La relación de ambas chicas se hacía mejor con el tiempo. Obviamente que tenían sus más y sus menos, pero ahora pasaban mucho más tiempo juntas, riéndose y bromeando entre ellas, viendo alguna que otra serie o contándose sus cosas.
Nada era igual que al principio.
Ya llevaban dos meses viviendo juntas, cosa que sólo había conseguido intensificar lo que la una sentía por la otra. Aún así, ninguna de las dos terminaba de admitir que comenzaban a ver a la otra con algo más que una simple atracción.
Y a pesar de todo, tampoco ninguna se había atrevido a ir más allá que simples miradas cargadas de deseo o algún que otro amago por hacer algo.
Un lunes, cuando Natalia salió de la universidad y llegó a su casa, Alba ya se encontraba en el hogar.
-Hola— la saludó con una sonrisa para luego acercarse a ella y depositar un beso en la cabeza de la chica, quien lo recibió con una sonrisa—, ¿cómo es que ya estás aquí? Se supone que hasta las tres no terminas.
Natalia se maldijo a sí misma después de soltar aquellas palabras. No quería parecer una acosadora ni que Alba pensase que sabía todo acerca de ella, sin embargo, la rubia no objetó nada. Siguió con su dibujo cuando le contestó a la preocupada muchacha.
-Es que el profesor de las dos últimas horas no ha venido hoy— se explicó mientras se mordía la lengua concentrada. A Natalia le pareció adorable ese gesto que tan a menudo había comenzado a notar. Empezaba a conocer bastante mejor a Alba y eso, le encantaba.
La pelinegra se dirigió a su habitación para soltar sus cosas y cambiarse por algo más cómodo. Cuando volvió con Alba, la vio en la misma pose que la había dejado: lengua fuera, piernas en forma de indio y el cuaderno de dibujo a la altura de la cara. La escena le causó mucha gracia, por lo que llamó la atención de la pequeña.
Alba miraba a Natalia con una sonrisa, a la espera de que le explicara de qué se reía.
-Nat, ¿de qué te ríes?
Cuando la pelinegra cesó su risa, se limpió unas lágrimas que habían asomado en sus ojos antes de responder.
-Es que me he ido y cuando he vuelto te he encontrado en la misma posición— volvió a reírse—. ¿Puedes ser más mona?
La morena no fue consciente de sus palabras, a diferencia de la rubia que se sonrojó cual chiquilla. No obstante, supo disimularlo muy bien cubriéndose la cara con el cuaderno con la excusa de cambiar la mueca que había narrado la más alta de las dos.
-Ay, me sale solo— comentó aún con la cara tapada.
Natalia, sin que la sonrisa abandonara su cara, se acercó a Alba con sus largas piernas y la abrazó para después besar su cuello con cariño.
Era curiosa la forma en que la relación de ambas había cambiado, o eso pensaba la mayor. Al principio no podían ni verse y ahora ese gesto era tan normal entre ellas que se sentían muy a gusto.
-Qué tonta eres— le susurró Alba cuando se separaron.
Natalia le sonrió y se encerró en su cuarto a componer. Hacía bastante tiempo que no lo hacía, desde que perdió la inspiración y se terminaba frustrando no lo volvió a hacer. Probaría a ver qué pasaba.
Agarró su guitarra y su cuaderno con fecha de hace bastante tiempo, lo abrió para visualizar los garabatos que hace unos meses había escrito. No pudo evitar bufar ante tal cuadro.
Sin más, se colocó la guitarra en posición horizontal y comenzó a tocar los acordes, creando una melodía más o menos aceptable para su gusto. En realidad estaba muy bien, pero ella era una chica que siempre se exigía más de sí misma. Nunca estaba contenta con lo que hacía hasta no perfeccionarlo por completo.

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Musa // Albalia
FanfictionTras una serie de encuentros fortuitos más bien desagradables, la aversión mutua se palpa en el ambiente cada vez que Alba y Natalia, dos chicas que no se conocían de nada, se encuentran en un radio menor a veinte metros. Pero, cuando todo parece vo...