Al abrir mis ojos, estaba en una casa de madera, era pequeña y allí dentro no había nada ni nadie, me levanté de una cama de metal sin colchón toda adolorida. Vi que ni siquiera estaba atada o algo por el estilo, simplemente estaba allí.
Ya era día, lo vi al salir fuera de la casa que ni siquiera tenía puerta. Mis ojos no estaban acostumbrados a la luz pero al hacerlo, pude ver la calle destruida, el aspecto de la gente que me miraba extrañada pero no se acercaban a mí. Las casas estaban con sus fachadas destruidas y la gente se veía triste y apenada.
No sabía en donde estaba así que comencé a caminar, obviamente me encontraba en el Oeste pero ¿Para qué traerme aquí?
Luego de caminar unos minutos, viendo la gente muerta de hambre llegué a una plaza donde había varia gente y entre eso, pude ver a la esposa de Edward, si era ella.-Stella- llamé y corrí hacia ella quien al verme abrió como platos sus ojos.
-¿Casey? ¿Qué haces aquí hija? Preguntó nerviosa mirando a todos lados.
-No lo sé, me trajeron aquí… No sé a dónde ir- dije y me miró con ternura.
-No puedo invitarte a mi casa, pondría en riesgo a la familia- dijo y asentí.
-Entiendo y ¿sabes donde vive Niall? ¿Horan?- pregunté y ella pensó un segundo.
-Sí, Edward siempre iba allí… Déjame llevarte.
Stella me guío por varios callejones, entrando de uno a otro hasta que llegamos a un edificio que estaba pegado a otros en bloques. Me dejó en uno de ellos y toco timbre en uno de los últimos pisos para luego irse sin decirme nada.
-¿Si?- sonó la ronca voz robótica del profesor Horan.
-Ah… ¿Puede abrirme por favor? Soy Casey…- dije e hizo una pausa.
-Aguarda un momento- dijo y me quede parada contra la puerta. Unos pocos minutos después, apareció el profesor en pijama abriendo la puerta y sin decir nada, me tomó de la remera obligándome a entrar.
Me llevó de la misma forma por las escaleras hasta el antepenúltimo piso donde entramos a un apartamento y cerró la puerta. Por dentro, el apartamento era un mono ambiente. Había una cama de dos plazas contra las ventanas en un extremo y frente a ella había una puerta que daba al baño. A la izquierda de la puerta había una mini cocina con una mesada que lo separaba de ese espacio.-¿Qué haces aquí?- preguntó abriendo la heladera mientras yo me sentaba en uno de los bancos toda adolorida.
-No lo sé…- dije tomando mi cabeza.
-¿Cómo llegaste aquí?- preguntó y me encogí de hombros.
-La esposa de Edward, Stella- dije y asintió sirviéndome un vaso de jugo.
-¿Quién te trajo al Oeste? No me digas que viniste sola, eso sí que sería estúpido- dijo y negué.
-Estaba en la biblioteca y al salir me atacaron…- dije tomando mi cabeza.
-¿Te sientes bien?- negué intentando de no llorar.
-Ya, mejor ¿Por qué no te acuestas y duermes un poco?- preguntó dulcemente y recordé lo que Herb dijo, sobre que no puedo confiar en nadie del Oeste.
-¿Cómo sé que puedo confiar en ti?- pregunté y rió.
-Así que… Ya comienzan a llenarte la cabeza con que los del Oeste queremos “Lastimarte”- dijo haciendo comillas en el aire y asentí- Tranquila, no estoy de acuerdo con nadie… Soy ¿cómo se dice? Un neutro…
-¿Eso existe?- pregunté y rió.
-No lo sé, para mi si… Pero tranquila, si tuviera intensiones de matarte o violarte ya lo hubiera hecho- dijo- Aunque es casi que un pecado que la hija del hombre más rico del Este, hombre que controla el dinero está aquí conmigo…