Capítulo 03: La sonriente chica de la caja

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¿Dónde estaba ahora?

Tras abrir los ojos se incorporó a medias para descubrir que reposaba en una suave cama. Notó que tenía puesto una especie de bata para dormir vieja o algo así. No tenía la más mínima idea de cómo había llegado allí.

Las imágenes de un puerco persiguiéndolo, de monos agresivos, y un asesino atravesando sus entrañas llegaron a su mente como una estrella fugaz.

—¡Minerva!

Miró con cuidado la habitación donde se encontraba. No era más que una especie de bóveda o cuarto para guardar herramientas. Era algo discordante si lo comparaba con el cielo donde se encontraba antes. Por un momento pensó que eso había sido simplemente un sueño.

No, definitivamente no fue un sueño. Minerva, la diosa de aquél mundo habló con él y gracias a ella no había muerto ante Zargas.

Podía considerarse afortunado.

La puerta del cuarto se abrió con parsimonia y Kouta giró el cuello para ver quién llegaba a visitarlo. Un anciano entró por aquella puerta. En el rostro del recién llegado se notaba bastante salud, también su mirada rebosaba de amabilidad.

—Qué bueno que ya has despertado —dijo aquél hombre.

—Ah, sí —Kouta no sabía que decir.

—¿Estas bien? —preguntó el hombre, frotándose la barbilla—, tenías mal aspecto cuando te encontré en el río.

—Mucho mejor, gracias.

Se sentía extraño aquél intercambio de palabras. El anciano le hablaba con bastante familiaridad, pese a que nunca en la vida se habían visto. Pero de aquella persona no se sentía nada fuera de lugar, no había nada que le advirtiera que no podía confiar en él.

—Me alegra oír eso —el anciano sonrío—. Mi nombre es Genar, soy el herrero del pueblo.

—Soy Kouta.

—Así que Kouta, ¿gustas pasar a mi casa? —El anciano señaló fuera de la habitación—. Esta solo es la bodega, debes tener hambre.

—Claro —respondió Kouta, dándose cuenta de lo hambriento que estaba.

La bodega donde había dormido resultó estar justo a la entrada del pueblo, y a un lado del río. La cascada podía verse unos metros más allá. Quizá la cercanía era la razón por la cual el herrero había logrado auxiliarlo.

Al entrar en su casa, Genar le ofreció un poco de café y un plato de sopa con algo de carne. Kouta dio las gracias y comió rápidamente. Parecía que Minerva tenía razón, había personas muy amables por ahí.

—Y dime Kouta, ¿de dónde eres? —preguntó el anciano—. Tu nombre no es tan común por estos rumbos.

—De un país muy lejos al sur. —contestó Kouta sin vacilar.

—Qué raro —Genar lo miró con extrañeza—, este pueblo es el último del sur.

Según el anciano, no era posible viajar mucho más allá en dirección al sur. Una extraña barrera que devolvía a todos a los bosques lo impedía. Uno podría estar todo el día tratando de viajar al sur, solo para regresar al punto donde había empezado.

Kouta pensó por unos momentos sobre la posibilidad de decirle que venía de otro mundo, pero era imposible. Supuso que era mejor guardar eso en secreto.

—Bueno, no te preocupes —Genar restó importancia al asunto.

—Gracias, estoy algo desorientado ahora.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora