De noche todos los monstruos son iguales

6.8K 231 8
                                    

Las luces inundaban la ciudad que se veía a lo lejos. Nunca supe por qué, pero siempre tuve una gran atracción por las luces, me gustan cómo se ven, no sé.
- En dónde estamos?
- Bienvenida al Malecón- dijo abriendo los brazos mientras se acercaba a una baranda que daba fin al parque- ven, acércate un poco.
Vacilé unos segundos, confiar en él se me complicaba un poco después de la manera en que reaccionó en la fiesta. Iba a averiguar el porqué de su comportamiento, pero ahora quería disfrutar este momento, así que lo dejaré para después.
Tuve que pararme en la punta de mis pies para poder observar, a lo lejos se escuchaba el sonido del mar cuando chocaba con las rocas. Era hermoso.
Gustavo había descansado sus brazos en uno de los fierros, parecía exhausto. No noté en qué momento nuestras miradas se encontraron, pero supuse que habían pasado unos interminables segundos porque mis mejillas comenzaban a enrojecer. Aparté la vista, esperando que el no lo hubiese notado.
- Has tenido alguna vez la sensación de que una persona es perfecta para ti aún así no sepas mucho de ella?- preguntó tomándome por sorpresa.
El Gustavo que yo conocía era sensible y le gustaba hacer preguntas filosóficas, no se parecía en nada al que me arrastró del brazo hasta llegar afuera.
- Algo así como el amor a primera vista?
- No, el amor a primera vista es irracional. De lo que yo hablo es algo como el destino, como si alguien estuviese en el momento y lugar exacto para encontrarse contigo.
- No, nunca lo he sentido pero creo...
- Yo si- dijo interrumpiéndome- lo siento en este preciso momento. Siento como si te conociera de otra vida, como si te estuviese esperando todo este tiempo.
Por un segundo creí que sus palabras eran reales, que provenían de lo más profundo de su corazón, pero luego lo vi tropezarse con sus propios pies y recordé que lo había visto tomar despreocupadamente durante la fiesta y que ahora mismo olía a alcohol.
- Creo que necesitas despejarte, buscaré agua, quédate acá y no te muevas por favor.

Habría pasado no menos de diez minutos cuando regresé con una botella de agua y un café en la mano. Era sorprendente que hubiese tiendas abiertas a esta hora. Busqué con la mirada a Gustavo y no lo encontré en donde lo había dejado.
Caminé deprisa por el parque, intentando evitar algunos árboles y ramas que impedían que caminara correctamente. Me ardían las manos, pero no me permitiría sentir dolor hasta encontrar dónde estaba Gustavo.

Escuché que alguien cantaba y me dirigí hacia esa voz, la reconocí desde el primer momento.
Lo encontré en los juegos para niños, sentado en uno de los toboganes rojos. Hubiese parecido un niño si no fuese porque su cuerpo era grande y llevaba el ceño fruncido, pero aún así su cara ni reflejaba su verdadera edad.
Me acerqué a él ofreciéndole el agua, la abrió mientras me hacia un espacio para que me sentara también en el tobogán juntó a él.
- Gracias por cuidar de mi.
- No te preocupes por eso- repliqué mientras secaba una gota de agua que había caído en mi mano derecha.
Gustavo siguió mi movimiento con los ojos y me sujetó la mano para acercarla a él.
- Sangras, qué te ha pasado?- no lo había notado, pero de mi mano caían gotas de sangre.
- No lo se, me debo de haber cortado con las ramas de los árboles que aparté de mi camino.
- Hay que curarla.
Tomó su camiseta, y rompió una parte de ella, dejando al descubierto un poco de su cintura. Mis ojos no pudieron evitar observar, pero me sentía como si fuese algo prohibido.
Hizo un nudo alrededor de mi mano tapando por completo la herida que dejó de sangrar. Al terminar sonrió satisfecho como un pintor cuando da una última pincelada a su pintura.
- Gracias por cuidar de mi- repetí lo que él me había dicho anteriormente.
- No te preocupes por eso- guiñó su ojo.
El tiempo se quedó suspendido mientras acariciaba mi mano y nuestros ojos se encontraban.
- Ahora que te sientes mejor para hablar y creo que puedes decir cosas coherentes, vas a explicarme por qué me trataste de esa manera hace una rato?
- Cuándo?- preguntó, pero sé que sabía perfectamente a qué me refería.
- En la fiesta, tengo que recordártelo?
- Lo siento, no quise tratarte así. No fue mi intención, jamás te haría daño o algo parecido. Pero ese no era yo.
- Qué ahora tienes un gemelo malvado?- espero que haya dejado entrever mi tono sarcástico, pero para mejorarlo agregué una risa corta.
- No, suelo comportarme así cuando tomo demás. Nunca tomo en las fiestas, pero esta vez no pude evitarlo, no quería ver..
No terminó la frase y esperé a que lo hiciera. Lo vi tomar aire e intentar confesar lo que tanto le molestaba y daba vueltas por su cabeza.
- No quería ver como tu estabas con ellos mientras les regalabas sonrisas y te entretenías.
- Qué tiene que ver eso? Ellos son compañeros, nos llevamos bien, eso es todo. Además te recuerdo que si no hablaba con vos era porque vos no querías.
- No entiendes lo importante que es lo que te digo... ellos coqueteaban contigo, lo vi. Y no pude contener los celos cuando ya tenía una importante cantidad de alcohol en la sangre.
Pasaron los minutos sin que ninguno de los dos hablara.
Hasta qué rompí ese momento incómodo.
- Ellos estaban hablando de la persona que debería sentarse a mi lado en el colegio, sabes algo de el o ella?
Supe por su mirada que era un tema del que no le gustaba hablar, y aún no entendía el por qué. Creo que debe ser un hombre, alto y musculoso, de esos por el cual cualquier mujer moriría.
- Vendrá el lunes, quizá allí puedas preguntarle todo.
- Ok.. Sólo es curiosidad...
- Aún tienes tiempo o debes ir a casa ya?
- Sería mejor irme- rápidamente agregué- es tarde.
- Déjame acompañarte.

El regreso a casa fue silencioso, caminábamos cada uno mirando la punta de sus zapatos. Él iba adelantándome unos cuantos pasos. No comprendía cómo sabía la dirección y el camino hacia mi casa si nunca lo había comentado y mucho menos había venido antes.
Cuando llegamos a la puerta me atreví a preguntar.
- Cómo sabes dónde vivo?- lo miraba directamente a los ojos para poder analizar su expresión.
Pestañeó dos veces, esa era una indicación de que lo que diría a continuación sería una mentira.
- Lo... lo mencionaste en una conversación hace unos días.
- No recuerdo haberlo hecho nunca- soné convencida, porque realmente lo estaba.
- Quizá no lo recuerdas, fue muy de pasada.
- Aja... claro, bueno, gracias por traerme, buenas noches.
- Hasta el lunes, que descanses.
Se despidió con un beso en la mejilla que fue muy cercano a los labios.

Ya estaba en la cama, recordando la última semana vivida. Recordé la primera vez que vi a Gustavo, recordé cuando me ayudó a no ser suspendida el primer día, recordé caminar a su lado por las calles de Lima, recordé cada momento... pero nunca recordé haberle mencionado mi dirección.

Amor sin cara [Lésbico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora