Capítulo 26: El último caído (2)

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Parte 2


Liebert mantenía un silencio sepulcral mientras miraba fijamente la cara del hombre que había obtenido en calidad de rehén. Aquél hombre, que solo tenía la cara fuera de la prisión de roca, no era el príncipe de Azelleb.

—¿Qué significa esto?

—¡Déjenme ir! —suplicó el campesino atrapado en la roca—. ¡Por favor! ¡¡No quiero morir aquí! ¡haré lo que sea!!

No podía creerlo, ¿cómo había sido capaz de cometer semejante error?

—Señor —Diot habló en voz baja, tratando de no molestarlo—, si nos damos prisa podremos terminar con esto.

Pero Liebert ya no estaba tan seguro de aquello. Una y otra vez los esbirros que había reclutado habían fracasado en aquella misión. Su última carta de ataque era Jackob y los magorians que estaban a su disposición, pero ¿Podía confiar en que llevaría a cabo su parte del trabajo?

Apretó el puño izquierdo, desahogando parte de su furia al comprimir la roca prisión. Incluso los gritos desgarradores del desdichado que tenía dentro no lograban calmarlo.

—¡POR FAVOR! —vociferó Andy, escupiendo sangre—. ¡NO ME MATE, POR FAVOR! ¡NO ME MATE!

—No te preocupes. —La mirada de Liebert no podía ser más gélida—. No tengo tiempo que perder contigo, así que no sufrirás mucho.

—Señor Liebert —interrumpiendo a su líder, Diot miró en cierta dirección—. Tenemos compañía.

No contó con la llegada de gente dispuesto a desafiarlo de frente. La prioridad de aquellos que se hacían llamar la escolta debía ser llevar a los herederos cuanto antes al puerto, ¿habían osado separarse en grupos? ¿Significaba que no eran para ellos un peligro tan importante?

Sus dudas incrementaron más cuando vio salir de los arbustos a solo un chico en compañía de una semi-humana.

—¿Tú? —preguntó Liebert tras reconocerlo.

El estado del chico no podía ser más lamentable. Sus ropas estaban hechas jirones, su cuerpo lleno de moretones y tenía una herida a medio tratar en el abdomen. Además, solo venía armado con unos brazales bastante gastados.

La pequeña kitsune a sus espaldas no estaba mucho mejor que él. Con todo eso, ambos lo miraban con determinación.

—Liebert, deja al campesino —dijo el chico, entre grandes jadeos—. Estás a muy poco de perder. Lyon y Safina de seguro ya están en el puerto y...

No pudo continuar. El chico ante sus ojos cayó de bruces para devolver la mitad de los fluidos que yacían en su estómago.

—¡Kouta! —gritó la pequeña kitsune, arrodillándose—. ¿Qué pasa ~degozaru?

—No estoy acostumbrado a tanta actividad física —respondió el muchacho, sufriendo pequeños temblores—. Dame un minuto.

¿Quién demonios era aquél tipo?.

Era lo que pasaba por la mente del asesino.

Detuvo a su subordinado Diot cuando éste hizo un ademán de abalanzarse a ellos. No era seguro hacer un movimiento al azar.

Era imposible que vinieran ante él encontrándose tan mal. Tenía que ser una especie de estrategia, pero ¿con qué propósito?

Miró a sus alrededores, recorriendo con atención el claro en que se encontraban. Quizá el resto de sus compañeros estaban por allí, a la espera de su distracción. Pero no era probable, el chico había dicho que los herederos estaban cerca del puerto. ¿Era posible que ese aventurero tuviera todo calculado?

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora