1

4K 193 1
                                    

En este mundo, hay una raza de humanos conocidos como hombres bestia. Nacen entre los humanos, cuando alcanzan su edad próxima a los 8 años obteniendo la habilidad de transformarse en bestias

Son raramente vistos y aveces, simplemente se creen ser leyendas o mitos. Adorados como Dioses y denigrados como una enfermedad o mal, nunca nadie sabría de sus verdaderos orígenes.

Lucy

Vivía en las montañas en un lejano pueblo pequeño, no eran mucho los habitantes ya que la mayoría de ellos se mudaban cada año a la capital.

Mis padres murieron cuando yo aún tenía siente años. Un incendio quemó todo nuestro hogar.

Desde aquel accidente decidí vivir alejada del pueblo, una cabaña y cerca; un almacén con una pequeña huerta de vegetales, frutas y todo tipo de flores junto a plantas medicinales que recolectaba.

Los cazadores siempre merodeaban en los lugares apartados por si algúna criatura se adentraba para buscar comida, aunque sinceramente nunca llegué a ver algo mas peligroso que un simple conejo robando zanahorias.

Un pequeño río cerca a donde vivía traía siempre visitantes inesperados, pero realmente me agradaba la soledad a la que estaba sometida.

***

—¿Cómo van las ventas, señorita Mirajane? —El almacén se quedaba sin proviciones cada mes y necesitaba volver a llenarlo.

—Oh, Lucy. Disminuyendo como siempre, cada vez hay menos personas en este deshabitado pueblo, aunque espero y más adelante mejore esta caótica situación. —Su preocupación era más que ecidente, pero cada vez que le hacía la pregunta siempre me respondía lo mismo;

—¿No pensaste mudarte a la capital? Las cosas en ese lugar son tan diferentes.

—No. Me gusta más mi pequeña cabaña —Le sonreí.

—Pensé que sería buena idea hacer que mi hermana melliza venga por unos días. Te encantaría conocerla, no la veo desde hace mucho tiempo —Nunca conocí a dicha hermana, pero Mirajane siempre tenía un buen concepto de ella.

—Me encantaría conocerla. —Antes de la usual despedida, trajo un poco de carne junto a unas latas de atún para mi pequeño amigo.

—Esto es cortesía de la tienda —Agradecí por el regalo ya que las monedas eran insuficientes para la única familia que decidí adoptar.

—Quiero un pedido de rosas blancas y un poco de esas hierbas que curan el estrés la próxima vez que vengas —Vivía de la venta de mis flores y un poco de medicina silvestre, y parte de mi reconocimiento se lo debía justamente a ella.

—¡Las tendre listas cuanto antes! —Tomé mis compras y salí de inmediato. El atardecer se observaba tan increíble, y de algo estaba segura. En ningún otro lugar se vería un atardecer tan deslumbrante como éste, por lo que sería un gran desperdicio lidiar con una ciudad a la cual desconocía.

—¡Lucy! —Una voz interrumpió el panorama que iba admirando conforme decidía salir ya de las calles poco habitadas.

—Levy. —Corría hacia mí torpemente.

—No viniste a la cena que te invité con Gajeel.

—Tuve un inconveniente —Ambos llevaban un tiempo saliendo y estar de sobra no era una opción que me animara ver.

—¿Que llevas ahí? —Su atención se dirigía al saco que llevaba conmigo.

—Es un poco de comida —Levy trabajaba de repartidora y aveces se iba a la ciudad un par de días.

—¿Por qué no vienes conmigo a mi siguiente entrega? Te encantará —No le veía la necesidad de ir a un lugar desconocido y diferente para mí.

—Prefiero estar en casa, Levy. —No lograba ser tan social. Siempre me encerraba entre mis pensamientos y aveces no bajaba de la montaña para entablar una conversación con algun amigo que no sea literario.

–Espero que un día si aceptes mi invitación. —Me mostró una de sus hermosas sonrisas y se despidió con un leve movimiento de brazos.

Tenía que volver, los lugares oscuros no me agradaban mucho. Era la única persona que vivía a la deriva de todo el pueblo.

—Happy. —Presentí como un gato se lanzaba a mí desde los árboles. Sus ronrroneos me decían que había extrañado mi presencia.

—Te traje una sorpresa, mi pequeño. —Entramos a la casucha y busqué, hasta encontrar su bien decorado plato.

—Mañana prepararé un rico filete, te encantará. —La comida sobraba ya que solo éramos dos, bueno solo uno y medio, y sin visitas que recurrieron a casa, a veces edad bueno repetir porciones.

La noche llegó raramente acompañado de una tormenta. Esto era malo.

—Quédate adentro. —Recogí todo lo necesario antes de que se llegara a estropear. La leña estaba completamente mojada, pero el almacén aún se mantenía cálido. Las lluvias azotaban lo más profundo de los bosques.

Temía por mi jardín, mis plantas...
El aire soplaba brutalmente y los árboles trataban de mantenerse firmes en el suelo. No lograba ver nada y tropezaba a cada instante. Los truenos azotaban con tanta intensidad, el río al lado de mi hogar sonaba violento junto a las ramas que salían volando por doquier.

—Por ahora estar dentro será seguro.

Las pequeñas lámparas que eran llevadas por el viento hacían que algunas velas se apagaran y el tintineo de las campanas que se encontraban en la puerta principal, sonaban desesperadamente.

Mundos DistintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora