Capítulo 7

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A la improvisada reunión también se unieron los amigos de Alba: Sabela, Julia y Carlos. Además acabó viniendo Damion, el chico de la cafetería con el que Marta había comenzado a salir. Damion era algo reservado, pero tanto los amigos de Alba como los de Natalia, supieron darle su sitio.

Comieron todos las pizzas y las cervezas que habían traído entre los presentes. Alba comió una ensalada que se preparó ella misma en la cocina. Natalia, secretamente, había pensado en pedir una pizza vegetariana sin lactosa al Telepizza, pero lo descartó cuando Alba dijo que se conformaba con esa ensalada.

Después de almorzar, Alba y María empezaron con los porros. Natalia observaba de lejos, pero a la vez de cerca, la actitud de Alba. No quería tener que ayudarla a vomitar en el baño por culpa de una imprudente actitud. En el fondo, le había cogido cariño y se preocupaba por ella, aunque era demasiado orgullosa como para admitírselo incluso a ella misma.

La verdad es que Natalia, cuando iba de fiesta, solía fumar algún que otro porro. Pero todavía recordaba la primera vez que lo hizo y, por no saber controlarse, acabo abrazando la taza del inodoro de una discoteca toda la noche. Algo asqueroso pero cierto.

Natalia terminó uniéndose a las dos chicas, con la excusa de que también quería. Obviamente, la verdad escondida en aquella mentira piadosa era que deseaba mantener vigilada a Alba de cerca.

María, a quien no se le escapaba ni una, se percató de la realidad y comenzó a reírse como una estúpida. Los porros ya comenzaban a afectarle y las varias cervezas que llevaba encima también.

-Natalia, si tú sólo quieres cuidar al bebé— se refería a Alba, quien no se enteraba de nada debido también al par de caladas que le había dado al cigarro verde.

La pelinegra la ignoró, agradeciendo en silencio que Alba estuviera tan ensimismada en su nube que no se percatara ni de que Natalia estaba ahí.

Sabela, Julia y Carlos, se acercaron al trío, cada uno con una cerveza en mano. Natalia llevaba observando a esos dos últimos bastante tiempo, intentando descifrar si sólo eran amigos o algo más, pues su actitud daba bastante de qué pensar.

Al chico se le ocurrió algo.

-¿Qué tal si jugamos a algo? Para hacer la tarde más divertida— Natalia no prestaba demasiada atención a lo que el castaño decía, pues estaba demasiado concentrada contando el número de caladas que había dado Alba en lo que llevaba con el porro en mano. Sin embargo, los demás, interesados, hicieron un corrillo alrededor del muchacho— Se llama el juego del mechero, o al menos así lo llamo con mis amigos. Consiste en que, nos agrupemos en un círculo, y giremos una botella. Quien la haya girado debe hacerle una pregunta al que la botella señale que tenga que ver con algunos de los presentes.

Todos le escuchaban con atención.

-Por ejemplo, ¿quién es tu mejor amiga? Pues yo le daría el mechero a Julia— se interrumpió para aclarar algo—. A ver, que es una pregunta de mierda, pero es para que me entendáis— se rió graciosamente—. Ah, y la pregunta tiene que ser entre esas dos personas nada más. Luego, se lanza una moneda al aire, si sale cara la pregunta se dice en voz alta, sino, pues te salvas y bebes un chupito.

A todos les pareció bien la idea de aquel juego. Todos los presentes llevaban más de un par de cervezas encima, por lo que sólo les acentuó más las ganas de jugar a algo.

Se colocaron en coro y Natalia, a regañadientes por no querer dejar de vigilar a Alba, tuvo que entrar a por una botella. Cuando volvió, la risa tonta de Alba se escuchaba desde lejos, cosa que le hizo rodar los ojos.

En cuanto llegó, lo primero que hizo antes de soltar la botella con un golpe seco en el centro del círculo que los jóvenes habían creado, fue arrancarle el porro a Alba de la mano. Se lo llevó a los labios y, mientras forcejeaba con Alba, se lo fumó rápidamente.

Musa // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora