Ese día, por razones obvias, Natalia no había dormido bien.
Se levantó de la cama a duras penas, los ojos le pesaban más que su propio cuerpo, que ya era decir, y para despejarse decidió darse una ducha fría.
Su tren salía en un par de horas, así que disponía del tiempo justo para vestirse, desayunar y llegar a la estación. El día anterior, por la mañana, previamente a que sucediera toda la movida de la que no se quería acordar, su padre acordó llevarla a la estación en coche.
A las dos.
Pero, claramente, ahora la única que iba a abordar ese tren sería Natalia.
Cuando salió de la ducha envuelta en una toalla, casi se da de bruces con quien menos quería encontrarse.
La rubia tenía peor aspecto que ella, que ya era decir. Dos grandes ojeras oscuras abarcaban sus ojos, el pelo hecho un lío, tenía la piel más pálida que de costumbre y los labios sin color. Por no hablar de lo vacíos que se veían sus ojos.
Aún así la pelinegra pensó que estaba guapísima.
Y se odió por ello.
Carraspeó apartando la mirada de los ojos verdes que se habían quedado estáticos observándola y la esquivó, entrando a su habitación de nuevo y cerrando la puerta detrás suyo.
Una vez allí, se vistió y alistó en condiciones, usando mucho más maquillaje del habitual, con la intención de ocultar su rostro demacrado.
Por supuesto, cuando salió de su habitación y se encontró a su padre y Ángela desayunando, los adultos no pasaban por alto que algo, claramente, había ocurrido entre las dos chicas. No obstante, ninguno quiso preguntar.
Ya lo habían hablado y, Ángela interrogaría a su hija más tarde y su padre a ella.
Ni si quiera los saludó al pasar por su lado, sus ánimos en ese momento eran lo peor, y sentía que si hablaba con alguien acabaría arremetiendo contra esa persona. Obviamente, ella no deseaba pagar su mierda con nadie, por lo tanto optó por hacerse la muda.
Se preparó el desayuno y comió observando su plato todo el tiempo, bajo las miradas preocupadas de los dos adultos.
-Natalia— la llamó su padre cuando estuvo harto de aquella situación—, ¿estás bien?
La muchacha hincó sus ojos oscuros en su progenitor, observándolo durante un largo rato. El hombre no pudo pensar que en ese momento, no podía ser más clavada a su madre.
-Sí— fue lo único que respondió antes de levantarse a recoger todo lo que había ensuciado. Suspiró en el acto, harta de la sensación de vacío que con tanto desenfreno le arrasaba el pecho. No pudo evitar odiar aquella emoción, y deseó no tener sentimientos por una vez en su vida.
Podía estar exagerando, pero el dolor que la abrazaba en ese momento no se podía comparar con ninguno físico.
Y eso sólo lo hacía peor.
-¿Nos vamos?— le pidió a su padre tras agarrar su chaqueta. Se sorprendió incluso ella misma de la voz tan neutral y carente de vida que le salió. El hombre pensó que si no fuera porque estaba respirando, su hija bien podría ser un robot.
-Claro— se levantó de la silla en la que había estado leyendo un periódico—. Alba no viene, ¿no?
A la pelinegra no le pasó desapercibida la patada que Ángela le propinó a su padre luego de haber lanzado esa pregunta. Y la cara de pánico que se plasmó en el rostro de su progenitor tampoco, el hombre lo había dicho sin pensar.
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Musa // Albalia
Fiksi PenggemarTras una serie de encuentros fortuitos más bien desagradables, la aversión mutua se palpa en el ambiente cada vez que Alba y Natalia, dos chicas que no se conocían de nada, se encuentran en un radio menor a veinte metros. Pero, cuando todo parece vo...