10. Enemigo y... Padre

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Me quedé sentada, sin mirar a ningún objeto en específico porque mis pensamientos estaban bastante ocupados, llenos de angustia y es que de repente los recuerdos comenzaron a invadir mi mente, los recuerdos de cómo fui a caer en manos de ese genocida y es que recordaba cada momento a la perfección como si hubiese pasado ayer.

A pesar de que tenía mi daga en manos, ni siquiera la miraba, no podía ver en concreto alguna imagen más que las que generaba mi cabeza.

/.../

Recordé cómo sus tropas invadieron mi planeta y comenzaron a devastarlo cuando yo solo era una niña y pasaba un momento ameno y tranquilo con mi madre. Cómo al momento en que todo el ataque era bastante evidente yo no dejaba de estar asustada, y sin saber qué era lo que estaba ocurriendo y por qué.

A pesar del terror, hallé la manera de escabullirme un poco para observar lo que estaba pasando, cómo seres desconocidos comenzaron a invadir las casas de las personas que conocía, de niños con los que alguna vez yo había jugado.

Al ver la forma en que llegaron a invadir, no evité pegar un grito al estar mucho más aterrada, por tanto, mi madre me tomó en brazos y me abrazó para callarme y protegerme, abrazarme con ternura y asegurándome que siempre iba a anteponerse por mí.

Empecé a escuchar los impactos y los gritos más cercanos a nosotras, eso hizo que comenzara a temblar todavía más.

—Estaremos bien, estaremos bien—decía mi madre en afán de tranquilizarme.

Y entonces escuchamos un impacto al lado de casa, que hizo que ambas nos alteráramos, y yo pegase un grito mucho más ruidoso.

Mi madre puso su mano sobre mi boca con el afán de callarme, pero eso de nada sirvió, porque uno de los invasores abrió la puerta de golpe y se dirigió hacia nosotras. Ambas gritamos cuando se nos acercó temible, abrupto.

A mí, me tomó del brazo alejándome de mi madre, yo al momento no podía dejar de gritar, quería a mi madre, la necesitaba para sentirme a salvo.

Ella peleaba para tenerme de vuelta con ella y trataba de darle golpes a quién nos había separado.

— ¡Mi hija! ¡Mi Gamora! ¡Devuélvanme a mi hija!

— ¡MAMI! ¡¡MAMI!! —gritaba yo, intentando zafarme para volver a ella.

Entró otro, y al ver cómo mi mamá luchaba por recuperarme la golpeó de modo que la hizo caer, aunque no inconsciente, por tanto, pudo reincorporarse.

— ¡¡GAMORA!!

No escuché más de ella, porque la alejaron de mí y el otro que irrumpió la tomó para llevársela a otro lado y a mí me jalaron con toda sus fuerzas.

Cuando me sacaron de mi casa pude ver más palpable toda la destrucción, todas las naves que disparaban y mataban a mi gente, toda la destrucción que estaban provocando.

—Zehoberianos... elijan un lado o mueran—escuché.

Mientras observaba y escuchaba todo, trataba de ejercer alguna fuerza para escapar de quien me tenía atrapada para volver hacia mi madre, aunque ya no sabía a dónde la habían llevado.

— ¡Mami! ¡¿Dónde está mi madre?! —seguía gritando entre que golpeaba a quien me jaloneaba y hacía todo lo que estaba en mi para que me dejase libre— ¡Madre!

Y entonces, no supe cómo pasó, pero me liberé y lo hallé a él cuando levanté la mirada.

Su porte me dio un poco de miedo, al igual que su tamaño, sin embargo, pensé que no debía permitirme mostrarme débil a pesar de que él era demasiado imponente.

Devastation [•Steve Rogers•]  (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora