Capítulo 23: El nacimiento de Reforce (1)

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Dos asesinos, con el apoyo de su gran líder, habían rodeado la guardia. Disfrutaban ver a esos tontos aventureros tensándose, como si realmente se estuviesen preparando para resistirse, como si pensaran que tenían alguna oportunidad de sobrevivir.

Kumo tomó una flecha del carcaj que tenía a cuestas. Tensó el arco, apuntando a la elfa, quien se preparó para bloquear el golpe. No disparó, solo la mantuvo en la mira, sembrando la incertidumbre.

Los wolbos gruñían amenazantes, rondando alrededor del carruaje sin comenzar su ataque. Un silencio total se había alzado en la zona, inquietando sobremanera a quienes tenían la misión de mantener a salvo a la princesa Azelleb.

—Tengo una pregunta —dijo Gaspar, rompiendo con aquél condenado silencio—. ¿Por qué haces esto?

Mantuvo la vista fija en Liebert, mientras sujetaba su espada con ambas manos lo más fuerte que podía. Y pensar que tenía delante suyo a un verdadero criminal de clase vasallo. El asesino, sin inmutarse, se tomó su tiempo para responder.

—Deberías saberlo, esto es lo que un asesino hace.

—Sabes a qué me refiero —replicó el caballero—. ¿Por qué vas precisamente tras la vida de los príncipes?

—Porque está es la mejor oportunidad para tomar sus vidas —respondió Liebert, con calma—. En el reino de Azelleb ellos gozan de una protección perfecta, sería un suicidio haber aceptado el trabajo cuando ellos estaban allá. Pero ahora, en este continente lleno de gente débil, la cosa cambia.

—¿Trabajo? —Felt repitió aquello, desconcertada—. ¿Quién te ha contratado para esto?

—No necesitan saber eso —Liebert levantó lentamente una mano, provocando un ligero temblor en el lugar—. Quiero terminar cuanto antes.

Kumo y Siverius hicieron violentos movimientos, tomando sus armas para finalmente atacar. A la vez los wolbos gruñeron con ademanes de arrojarse sobre los caballeros.

—¡Protejan a la princesa! —gritó Gaspar que, al igual que los demás, se dispuso a luchar hasta el final.

Pero las condiciones de batalla sufrirían un cambio más.

La situación daría un giro drástico en el momento en que una enorme masa verde y viscosa saltase por sobre todos los presentes, emitiendo un potente grito de guerra.

—¿Un limo? —preguntó Liebert, mirando con interés al ser que venía sobre él.

—¡Llegaron los refuerzos, literalmente!

Aumentando el tamaño de su puño derecho, Zarc arrojó un contundente golpe contra el asesino. Por desgracia, su golpe ni siquiera llegó a conectar. Un muro de roca se alzó entre ambos, bloqueando el golpe gelatinoso, mientras una extremidad rocosa lo golpeaba, deshaciéndolo en pedazos pequeños.

—¿Llamas a eso refuerzo? —inquirió el asesino. Luego, volviéndose a sus hombres, ordenó—: Mátenlos de una vez.

El primero en hacer el movimiento fue Kumo, disparando con precisión perfecta contra la elfa que se había distraído con la llegada de Zarc. Su ataque entró en una parte redonda y suave.

—¿¡Qué!? —Kumo no esperaba que aquello se interpusiera.

Felt miró con sorpresa como una pequeña esfera viscosa, de un lindo color rosa, había saltado del arbusto más cercano para servirle de escudo.

—¡¡¡Limos!!! —gritó Siverius, alertando a todos.

En el continente de Lumínica era bastante raro encontrar limos tan desarrollados y con la capacidad de hablar qué tenía Zarc. La mayoría eran como las docenas de limos que en esos momentos emergían de los arbustos: pequeñas esferas gelatinosas que no podían producir más que pequeños chillidos mientras rebotaban como pelotas para avanzar.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora