Domingo por la mañana.
Suena mi celular. Decido atender, no sin antes ver la hora, son las 7. El que me llame debe tener una muy buena excusa si está enterado de mi mal humor matutino.
- Hola- saludo algo enojada.
- Hola, Eva, estabas durmiendo?
Tiene que ser una broma, qué hace Gustavo llamándome a las siete de la mañana si me trajo a casa a las dos de la madrugada, a eso súmale la terrible resaca que debe tener por pasarse de tragos.
- Tu lo dijiste, estaba. Que quieres?
- Qué humor! Nada, sólo quería saber cómo te encontrabas.
- Estoy bien, adiós, gracias por llamar.
Cuando estaba a punto de colgar lo escucho decir:
- Pasaré por tu casa.
Volví el celular a mi oreja.
- Qué?? Para qué? No!
- Estaré allí en menos de media hora. Adiós.
- No, no puedo tengo que...
Pero antes de que me expresara y pudiera inventar alguna excusa ya había colgado.
Abro los ojos, la luz que entra por la ventana me molesta y los vuelvo a cerrar, no se en qué momento me quedé dormida.
- Buenos días- escucho que una voz me dice desde una punta de la cama.
Abro los ojos nuevamente.
- Qué rayos haces en mi cuarto??- es lo único que se me viene a la mente cuando lo veo a Gustavo sonriéndome.
- Tu madre me dejó pasar y dijo que esperara aquí.
- Que extraño...- mi madre nunca ha dejado que un chico se sentara en uno de los sillones de la casa, dudo mucho que lo haya dejado pasar a mi cuarto sin siquiera conocerlo.
- A qué hora llegaste?
- Llegué a las 7:30, por qué?
- Y qué hora es?- dije, evadiendo su pregunta.
- Son las 8:40.
- Has estado sentado en mi cama más de una hora??
- Si, es hermoso verte dormir, no quería despertarte. Me gusta cuando cambias de lado en la cama porque aprietas los labios de una manera extraña.
No podía aguantar la vergüenza, qué hacía el aquí, tenía que irse pronto, no era correcto.
- Eres un demente.
Me levanté de la cama y me dirigí directamente al baño, tenía que peinarme al menos y arreglarme un poco, debo estar hecha un desastre luego de lo de anoche.
Gustavo estaba impecable, no parecía tener ningún síntoma de resaca, ni siquiera ojeras por haber dormido tan pocas horas, nada. En cambio yo tenía dos manchas negras debajo de mis ojos, estaba pálida y aún llevaba en la mano el pedazo de camisa de él. Debía curarme esa herida lo antes posible, la examiné y era mucho más profunda de lo que creía.
- Cómo está tu mano?- escuché que Gustavo gritaba como si me hubiese leído la mente, habían ruidos en mi cuarto, como si alguien estuviese buscando cosas. Quería salir para ver lo que pasaba, pero estaba cepillándome los dientes.
- Se ve peor que anoche- dije con la boca llena de pasta dentífrica.
- Déjame revisarla luego.
- Acaso serás médico?
- No, pero mis padres si, aprendes bastante sobre primeros auxilios si en tu casa es de lo único que hablan.
Salí del baño con una sonrisa. Gustavo estaba apoyado sobre la ventana que había abierto, también noté que había arreglado mi cama y acomodado mi ropa de anoche que había dejado en el suelo.
- Cómo has hecho todo eso? He estado en el baño menos de dos minutos.
- Claro que no, ha sido mucho más tiempo- sé que no ha sido más de dos minutos- déjame ver esa mano.
Me acerqué lentamente a él, todo esto era extraño.
Tomó mi mano como si fuese un diamante precioso y la examinaba igual. Vi que sus ojos se movían de un lado al otro, como si buscase algo.
Y me llevó de la mano hasta mi mesita de noche, donde estaba la lámpara con la que solía leer cuando oscurecía.
Lo vi dudar entre los primeros dos cajones, como si no supiera cuál abrir primero.
- Qué buscas?- le pregunté, pero inmediatamente me hizo un gesto para que me callara.
Se decidió por abrir el segundo cajón y tomó las curitas que estaban allí junto a el desinfectante de mano que usaba diariamente.
- Cómo sabías que estaba eso ahí?? Has estado revisando todo mi cuarto?- estaba asustada.
- No, claro que no, respeto tu privacidad.
- Entonces cómo sabías?- al ver que no contestaba golpeé con mi mano libre su pecho- dímelo!
Sin responderme se desinfectó las manos.
- Va a doler- dijo a modo de advertencia mientras desinfectó mi herida.
Noté como el alcohol ardía cuando encontraba la herida. Pero sabía que era por mi bien, por eso no me quejé.
- Aún no has respondido- lo miré a los ojos para agregar seriedad a lo dicho, pero él estaba concentrado en mi mano.
- No fue muy difícil de adivinar, observé tus manos y brazos, noté que tienes varias cicatrices, lo cual me indicó que eres de las mujeres que son muy torpes y no coordinan sus movimientos- no sabía si tomarlo como una ofensa o si sólo estaba siendo sincero- entonces supuse que tendrías las cosas para curarte lo más cerca posible a ti. Eso me llevó hasta tu mesita de noche, al principio creí que las guardarías en el primer cajón, pero luego recordé lo muy cínica que eres- eso si que era una ofensa- y que nunca aceptas la realidad, y sabía que no las tendrías en el primer cajón, sino en el segundo.
- Eres un demente- estaba perpleja, de dónde había salido este chico!
- Gracias- sonrió cuando terminó de curarme- listo, estás como nueva .
- Gracias.
- De nada, fue un placer ser tu médico.
Iba a decir algo, pero él se anticipó.
- Eva, creo que te debo una disculpa por lo de anoche- sus ojos profundos se clavaron en los míos.
- No... no te preocupes, ya es pasado.
- No, debo compensarte, un hombre no debe reaccionar así jamás. Te invito a desayunar.
- Esta bien, deja que me cambie y vamos- no se movió ante mis palabras- esa es una invitación mía a que te retires de mi cuarto.
- Aah! Lo siento, no capté la indirecta.
Cuando estaba en la puerta, se apoyó en el marco y me miró.
- Qué pasa?- pregunté al ver que no seguía moviéndose.
- Nada, simplemente te observo, te grabo en mi memoria para cuando esté solo en la sala, así no te extraño.
- Vete ya- le dije mientras le tiraba en la cara una almohada que atajó con habilidad.
Cerró la puerta y escuché sus pasos alejarse.
Un pensamiento asaltó mi mente, él dijo que mi madre lo había dejado entrar a la casa... pero mi madre había salido a trabajar a las cinco de la madrugada. Solo vivíamos mi madre y yo en esta casa, nadie más pudo abrirle la puerta. Me había mentido.
Cómo había entrado a mi casa y a mi cuarto?
Temblé de sólo pensarlo, y de pronto me dio miedo cruzar la puerta de mi dormitorio para ir a desayunar con alguien que no me daba respuestas sinceras.
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Amor sin cara [Lésbico]
Ficção AdolescenteEsta es una historia real que tiene ficción. Algo que ha pasado, pero que nunca pasó. Son sueños que se realizaron y esperanzas que murieron. Se trata de dos jóvenes que se conocen y quedan completamente enamoradas la una de la otra. Pero a veces d...