Capítulo 20

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-¿Te duele?— le preguntó Alba terminando los últimos trazos en la piel de Natalia. La pelinegra no se movió, pero le sonrió en respuesta, dejándola algo más tranquila.

Al día siguiente, tal y como Natalia había asegurado, decidieron salir a comprar la tinta y, con los utensilios que la rubia guardaba en uno de sus cajones, se dispuso a tatuarle el deseado dibujo a su novia, que sonreía más feliz que unas pascuas.

-Pues ya está— sentenció la pequeña tras repasar las líneas varias veces, con la intención de que quedase completamente perfecto.

Natalia levantó la mano, admirando el hermoso dibujo. Sonrió satisfecha, la palabra "Ramé" podía leerse perfectamente en la cara interna de su muñeca izquierda, trazada con la letra de la rubia. La pelinegra no pudo abstenerse de pensar que, de todos sus tatuajes, ese era su favorito con diferencia.

-Amor, está chulísimo— levantó más la mano a la altura de sus ojos, para apreciarlo mejor—. Me encanta— la abrazó por la cintura, con la mano libre, y la atrajo hacia sí misma para depositar un suave beso en sus carnosos labios.

Alba le sonrió y devolvió el beso con ilusión, contenta de que a su chica le satisficiera el tatuaje. Agarró el material desinfectante y limpió la zona tatuada en el cuerpo de Natalia para posteriormente cubrirlo con una venda.

Se estuvo curando el tatuaje durante los próximos días, hasta que empezó a echarse tan sólo cremas.

Una tarde, cuando únicamente quedaban menos de un par de semanas para que las chicas fueran con la madre de la pelinegra, sus amigos decidieron salir antes de que las dos se perdieran de ellos durante todo el verano.

Por lo tanto, ahí se encontraban, haciendo cola para entrar a una de las discotecas más famosas de Madrid. Todo el grupo había asistido, que entre risas hicieron la cola para poder entrar.

Una vez dentro, lo primero que decidieron fue empezar con las cervezas. Alba, que no solía beber, decidió desmadrarse por una vez.

Aquella noche estaba especialmente guapa, su corto pelo se hallaba un poco revuelto a propósito, proporcionándole un look salvaje y sexy que a Natalia la estaba volviendo loca. Su maquillaje era tan perfecto como el suyo propio, y esos labios rojizos pedían a gritos que les borrara el color con uno de sus besos.

La rubia había decidido provocar a su novia aquella noche, por lo que se vistió con unos pantalones ceñidos que bien podrían ser una segunda piel y una camisa de palabra de honor con un escote bastante pronunciado y la espalda al aire.

Y lo estaba consiguiendo, a la pelinegra le picaban las manos por no estar acariciando su espalda o su trasero en aquel momento.

-Vas a matarme— le susurró en el oído mientras bailaban al ritmo de alguna canción movida. Alba sonrió con malicia antes de pegar su culo a la pelvis de Natalia y perrearle con diversión.

A la más alta casi le da un algo. Tuvo que apretar los puños con fuerza para no arrancarle la ropa allí en medio, cosa que no pasó desapercibida para la pequeña juguetona, que se reía divertida.

-Estás jugando con fuego— le dijo más alto esta vez, hablando por encima de la música, cuando su chica se giró y empezó a bailar muy pegada a su cuerpo, abrazando su cuello con una seguridad impropia en ella misma.

-Quiero quemarme— le dijo a escasos centímetros de su boca a la vez que sus labios se adornaban con una juguetona y traviesa sonrisa.

Natalia, que la abrazaba por la cintura, tuvo que coger aire muy profundamente, o la arrastraría a los baños de aquel antro para hacerla suya allí mismo. Cerró los ojos intentando calmar sus ansias por sentirla, pero la verdad es que la rubia no se lo estaba poniendo nada fácil.

Musa // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora