Capítulo 23: El nacimiento de Reforce (2)

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Parte 2:

—Hermano... por favor...

—¡Silencio, estúpida!

Una bofetada resonó entre la arboleda.

Odette caería al suelo. Su hermano la miraba con ira reprimida, mientras sus compinches no sabían si reír o guardar silencio.

Estaban acostumbrados a ver que la tratara con violencia, pero los golpes de su cabecilla no tenían límites aquella vez. Por una vez, no disfrutaban viendo los azotes a los que la peli-azul estaba siendo sometida.

—¿Creíste que podías irte de mi lado? —preguntó Andy, escupiéndole en la cara—. ¡No he comido como se debe en varios días! ¿¡Querías que muriera de hambre!?

—N-no era esa mi intención —respondió Odette, con una de sus mejillas hinchadas, a punto de echarse a llorar—. Yo solo... solo quería ver el mundo qué mamá tanto nos había contado...

—¡Ella está muerta! —vociferó Andy, dándole una patada en las costillas—. ¿Por qué demonios no lo entiendes? ¡Ella era igual que tú! ¡Siempre con esa sonrisa estúpida! ¡Ni siquiera en su lecho de muerte dejó de sonreír! ¡Qué asco!

La ira de Andy alcanzó nuevos niveles al ver como su hermana se reincorporaba a medias para mirarlo con una profunda expresión. Pero, conforme notaba la enorme similitud entre aquella expresión y la última que había visto hacer a su madre, su ira se fue truncando en horror.

Odette lo miraba en medio de un mar de lágrimas, con una pura y hermosa sonrisa además de una mirada que, lejos de denotar odio o rencor, solo demostraba la felicidad que la chica estaba sintiendo, demostrando la pureza de su alma.

—¿Por qué sonríes, estúpida? —preguntó Andy, apretando los puños.

—E- es la primera vez que me hablas de... de nuestra madre —respondió Odette, sonriendo mientras fallaba en la tarea de contener sus lágrimas—. Hermano, ¿de verdad me parezco a ella? ¿Realmente al verme en el espejo puedo ver a mamá?

Una ira intensa invadió al chico. Gritando como un desquiciado, tomó a Odette por los cabellos. Sin miramientos, comenzó a repartirle una bofetada tras otra, haciéndola gritar de dolor.

—¡Si! —bofetada— eres —bofetada— igual —bofetada doble—. ¡A nuestra maldita madre! ¡Eres un maldito fenómeno!

Odette no podía hacer otra cosa que gritar y llorar, rogando por ser liberada, aunque bien sabía que eso no pasaría. Su hermano la golpearía hasta el cansancio, y después la confinaría para siempre en casa.

—Creo que fue suficiente, Andy —dijo uno de sus compinches sintiendo lastima por la chica—. Seguro que aprendió la lección.

—¡No! ¡no es suficiente! —el chico miró a su alrededor—. Esta imbécil necesita aprender donde está su lugar.

Vio algo que hizo que sus ojos deslumbrarán con maldad. Un arbusto con hermosas flores, famosas por sus grandes espinas rojas, yacía bajo un árbol. Andy se acercó y, con ayuda de una navaja que siempre llevaba, cortó un buen ramillete, el cual azotó contra el tronco del árbol para probar su efectividad.

—... ¿Hermano? —Odette no podía incorporarse por completo—. Por favor, hermano... yo te quiero... realmente te apreció muchísimo.

—Deja de decir idioteces —Andy azotaba el ramillete, acercándose peligrosamente a ella—. Que me quieres, ¿dices? ¿¡Cómo puedes decirme eso si te trato tan mal!? ¡Deberías detestarme! ¡Mírame con odio!

—No puedo hacer eso —replicó Odette, tratando de sonreír pese a su maltrecho rostro—. Porque eres mi querido hermano.

Andy no podía soportarlo más. Un fuerte trauma afloraba en él cada que tenía que ver el rostro de su hermana. Al verla, veía también a la abominación que había sido su madre para él. Se lanzó sobre ella, dispuesta a destrozar su hermoso rostro con las enormes espinas.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora