Interludio 1

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Cuando aquél mundo mágico comenzó a caer bajo el yugo de un ser conocido como la «Reina Oscura», todos pensaron que la llegada de los héroes legendarios sería la respuesta.

Aquellos seis héroes, invocados desde otros mundos, llenos de bendiciones, pondrían fin a la opresión oscura que trataba de aplastar a todo Hanazonoland.

Pero los héroes, en su arrogancia, habían fallado su cometido. A lo sumo, uno de ellos, el más fuerte, pero también el más inmaduro, había logrado herir a la Reina Oscura para luego desaparecer sin dejar rastro.

No consiguieron otra cosa que no fuese avivar la furia de la Reina, cayendo uno por uno, en una masacre histórica que sería recordada hasta los días actuales. Aquél campo de batalla se tiñó con la sangre de los héroes, así como de todos aquellos valientes guerreros que, confiando en sus salvadores, los habían seguido a la batalla.

El fracaso fue total.

Ahora él, esperaba pacientemente en medio de aquel silencio sepulcral. Su uniforme estaba impecable, contrastando con toda la devastación y hedor a su alrededor. Él veía con calma como un solo hombre seguía en pie, con un canasto en las manos, caminando con sus últimas fuerzas hacia él.

—Así que está hecho —dijo aquél hombre impecable, mirando el canasto—. Ya no se puede dar marcha atrás.

—Sabes muy bien que no teníamos esa opción, Absol —respondió el moribundo, sujetando con fuerza el canasto—. No estarán a salvo aquí.

Absol, ese era el hombre del impecable uniforme, no respondió. Se limitó a chasquear los dedos. De inmediato, docenas de mariposas azules aparecieron de la nada, dando forma a una grácil chica de cabellos azules.

Aquella chica compartía la característica de Absol: su vestimenta lucía pulcra y limpia. Llevaba un pequeño bebe en brazos, de no más de unos días de nacido.

—Un gusto verte, Ginette —saludó el moribundo, forzando una sonrisa.

—...

Sin decir nada, la chica colocó aquella pequeña criatura en el canasto, revelando que había uno más en él.

—¿Estás seguro que no hay otra opción? —preguntó entonces la chica, Ginette—. ¿De verdad tienen que irse a otro mundo?

—No estarán seguros en ningún otro lado —replicó Absol—. Si se quedan aquí serán cazados como bestias. Morirán sin duda.

—¡Pero no garantiza nada! —insistió Ginette—. Se criarán débiles, y no podrán hacer nada al regresar.

No era momento de discutir. Absol, extendió las manos, mientras recitaba una serie de palabras inentendibles a toda velocidad. Hubo un estallido de luz cerca de ellos. Al punto un extraño portal, de un intenso color rojo, se abrió como un remolino ante ellos. Era el momento de partir.

—Despídanme de Aura —es todo lo que dijo aquél hombre del canasto.

—¡Estaremos esperando por ti! —exclamó Ginette—. Incluso si no nos recuerdas, nosotros esperaremos.

—Aún si olvidas todo —terció Absol, con voz grave—. No puedes olvidar el día en que has de volver. Rookwod te estará esperando.

—Descuida —calmó aquél hombre, acercándose al portal—, tengo un plan.

El hombre se despidió con una seca cabeceada, atravesando el portal que se cerró apenas unos instantes después. La derrota que habían sufrido aquél día sería recordada por siempre en el mundo, la humillación que sufrirían los héroes jamás sería perdonada. Aquél día todo se creería perdido, dejando no más que cruentas batallas carentes de esperanza en el futuro. Todos pensarían que nunca jamás volvería a haber alguien tan idiota como para atreverse a enfrentar jamás a la Reina Oscura.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora