Advertencia: Mucha cursilería en este cap, se recomienda discreción.
Igual, no se abstengan de comentar, porque literal vivo de sus comentarios :'D
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Los cubiertos chocaban contra la cerámica fina que sostenía su cena. El cuchillo de plata fina, que él mismo se había encargado de pulir, cortaba con delicadeza y precisión ese trozo de carne cocinado a término medio. Mientras masticaba el trozo de carne el hombre lo intentó acompañar con puré de patatas y una crema de champiñones, frutos que él mismo se supervisó en la mañana desde sus invernaderos, aquello mientras cierta canción sonaba en su viejo tocadiscos francés. Todo un manjar, como debía hacer.
Pronto una tos falsa interrumpió la cena de aquel hombre, él sin perder el porte se limpió las comisuras de su boca con un pañuelo completamente blanco y con su nombre bordado en este, aunque ni siquiera se había manchado de comida, aquel caballero debía mantener la postura más si estaba en frente de sus comandantes.
— Sigues vivo, eso eso es bueno.— Le dice a uno de ellos, Abel, cuando este se presenta reparado pero sin un brazo a su oficina. Toda la historia que compartía con él le daba grandes razones para afirmar frente a los demás que era uno de sus mejores hombres, por eso cuando llegó sin un brazo y totalmente molido sus puertas, gracias una chica de Ericcson, este no se lo podía creer. Por poco no le daba una bofetada por desobedecer sus ordenes. Sin duda eso había manchado la reputación que tenía con los demás.
— He actuado rápido.— le dice este en respuesta.
— Pero no inteligente.— Espeta, aquellos que están de pie enfrente de su despacho guardan silencio. Saben que no hicieron un buen trabajo, por eso mismo estaban ahí, esperando a la orden que diera aquel caballero de barba blanca y abundante.— Sigo sin creer que una chiquilla te hiciera eso...
— No fue ella, me empujó a una horda de caminantes.— Le corrige Abel, el viejo arruga su nariz en señal de molestia, aunque lo deja pasar, ya después le haría recordar lo cuan molesto es que le interrumpan.
— Una horda, gracioso.— dice al mismo tiempo que menea su copa de vino para darle un sorbo.— Al menos trajiste lo que quedaba en la estación ¿Cierto? — Realmente sabía la respuesta, por la forma en que Abel mira nervioso a los lados.
— Fuimos a ver esta mañana, y ya no había nada. Se lo llevaron todo.— Dice esta vez el sujeto de a lado, Jackson, con un eje de diversión ¿Qué era lo gracioso aquí? ¿Que ambos eran unos inútiles? ¿Que no podían hacer un sólo trabajo bien? Definitivamente algo estaba pasando con sus hombres, se estaba perdiendo uno de sus más importantes principios.
— ¿Nada? — Vuelve a preguntar, cuál fue su sorpresa cuando ninguno de ellos dos le contestó. Vaya, esa misión había sido un desastre, y perdieron más suministros que de los que debían ahora que tuvieron que usarlos para salvar la vida de Abel.
Ahora se pregunta, ¿Cómo se atrevía a mirarlo a la cara después de haber fallado en tan sencilla misión? Sin duda tenía que disciplinar mejor a su comando, quizá el método que usaba no era el mejor.
— Está bien, usaremos nuestras reservas para el próximo juego.— Termina por decir aquel anciano, podía ocupar sus suministros para el invierno que se aproximaba y los próximos eventos. Sin embargo, su mano derecha, la única mujer presente en la sala y con la autoridad de sentarse en uno de sus sillones, a diferencia de sus compañeros que estaban de pie, hizo un gesto con su mano para poder tomar la palabra y completamente disgustada, y desde entonces supo que esta vez no habría felicitaciones para la mujer.