Capítulo 09: La amenaza carmesí de Berna (1)

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Parte 1

Estaban en Berna, un asentamiento no mucho más grande que el pueblo que habían dejado dos días atrás, aunque si un poco más bullicioso. Un pequeño mercado se establecía en el centro de todo, sirviendo de pequeño sustento para los habitantes. Tras despedirse del buen hombre que los había llevado hasta allí, se acercaron a los diferentes puestos, donde se les ofreció una gran variedad de alimentos para escoger.

Era aquí donde entraba en juego su presupuesto.

—Tienen dinero, ¿verdad? —Kouta interrogó a las chicas.

—¿Acaso vienes de viaje sin un solo sapphire? —replicó Odette con desconcierto—. Eres muy descuidado.

—Lo siento, no sabía que viajaría en otro mundo —dijo el chico con sarcasmo, bajando la voz—. ¿Podrías prestarme un poco?

—No tengo nada. Mi hermano me hubiese matado si tomaba algo de sus ahorros.

No había de qué preocuparse, pensó Kouta. Aún tenía a Felt, quien había llegado hasta allí después de viajar desde otro continente. Ella no podía tener las manos vacías.

Aun así, la elfa parecía muy interesada en admirar la belleza el cielo, evitando la mirada de los otros dos.

—Felt...

—¿Sí? —la elfa lo miró con un tic en el ojo.

—Creo que está de más, pero ¿tienes algo de dinero?

—Era de esperarnos este problema —respondió Felt, con un suspiro—. No tengo fondos en estos momentos.

Un incómodo silencio se asentó entre ellos. En situaciones así, cuando ninguno de los integrantes de una partida tenía un solo centavo, se decía que el equipo estaba oficialmente en quiebra.

—¿¡Cómo se les ocurrió venir con las manos vacías!? —estalló Kouta.

—L-lo siento, en verdad lo siento —se disculpó Felt, haciendo una inclinación—. Tomaré la responsabilidad por esto...

—Espera un poco, Kouta —Odette se puso a la defensiva—. ¿Cómo es que tú inicias un viaje estando en quiebra? Te atreviste a invitarnos en tu viaje sabiendo eso.

—¡Ustedes se invitaron solas, gansa sonsa!

—¿¡A quién llamas gansa sonsa!? —inquirió Odette con aire ofendido.

Ambos iniciaron un brusco empujón contra el otro al mismo tiempo, sujetándose las manos, tratando de aventajar al otro. A punto de agarrarse a golpes entre compañeros, las risas de un hombre desviaron la atención de los tres. Se trataba de un hombre con pinta agricultor, de edad avanzada. Llevaba una carretilla con varias herramientas de trabajo para la tierra.

—Parece que tienen un problema, chicos. —Les dijo el granjero—. Yo podría ayudarlos dándoles un poco de verduras de mi huerta.

—¿En serio? ¡Gracias, señor! —agradeció Odette, pero Kouta miró al hombre con reserva.

—¿Qué es lo que quiere a cambio?

—Un poco de ayuda en el trabajo —respondió el granjero tras reír—. ¿Qué dicen? Incluso puedo invitarles a comer después del trabajo. Les aseguro que el estofado de mi esposa es delicioso.

La promesa de la comida fue la variable que terminó por convencer a Kouta.

Unos minutos más tarde, los chicos andaban a las afueras de Berna. Justo del lado opuesto de la entrada principal, se encontraban las huertas, siendo trabajadas por hombres rudos. Aquél hombre mayor se presentó ante ellos simplemente como Julián.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora