Su miedo irrefutable lo había embriagado, en ese entonces no tenía idea de qué hacer para tratar de quitar este peso de encima. Sus ideas colapsando, sintiéndose un poco tonto al darse cuenta de lo que había hecho, y lo que había ocasionado.
Podrían haber mil caminantes ahí afuera, pero se sentía más expuesto con ella sabiendo sus temores.
Ya era mayor, pero aún seguía siendo lo suficiente tonto como para hacer cosas que para ojo de los demás no era lo correcto y sobresaliendo de lo precipitado. Pero era una decisión difícil la que había tomado, no sólo para su bien, sino también para al de aquella chica, lo mejor era terminar todo desde raíz para evitar que siga creciendo el daño.Siempre era juzgado por lo demás por ser un despreocupado, por no tener los requisitos suficientes para la sobrevivencia. Pero para él, había una gran diferencia entre vivir y sobrevivir. Aunque fuera tonto, se negaba a vivir con el creciente miedo a la vida, cosa que ocasionó que tomara las cosas de manera distinta. Le gustaba eso, le gustaba no tener que andar de puntillas cuando perfectamente podía correr.
Eso le llevó a tomar un estilo de vida distinto a los demás, lo tacharon de tonto, descuidado y ausente. Pero no le importaba en ese momento. La vida era una, y prefería morir en cualquier momento, que morir de viejo sin haber hecho las cosas que quería.
Nadie le entendía, y no le veía el gusto por la supervivencia arraigada. Pero todo comenzó a cobrar sentido el día que esa hermosa chica llegó de la manera más precipitada, y sorprendentemente llegó a fijarse en su mísera existencia. Disfrutó de ello lo más que pudo, pero se asustó al momento en que ella se convirtió en algo más importante que de lo que era en un principio.
Sin temor a decir que había encontrado a su compañera con la que quería compartir el resto de su vida.
Pero la vida no era así, se dio cuenta de cuan frágil era la línea ficticia que se había trazado al peligro. Frustración, al ver que ella estaba siguiendo sus pasos, viviendo de la misma manera que él. Dos tontos tratando de disfrutar esos escasos momentos de su compañía. Ocasionando que su miedo creciera, lo arruinara, y que él mismo la lastimara. Llevando a que finalmente tuvieran que alejarse.
Para protegerla de si mismo, porque Clementine era decidida. Estaba dispuesta a disfrutar por completo cada momento sin bajar la guardia. A divertirse sin arriesgar el cuello, y tenía que seguir así.
Así lo veía él, de ese modo tan absurdo pero en su mente tenía sentido.
Aunque, si después de todo el revuelo, cuando las cosas ya no sean tan penosas entre ellos, si ella tuviera la intención de volver a intentarlo, él la aceptaría encantado. Pero hasta entonces, sólo quedaba desligarse de ella para que su contacto sea menos doloroso.
De todas formas, no había nada de por medio que lo evitara.
Sus acciones ya estaban hechas, y no puede cambiarlas aunque quisiera. Él dejó que aquella chica se volviera en su propia necesidad, y en su defecto, ella también dejó sus defensas abajo.
Aunque todo aquello no puede evitar verlo como una decisión errónea, lo lleva pensando toda la noche. Tratando de conciliar el sueño, pero hasta eso se había puesto en su contra. Se había acostumbrado a la idea de compartir el lecho con Clementine y su pequeño, que ahora que se encontraba en su anterior descanso no soportaba el silencio que abordaba, ni la cama que se suponía debía abrigarlo porque ahora estaba demasiada fría a su contacto.
Entonces, cansado de aquello. Louis se levanta de su colchón y pone las manos en sus rodillas. Buscando por su cuarto, paseando sus ojos en esas oscuras paredes buscando alguna distracción que le ayudara a llevar su descanso acabo.