Para cuando su familia regresó, Alba y Natalia se encontraban acurrucadas en el sofá cual gatas.
Su madre, Santi y Celia se quedaron congelados en la entrada, admirando la escena, para después romper en carcajadas. La pelinegra no pudo evitar sonrojarse, así que, removiéndose incómoda, dijo:
-Bueno... Ah... Esto...— se rascó la cabeza con nerviosismo— Ella es Alba.
Agachó la cabeza avergonzada. Se había pasado literalmente toda la tarde dándose mimos con Alba, y poco se había parado a pensar en qué mierdas le soltaría a su familia cuando se encontraran con el pastel en casa.
-Lo sabemos— su hermano alzó las cejas a la vez que hablaba con un tono bastante obvio.
Estaba más nerviosa de lo normal, así que se decidió a mirar a su chica, que sonreía con gracia mientras la admiraba. La actitud de la rubia le resultó algo extraña, pues lo más normal sería que mostrara una talante similar a la que presentaba ella misma.
Frunció el ceño, pero antes de que pudiese decir nada, su madre lo aclaró todo.
-¿De verdad te creíste todo eso de que tenía que venir un repartidor? ¿De que no podías venir con nosotros porque sólo se lo permitían a dos personas?— María se rió, sin poder evitarlo, admirando el rostro de su hija, que se encontraba sumando dos más dos.
Cuando cayó en la cuenta de lo que sucedía, sus ojos se abrieron como platos y Alba no pudo evitar reírse de su reacción. La muchacha siempre había sido muy expresiva, y hacía unas muecas divertidísimas para todo.
Cosa que a la pequeña le encantaba.
-Todo lo habíais planeado...— comentó en voz alta, a pesar de que lo dijo para sí misma.
Celia y Santi se rieron, María se acercó al sofá en el que estaban sentadas las dos chicas y Natalia se levantó lanzando improperios.
-¡Pero serás perra!— exclamó mientras se reía y se giraba hacia Alba. La mayor le sacó la lengua a la vez que achinaba los ojos, en un gesto adorable— Que calladito te lo tenías, pedazo de cabrona...
-Natalia, esa lengua— la reprendió su madre, mas sin borrar la sonrisa.
La pelinegra continuó mirando mal a la rubia, hasta que ella desvió la atención para dedicársela a su madre, que las admiraba con una diversión poco propia, pues la mujer solía ser una persona de semblante serio.
-Muchas gracias por la ayuda, María, creo que me habría sido imposible contactar con ella sin ti— le sonrió Alba educadamente, con la dulzura y la ternura que la caracterizaba.
La mujer le sonrió. Había hablado con ella en muchas ocasiones por teléfono, para planear todo el reencuentro, sin embargo no habían tenido la oportunidad de verse en persona, claramente. Acto seguido, se levantó y se internó en la cocina, dispuesta a preparar la cena que más tarde disfrutarían todos juntos.
-Qué idiota eres— comentó Natalia en voz baja luego de sentarse junto a Alba de nuevo, siguió hablando muy cerca de su boca—. No sé cómo te has atrevido a venir hasta aquí, yo me habría mandado a tomar por culo.
Bajó la mirada hasta sus labios, tentada a acortar la leve distancia que aún las separaba.
Alba sonrió entre dientes, imitando la actitud de la otra.
-De hecho lo hice un poco antes de que salieras corriendo detrás mío.
La pelinegra dejó escapar una pequeña risa que sólo consiguió acentuar la atención de la pequeña sobre sus labios. La rubia atrapó su propio labio inferior entre los dientes y, sin poder evitarlo, se dispuso a hacer desaparecer la distancia que las separaba.
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Musa // Albalia
FanficTras una serie de encuentros fortuitos más bien desagradables, la aversión mutua se palpa en el ambiente cada vez que Alba y Natalia, dos chicas que no se conocían de nada, se encuentran en un radio menor a veinte metros. Pero, cuando todo parece vo...