Capitulo 50

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—¿Estás vigilando el camino? —quiso asegurarse.

—Sí —la tranquilizó, con la barbilla clavada en su hombro. Y Sin sujetador, los pechos se movían arriba y abajo desacompasados. Se bajó la camisa para sacarse el seno izquierdo.

—Muérdemelo —le pidió a Justin.

En el siguiente movimiento de ______ hacia arriba, él le cazó el pezón al vuelo. No había sido precisamente delicado al hacerlo, pero a ella no le importó, lo que quería era fo.llar salvaje y descontroladamente. Cuando se le escapó el pecho de la boca, Justin volvió a mirar el camino.

Estaban tan excitados que él sólo tardó un par de minutos en preguntar:

—¿Estás lista?

—Sí —respondió ______ sin aliento.

Él rugió y murmuró y empezó a mover las caderas con fuerza para penetrarla profundamente hasta estallar en un grito de placer mientras se corría.

______ tuvo un segundo para pensar: «Van a oírnos.» Sin embargo, el orgasmo la invadió y se olvidó de todo lo demás, hasta de su nombre. La fuerza de las convulsiones hizo que el banco chirriara. Una vez que hubieron acabado, ambos se desplomaron uno sobre el cuerpo del otro como si fueran un par de muñecos de trapo.

______ se descubrió preguntándose, por primera vez, si sería posible que a alguien le estallara el corazón al fo.llar. A ella le latía como una locomotora y la pregunta le resultó más que apropiada.

De repente Justin le susurró apremiante:

—Viene alguien.

Ella se incorporó tan rápido que se tambaleó y estuvo a punto de caerse sobre las azaleas.

Barrió los alrededores con la mirada hasta localizar a una pareja de ancianos que atravesaban pausadamente el jardín. Cuando se dio la vuelta para mirar a Justin, vio que él ya estaba subiéndose los pantalones.

—Vamos, date prisa y ponte de pie, yo te tapo —dijo acercándose a él.

Justin se subió la cremallera mientras ella lo cubría. Cuando la pareja de ancianos alcanzó la cima de la colina, ambos estaban ya disfrutando inocentemente de las vistas. La única prueba del polvo que acababan de echar era el penetrante olor a sexo que aún se respiraba en el lugar. Ni siquiera la fragancia de las flores podía solapar aquel inconfundible aroma. ______ rezó para que la pareja no lo notara o, al menos, no lo reconociera.

Los paseantes iban ataviados con sus ropas de domingo: él llevaba un traje negro y un abrigo a juego, y ella lucía un jersey rosa y una falda de punto de alpaca.

—Buenas tardes —saludó el hombre.

—Buenas tardes —respondieron los dos al unísono.

La pareja pasó renqueante. ______ ya había empezado a relajarse, cuando la señora se volvió para guiñarles un ojo. Perpleja y preocupada, ______ se quedó un rato mirando a los ancianos. Al darse, por fin, la vuelta para mirar a Justin, se lo encontró sonriendo de oreja a oreja. Aquella estampa hizo que le entrara la risa y antes de que pudieran ponerle remedio estaban los dos riéndose a carcajadas.

Cuando se calmaron, Justin se inclinó para besarle los labios con ternura.

—Gracias —le dijo.

—Gracias a ti —respondió ella.

—No, va en serio —insistió él—. Es uno de los mejores regalos que me han hecho en la vida. Tenía que decírtelo —volvió a besarla—. Nunca lo olvidaré.

______ se sintió colmada por la felicidad.

—Vámonos a casa —propuso él tomándola del brazo.

Y juntos, agarrados, caminaron hacia la salida del Jardín Botánico.

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