Capítulo 13

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Que Natalia había caído rendida ante los encantos de Alba era un hecho. Ya no le importaba nada, no tenía ningún sentido seguir negándose a sí misma algo que sabía a la perfección.

Por eso, ese día, tras volver de pasar una semana con su madre y su hermano, abrazó a Alba como si fuera la última vez. La había echado mucho de menos y, aunque habían hablado bastante por WhatsApp, para la pelinegra no había sido suficiente.

Disfrutó del calor que el cuerpo de la rubia emanaba contra el suyo, cerrando los ojos para sentirlo más y, su pecho, se inundó de una sensación que ya conocía muy bien. Se dejó deleitar por las caricias que la pequeña le hacía en la espalda.

Cuando se separó de ella, abrazó a su padre y a Ángela con la misma intensidad, fingida en este caso, para intentar disimular y no ser tan obvia. Pero estaba claro para los dos más adultos la actitud de Natalia. Sin embargo, Alba no se había percatado.

Ese mismo día por la tarde, cuando había terminado de estudiar, decidió ir a casa de Miki.

"Miki, estás en tu casa??? No tengo nada que hacer y he pensado en pasarme por allí"

Como su amigo estaba en línea, la respuesta no tardó demasiado.

"Ahora mismo no estoy haciendo nada, ven si quieres"

Natalia le respondió a su amigo, diciéndole que iba a salir. Agarró su chaqueta y salió diciéndole a su padre que volvería dentro de un rato. No vio a Alba por ningún lado, por lo que supuso que la rubia también había salido.

Caminó hacia la casa de su amigo, que ahora no quedaba demasiado lejos de su nueva casa, por lo que llegó en poco tiempo.

Tocó el telefonillo del edificio y subió a la planta indicada. Al entrar, abrazó a su amigo con cariño. Hacía bastante tiempo que no lo veía, entre el viaje y que pocos días después había partido a su tierra natal para visitar a su familia, hacía más de dos semanas que no le veía.

-Feliz año nuevo, guapo— le besó en la mejilla y Miki le devolvió el gesto.

Cuando pasó al salón saludó a Helena imitando el gesto que había tenido anteriormente con Miki. La muchacha la abrazó con aprecio antes de excusarse.

-Lo siento nena, tengo que irme— mientras cogía las llaves del coche y el abrigo—. Me han llamado del trabajo, ha surgido algo y me necesitan allí— se acercó a Natalia para besarle la mejilla.

-No te preocupes, ya vendré a verte otro día— le sonrió la pelinegra.

Helena la miró con un gesto de disculpa y, tras besar los labios de su novio, salió por la puerta algo apresurada.

-Cualquier día la van a volver loca— suspiró su amigo tomando asiento en el sofá para luego palmear el asiento a su lado, invitándola a imitarle—. No es la primera vez que le avisan de última hora para trabajar y cada vez la estresan más.

Natalia lo miró haciendo una mueca, sin saber qué decir. Ella lo veía claro, que dejara el trabajo, pero obviamente era algo imposible, necesitaban el dinero, así que sería una estupidez decir algo así.

-Ha estado mirando otros trabajos, pero ninguno le paga tan bien como el que tiene ahora— prosiguió su amigo.

-Debería hacer oposiciones— se aventuró Natalia—. La carrera ya la tiene, de esa forma no hay manera de que la exploten como están haciendo.

Miki asintió.

-Lo ha pensado, pero nunca se ha terminado de decidir— le dijo su amigo.

Con eso dieron por zanjado el tema y empezaron a conversar sobre la carrera de Natalia, el trabajo de Miki y las canciones de la pelinegra, que por primera vez confesó quién las impulsaba en voz alta.

Musa // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora