Capítulo 23

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Ese beso me ha dejado tan aturdida, nunca me había sentido tan cómoda con unos labios contra los míos, nunca nadie había sido tan dulce y tan suave. Nunca me había encontrado tan atrapada en un beso.

Es cierto que antes de Naraku llegar a mi vida yo por supuesto había tenido besos, luego, al principio los besos de Naraku se sentían bien, se sentían correctos y me gustaba, pero Inuyasha fue tan calmado, tan... indescriptible. Toco mis labios y camino hasta mi oficina. Abro la puerta dispuesta a contarle a Sango lo que ha pasado y lo extraña que me siento en este momento.

—Entonces me abandonaste zorrita disfrazada—mi cuerpo entra en tensión inmediatamente ante la voz de Naraku.

Miedo.

Terror.

Estoy horrorizada.

Sus ojos lucen molestos y mi pecho duele al recordar lo que es capaz de hacer cuando se enfada. Es como si alguien abriera algo en mi cabeza y cada uno de los momentos con Naraku siendo un total lunático me atacan, todos esos momentos me atacan y mi cuerpo siente esa corriente de pies a cabeza, ese que me indica el miedo que me invade y mis ojos se inundan en lágrimas sin ser derramadas.

Él tiene los brazos cruzados a la altura de su pecho mientras me mira con menosprecio y asco. Sus ojos furiosos me miran de pies a cabeza buscando algo y cuando vuelve a mirarme a los ojos tengo ganas de apartar la mirada como cada vez que él me miraba mientras me pegaba. Siento la necesidad de bajar la cabeza ante su presencia como si él fuera más que yo.

Nunca agaches la cabeza ante nadie, todos somos iguales, además, la hermosa corona que llevas en la cabeza se puede caer y vas a impedirle al mundo mirar esos hermosos ojos que tienes. Recuérdalo, eres hermosa.

La voz de mi psicóloga llega a mi mente y me ordeno calmar los temblores de mi cuerpo mientras lo miro desafiante y en silencio. Mi acción le hace apretar la mandíbula.

—No soy una zorra—mi voz sale un poco temblorosa por lo que respiro y trato de aclararla—y si, te abandoné maldito miserable—cuando lo veo dar un paso el pánico se instala en todo mi cuerpo.

—Así que fuiste una grandiosa perra acostándote con todo lo que lleve pene entre sus piernas—lo veo sonreír sin gracia—mi mujer es una total perra—lo veo acomodarse en mi escritorio.

Trato de ordenar mis ideas mientras siento que estoy dando la batalla de mi vida, trato de acomodar lo que debo decir. La adrenalina, el miedo, la ganas de por primera vez alzar la voz y decirle todo lo que quiero me invaden. La impotencia de recordar a todo lo que me he sometido.

No quiero un príncipe azul, no necesito un héroe. Quiero ser quien me salve de la destrucción a la cual iba, quiero ser la única que me salve. Quiero solo depender de mí, quiero ser yo quien se encargue de sanar. Pero si quiero a alguien que me sostenga mientras lo intento, mientras intento continuar.

—Yo...

—Espero que recojas todo y vuelvas o me voy a enojar mucho Kagome y no me quieres ver así—lamo mis labios de manera nerviosa y mis ojos deben demostrar la necesidad que tengo de huir. Él mira mis labios y sonríe—me encanta cuando lo haces, me recuerda a lo que esa boquita es capaz de hacer—me mira de manera lujuriosa—lo bien que chupas las pollas—siento el asqueo atacarme sin piedad y unas ganas enormes de vomitar.

Recuerdo, recuerdo esas veces que me obligaba a practicarle sexo oral. Una lagrima baja por mi mejilla mientras me siento cansada, muy cansada.

—Eres un cerdo asqueroso—mi voz sale tan firme que me sorprende—jamás me volverás a humillar, Naraku—le digo y su cara se descompone—ya no más. Quiero el divorcio, te haré pagar cada una de las veces que me hiciste sufrir maldito enfermo de mierda—las lágrimas bajan por mis mejillas empañándome levemente la vista—te haré pagar todo, todo este dolor, estas ganas de desprenderme de mi vida, de acabar con ella. Te haré pagar por todas y cada una de mis lágrimas cerdo infeliz. Ya no seré la misma que se queda callada, no voy a ser quien agacha la cabeza nunca más—mis manos se sujetan de manera disimulada en la pared más cercana porque siento que mis piernas me fallaran en cualquier momento. Respiro tratando de regularizar los latidos descontrolados de mi corazón y mi respiración errática.

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