escalofrío que hace tiempo no sentía a leer una creepypasta. Espero que les guste ;)

****

Queda poca gente viva que se acuerde del Hombre que Canta y Baila

El tiempo se ha ido con los sobrevivientes de aquella larga noche y estoy seguro de que se alegraron de reunirse con su creador. La vida toma un rumbo extraño luego de una noche como esa.

Los que todavía viven, Bill Parker, Sarah Carter y Sam Tannen, nunca hablan de eso. Sam tiene suerte. Su cerebro empezó a volverse papilla hace unos años y hoy tiene dificultades para recordar cómo ponerse los pantalones.

Consiguió una tregua temprana de sus recuerdos. Él no despierta noche tras noche, con la música sonando en sus oídos y las lágrimas surcando sus mejillas.

El Hombre que Canta y Baila llegó a Belle Carne con poca algarabía en el otoño de 1956. Acababa de terminar la secundaria y trabajaba como ayudante en Handy's Hardware. Me encontraba allí la tarde en que Sarah Carter atravesó la puerta, haciendo sonar la campanilla como loca.

—George, ¡tienes que ver lo que han puesto en el quiosco de música! ¡Hay una gran carpa y un hombre delante de ella, gritando como payaso de carnaval! —a Sarah le faltaba el aliento. Obviamente había cruzado corriendo el parque hasta la avenida principal.

Su cabello estaba revuelto en todas direcciones y tenía un mechón pegado a la nariz. Resopló y se lo apartó del rostro, aguardando a que reaccionara.

Con Sarah, siempre estaba dos pasos atrás y corriendo para ponerme al día. La niña tenía energía en aquellos tiempos y en un suministro ilimitado.

Dejé de organizar las cajas y dije:

—No había nada por allá cuando pasé esta mañana. ¿Cuándo llegó?

Ella encogió los hombros en un rápido movimiento.

—No sé, pero está ahí y tienes que ver a este sujeto. Está muy bien vestido, de los pies a la cabeza, y puede hablar. Chico, él puede hablar.

Lo pensé y miré el reloj. Eran casi las cinco y ya iba siendo hora de salir.

—De acuerdo, vamos a echar un vistazo pues.

Sarah sonrió ampliamente y se marchó. No dudaba que les diría a todos los chicos de la pandilla, los que todavía estaban en la ciudad. La mayoría de nosotros nos separamos después de la graduación. Solo unos cuantos de nosotros permanecíamos en la ciudad y solo unos cuantos de nosotros estábamos presentes para presenciar el baile.

Me dirigí al quiosco de música solo, sin esperar a los otros. Lo más probable fuera que Sarah ya estuviera allí esperándonos. Me encontré con Bill al pasar por la farmacia, donde trabajaba y se hacía el tonto.

—¿De qué demonios está hablando Sarah, George?

Ella voló hasta aquí y luego se marchó otra vez antes de que pudiera preguntarle nada.

Bill era un chico grande, el más alto (y el más gordo) de nuestra clase y casi me oriné de la risa la primera vez que lo vi usando ese pequeño sombrero de papel en punta. Cap McClearly hace que sus empleados idiotas lo usen. No obstante, a Bill realmente no le gustaba que se burlaran de él, y una vez que el moretón bajo mis ojos se desvaneció, me aseguré de no hacerlo más.

Es un buen tipo dejando de lado su mal genio. También era el mejor jugador del equipo de baloncesto en la secundaria, a pesar de ser uno de los pocos a los que han expulsado ​​de un juego. Arrojó a otro jugador en mitad de la cancha, y eso que eran del mismo equipo. Bill alegó que el otro muchacho le dio un golpe en el estómago. Tenía que haber sido un accidente; nadie se atrevería a hacerlo a propósito.

Historias de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora