Capítulo 16

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IMPORTANTE LEER LA NOTA FINAL



Las clases dieron comienzo y las dos chicas agradecieron compartir la misma casa, ya que así podían verse todos los días y no verse afectadas por el apretado horario que empezaron a tener.

-¿Te apetece ver una película?— le preguntó Alba un sábado por la mañana. Se encontraban solas en la casa, sus padres trabajando y hasta la hora de cenar no volverían.

Natalia, que se hallaba tocando el piano en su habitación, apartó los dedos de las teclas y enfocó sus ojos en la rubia. Nada más hacerlo, el rostro se le iluminó y asintió con una sonrisa boba. Sin embargo, no se levantó, por lo que Alba se aproximó a ella y se sentó en su regazo, abrazándola por el cuello.

-¿Me enseñarás algún día a tocar el piano?— le preguntó poniendo un puchero que a la pelinegra se le antojó adorable.

La más alta asintió.

-Un día de estos prometo enseñarte— se acercó a besarle el cuello y un escalofrío recorrió a la pequeña de pies a cabeza. Eso la obligó a levantarse, no quería tener que perder el control y últimamente, a las dos, se les estaba haciendo realmente difícil mantenerse cuerdas cuando la otra rondaba a su alrededor.

Pero a Alba ya comenzaba a darle igual.

Se levantaron, cogieron el portátil de Natalia y se acomodaron en la cama de esta. Prepararon la película que decidieron ver, Los Increíbles 2, y se acurrucaron. La menor abrazó a la rubia por detrás, asomando su cabeza por el cuello de ella, adoptando la posición que muchos denominan "cucharita".

-¡Ay, espera!— se sobresaltó Alba poniendo en pausa la película. Se dirigió hacia la puerta del cuarto, dispuesta a salir.

-¿Qué pasa?— le preguntó Natalia viéndola abandonar la habitación mientras se apoyaba en sus brazos, incorporándose un poco.

-¡Palomitas!— gritó Alba desde la lejanía. Pasaron unos minutos hasta que la rubia volvió a gritarle, desde la otra punta de la casa— ¿De mantequilla o de sal?

La más alta, que se había levantado y ya estaba llegando a la cocina, se aproximó a la pequeña lentamente y, sin que esta se percatara de su presencia, la abrazó por la espalda apoyando la barbilla sobre su cabeza.

-Que bien hueles, Nat...— cerró los ojos, disfrutando del olor de la pelinegra.

-Huelo a sobaco— tras decir aquello, Natalia bajó la cabeza y depositó un beso húmedo en el cuello de la mayor, que se estremeció ante el contacto. Sin embargo, salió en carcajadas ante el comentario de la otra.

-No, hueles muy bien— se giró sobre sí misma y encaró a la muchacha, para aferrarse de nuevo a su esbelta figura, enterrando la cara en su pecho, como hacía siempre—. Hueles a Nat, me encanta.

La más alta sonrió, abrazando a la rubia por el cuello.

-A mí me encanta que me digas eso.

Alba se rió.

-Qué tonta eres— se puso de puntillas para darle un pico, acto seguido se giró para buscar las palomitas—. Oye, no me has respondido, ¿te gustan las palomitas con mantequilla o saladas?

La pelinegra, que se encontraba totalmente anonadada observando a la pequeña, alzó las cejas con obviedad.

-A ver, por favor, ¿qué pregunta es esa?— sacó un bol del mueble en donde pensaba verter las palomitas.

-Saladas, ¿no?— Alba se rió cuando, nada más decir eso, Natalia la miró con cara de pánico. Su risa contagió a la pelinegra— ¡Te gustan con mantequilla!

Musa // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora