Capítulo 11: La indigente de Lumeburgo (1)

80 10 47
                                    

Parte 1


Una especie de puerta levadiza servía como entrada a la gran capital, Lumeburgo. Tan solo dar los primeros pasos dentro, podía notarse el gran movimiento que solo podría verse en un lugar digno de ser llamado ciudad.

La primera impresión en general le recordaba a algún tipo de estilo medieval, como en las películas que había visto en algunas ocasiones. Las casas estaban fabricadas con algún tipo de piedra amarilla y absolutamente todos los techos eran de teja negra. Numerosos pueblerinos iban y venían, llevando canastas para hacer compras. Un gran número de mercaderes transportaban mercancía en grandes carretas.

Aventureros iban y venían, todos llevando armas en la espalda o al cinto. Algunos se detenían en los locales ambulantes. Muy al fondo de este callejón, podía verse un imponente castillo alzarse.

—¡Esto es increíble! —exclamó Kouta

—Tienes razón —concedió Odette, sin perder detalle de los alrededores—. ¡Es maravilloso! Kouta, gracias por traernos contigo.

—No lo agradezcas —dijo Kouta, de mal humor—. Ustedes se invitaron solas.

Era sorprendente como ni siquiera la pronta caída de la noche acababa con el movimiento. Es más, los mercaderes ambulantes ya preparaban antorchas para alumbrarse, como si fuese de lo más normal estar vendiendo toda la noche.

Siendo ese callejón apenas la entrada a la enorme capital, Kouta no podía imaginar que tantas cosas podría haber allí para sorprenderlo. Era casi una lástima saber que no iban a estar mucho tiempo allí.

Kenji encontró un pequeño puesto donde había bastantes artefactos explosivos de diferentes formas y tamaños. Entre ellas podían verse varias bombas iguales a los artefactos que él tenía. Decidió preguntar al dueño del comercio por ellas.

—Son bombug —respondió un amable anciano—, estas bombas son fabricadas con un hechizo especial que les permite detectar el verdadero objetivo de quien las lanza.

—No entendí nada —dijo Kouta, y pareció que Kenji estaba en la misma situación.

—Básicamente, puedes arrojarlas incluso al lado contrario de tu objetivo, pero si estás mentalizado en alcanzarlo, el bombug corregirá su rumbo —explicó el anciano—. Pero si no tienes claro donde se encuentra este es mejor no arrojarlas o el artefacto tomará un camino al azar. Se usa principalmente en cacería de criaturas grandes.

—Eso explica porque cuando Kenji usó uno antes tomó un camino erróneo —comentó Felt, chasqueando los dedos—. Como estás ciego es lo mismo que no tener claro el objetivo.

—¡No estoy ciego! —replicó Kenji, molesto—. Mi visión solo es un ochenta por ciento menos eficiente que la de los demás, eso es todo.

El anciano les ofreció un saco de esos bombug por ochocientos saphires.

Tuvieron que rechazar la oferta debido a que no contaban con recursos. Aquello preocupaba un poco a Kouta. En Berna les habían dado la carreta y un poco de provisiones, pero lo cierto es que seguían sin dinero para sustentarse.

Esto podía considerarse una grave falla en el plan de su viaje, y así se los hizo ver a sus compañeros.

—No te preocupes, Kouta —lo tranquilizó Felt, con un gesto galante—. Un viaje no puede ser emocionante sin dificultades. Solo hay que afrontarlo con energía positiva.

—¿Y esa energía positiva va a llenar mi estómago?

Felt no respondió, acababa de ver algo digno de su atención. Dos chicas, de fino rostro, bien proporcionadas y risas angelicales se acercaban por aquella calle. Antes de que Kouta pudiera detenerla, la elfa se interpuso al paso, confundiendo a las chicas.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora