Más tarde, ese mismo sábado, mientras Natalia se encontraba fumando un cigarrillo en la pequeña terraza de su casa, su amiga Marta le envió un mensaje proponiéndole salir más tarde a tomar algo. Como no tenía ningún plan más a parte de seguir componiendo esa canción en la que tanto tiempo llevaba trabada, aceptó.
Quedaron en verse a las ocho.
Aún era pronto, el reloj apenas marcaba las cinco y media, por lo que agarró su preciada guitarra y empezó a tocar acordes sin sentido, componiendo una desequilibrada pero graciosa canción que utilizó para acompañar con su suave voz.
La chica rubia le vino a la mente, por lo que algo mosqueada comenzó a cantar:
-Rubita, rubita, rubita, muy bonita es tu sonrisita, sin embargo, lo mismo no se puede decir de tu carácter amargo— hizo una pausa que acompañó con un solo de su guitarra—. Carita de ángel, tu personalidad es un desastre.
Chasqueó la lengua con fastidio, sintiéndose estúpida. ¿Qué hacía? ¿Tan aburrida se hallaba que intentaba componerle canciones tontas sin ningún sentido? Parecía una loca, se rió de sí misma.
-Soy gilipollas— se dijo a sí misma a la vez que se encendía otro cigarro. Había perdido la cuenta de cuantos se había fumado ya. ¿Cinco? ¿Seis? No lo sabía, pero se sintió asquerosa, aún así no apago el fuego.
La verdad es que la pelinegra odiaba el sabor y el olor del tabaco, también el humo que este soltaba. No obstante, le resultaba realmente satisfactorio y desestresante. Recordó a su hermano pequeño, regañándola por fumar demasiado y no le quedó de otra que apagar el cigarro con una sonrisa en la cara.
Su hermano.
Ya debía medir dos metros. Hacía bastante tiempo que no lo veía. Desde la navidad pasada, para ser más exactos, seguro que habría crecido mucho en ese tiempo, pues ya debía tener diecisiete.
Recordarlo le causó algo de nostalgia. Desde la separación de sus padres y que ella había ido a vivir con su padre no había visto demasiado a su familia. Entre la universidad, sus amigos y que no prestaba demasiado atención sólo acababa visitándolos en fechas especiales.
También echaba de menos a su madre. En el pecho le surgió el sentimiento de culpa y se prometió ir a verlos en ese mes.
Escuchó la ventana que daba a la terraza abrirse. No se giró, sabía perfectamente quién era.
Su padre se sentó en una de las tumbonas que acompañaban a la que Natalia estaba sentada. Su olor a perfume varonil la golpeó, ella aspiró hondo, le encantaba el olor de perfume que utilizaba su padre.
-¿Cuántos llevas ya?— la regañó mirándola con reproche, refiriéndose al número de cigarros que había fumado— Natalia, creo que ya te pasas con la cantidad.
Su hija lo observó con recelo, a lo que él le hizo un ademán restándole importancia. Lo cierto es que él también había fumado mucho hace unos años.
-Pienso dejarlo— le confesó observando el cielo un tanto nublado de Madrid. Su padre se alegró de oír aquello, no había cosa que odiara más que su pequeña fumase—. Odio el olor y el sabor, pero me quita tanto estrés...— comentó un poco más para ella misma— Pero voy a dejarlo, es un hecho.
La sonrisa creció en la cara sin afeitar del hombre.
-Es bueno escucharlo— le comentó con satisfacción, un silencio agradable los rodeó durante unos segundos—. Escucha, Natalia, tengo algo que...
El grito de su hija al observar la hora lo interrumpió.
-¡Ya son las seis y media!— exclamó espantada— ¡Joder, me tengo que preparar y hoy me toca lavarme el pelo! Marta me va matar— se apresuró corriendo hacia el interior de la casa. El hombre, todavía en la terraza suspiró, pero una sonrisa divertida abarcaba su rostro.

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Musa // Albalia
FanfictionTras una serie de encuentros fortuitos más bien desagradables, la aversión mutua se palpa en el ambiente cada vez que Alba y Natalia, dos chicas que no se conocían de nada, se encuentran en un radio menor a veinte metros. Pero, cuando todo parece vo...