Capitulo 24 [Hot]

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—¡Justin!

Él le colocó una mano en la nuca y la presionó aún más contra el respaldo del sofá. Aunque aquel gesto puso nerviosa a ______, que trató de incorporarse, enseguida pareció comprender qué era lo que Justin pretendía, y se relajó. Unos segundos más tarde, ya no estaba la po.lla frotándose contra su sexo húmedo. ______ se retorcía y dificultaba con ello la entrada de aquel pene en su cuerpo, hasta que Justin la mantuvo enderezada con un brazo y la penetró. «¡Dios, qué gusto da, cómo me aprieta!»

En cuanto ______ sintió su miembro dentro de ella, empezó a agitar las caderas adelante y atrás.

Enseguida encontraron el ritmo adecuado: Justin daba un empellón y ______ reaccionaba empujando hacia atrás. La respiración entrecortada de ambos se entremezcló con sordos sonidos de satisfacción. Ella llevaba el vestido aún arrugado alrededor de la cintura y él permanecía inclinado sobre su cuerpo mientras le sujetaba las caderas con las manos. Se retiró hasta casi sacar todo su miembro y luego volvió a hundirse en ella hasta el fondo, llegando a golpearle con los testículos por el impulso.

Aunque Justin sabía que estaba a punto de correrse, no quería hacerlo hasta que ella hubiera alcanzado el orgasmo, de modo que trató de distraerse contando en silencio: «Uno, dos, tres, ¡Miierda, ______, córrete ya!, cuatro, cinco…»

—Ahora, Justin, ahora… —gimió ella.

Jadeante como un corredor de maratones, él derramó toda su leche en el interior de ______, que se arqueó contra él para acabar combándose delante de nuevo. Justin tiró de sus caderas hacia él, deseoso de sentir las últimas sacudidas mientras aquel Justin lo ordeñaba hasta vaciarlo. Los músculos de la vagina continuaron contrayéndose rítmicamente alrededor de su po.lla un rato después de que ______ hubiera dejado de mover las caderas. Por fin, exprimido y agotado, se recostó sobre ______, que yacía liberada de toda tensión, y se dio unos minutos hasta que fue capaz de recuperar el aliento.

Por alguna razón, incluso en aquella ridícula postura, arremolinados sobre el respaldo del sofá, Justin no quería separarse de ella. Apoyó la cabeza sobre su hombro derecho y pudo verle mechones de cabello húmedo pegados sobre la sien. De inmediato, le retiró de la cara aquellos rizos mojados.

Se había acostado con muchas mujeres a lo largo de los años, pero no era capaz de recordar un polvo mejor que el que acababa de disfrutar. «Espero que ella también lo haya pasado bien.»

Aquel pensamiento lo sorprendió. Él no era el tipo de hombre que necesitaba que le dijeran que era bueno en la cama. Las mujeres siempre lo felicitaban por ser un amante sensible y atento a sus necesidades. «¿Por qué me importa tanto que a ______ le haya gustado?» Había algo especial en ella… No sabía si eran sus agallas o esa innata tendencia a la honestidad. Lo único que sabía era que quería más de aquella mujer.

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