Capítulo 4

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Ya era viernes y seguía sin creerse lo que pasó la noche del miércoles.

Osea, había hecho algo que no hizo en toda su vida. Y con esa chica tan odiosa y que tan mal le caía, pero que tan bonita era... Sacudió la cabeza para alejar aquellos pensamientos, ¿pero a quién quería engañar? Iba a ser imposible olvidarla después de algo como eso.

Jamás se había acostado con alguien tan rápido. Siempre esperaba a estar segura de querer una relación, y más tarde llegaba el sexo.

Pero con Alba fue distinto, quería echarle la culpa al alcohol, a que iba un poco pasada de copas, sin embargo nunca había sido de las que perdían la cabeza. Ella sabía perfectamente lo que hacía, tal vez se reía de cualquier estupidez cuando iba ebria, pero siempre era consciente de todo.

Se tranquilizó pensando en que ya no volvería a verla más, pues no pensaba salir demasiado de su casa, nada más para tocar y, por supuesto, cambiaría de lugar.

Ni si quiera se lo había contado a sus amigos. Fue algo que prefirió quedarse para ella misma.

Seguramente, con el tiempo acabaría olvidando lo ocurrido y sólo sería una anécdota más que podría contar, o no, más adelante.

Aún así no se arrepentía de nada. La manera en que esa diminuta rubia la encendía era realmente impresionante, la noche que pasó con ella no fue diferente. No fue nada guarro, Alba la tocó con mucha suavidad y cariño, algo que no hubiese imaginado nunca.

Queriendo dejar de lado sus pensamientos, agarró su guitarra y se puso a componer, pero como todo lo que se le ocurría le recordaba a la chica del miércoles, optó por dejar su guitarra y ponerse a estudiar.

Así sí consiguió apartar a la muchacha de su mente. Si tenía algo de lo que podía presumir era de su concentración para estudiar. Era capaz de aislar cualquier pensamiento y dedicarse tan sólo a las letras que tenía que memorizar.

Estuvo empollando hasta las seis y media, que decidió salir a merendar y se encontró con su padre en el salón.

-Recuerda que hoy es la cena con Ángela— le habló su padre mientras ella se dirigía a la cocina en busca de un tazón de sus cereales favoritos.

No pudo evitar hacer una mueca sin que su padre la viese, había olvidado por completo esa cena, pero aparentó perfectamente que eso no había ocurrido.

Se sentó junto a su padre y ambos miraban la televisión en silencio, hasta que ella decidió lanzar la pregunta que rondaba su cabeza desde que su padre le contó sobre su novia.

-¿Y cuándo nos mudamos?

Su progenitor la miró de soslayo acariciándose su incipiente barba, la había cortado días atrás.

-Probablemente la semana que viene, es un poco apresurado, pero no queremos alargarlo mucho.

Natalia asintió con la cabeza.

-¿Y dónde vamos a vivir?

-Cerca del Retiro hay una zona de pisos que hemos ido a mirar, están bastante bien, el sitio es espacioso y no es demasiado caro— el hombre le respondió casi al instante—. Te va a gustar, tiene una terraza mucho más grande que esta.

La pelinegra asintió conforme. Seguía sin hacerle mucha gracia compartir casa con personas desconocidas, pero es algo que tenía que hacer por su padre y tampoco es como si fuera a acabarse el mundo por ello.

La cena iba a ser en casa de la novia de su progenitor, Ángela. Su padre hablaba muy bien de ella, por lo que a Natalia la llenó de una confianza bastante grata, ella había rezado porque no se hubiese buscado una mala mujer.

Musa // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora