Capitulo 75

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—En cuanto desarrollé la hipótesis —dijo, haciendo énfasis en la palabra «hipótesis»—de que eras una voyeuse, quise enterarme de hasta qué punto estabas interesada en mí y por qué tu acompañante atacó a Farr. Así que te envié las flores, firmé sólo con mis iniciales y luego te seguí hasta el supermercado. Cuando te pregunté si habías sido tú quien había avisado a la policía, tu cara me dijo la verdad aunque tú mentiste. Fue entonces cuando me llamaste por mi nombre y me sentí muy intrigado. Si conocías dónde vivía yo, podías, claro, haber hablado con mi conserje, como yo había hecho con el tuyo. Sin embargo, ¿por qué habrías de molestarte en hacer algo así? Más importante aún, ¿por qué el señor Bieber atacó a Farr? —Estiró las piernas—. Vas a tener que contestarme a estas preguntas, ________. ¿Por qué no empiezas ahora mismo?

______ apretó los muslos entre sí en un movimiento inconsciente de protección. Temblaba.

Entrelazó las manos sobre el regazo para que Abruzzi no lo notara. «No puedo contarle que Justin es policía y tampoco lo de la operación de vigilancia, pero tengo que contarle algo. La cuestión es ¿qué? —pensó—. ¿Y si me quedo calladita? Si lo hago, empezará a pegarme y a violarme. No, tengo que decirle algo.»

______ se humedeció los labios con la lengua.

—Tiene razón, señor Abruzzi. Una noche en la que yo estaba en mi balcón, lo vi a usted en el ático —dejó que los recuerdos de aquella noche tiñeran su voz de sinceridad—. Soy trabajadora social. No sabía qué era lo que estaba ocurriendo. Nunca antes había visto escenas de dominación o sadomasoquismo. Pensé que estaba usted matando a la chica. Por eso llamé a la policía. Mi primera reacción fue la de tratar de salvarle la vida a aquella criatura.

—Bien —asintió él con un gesto de aprobación—. ¿Y cómo es que sabes mi nombre?

—Seguí mirando cuando llegó la policía. La chica que estaba con usted les aseguró, claro, que, fuera lo que fuera lo que estaban haciendo, se trataba de algo consensuado. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que se trataba de un juego sexual —______ bajó la mirada sin esconder su vergüenza—. Sentí curiosidad y quise saber más. Por eso fui a su edificio para conseguir su nombre.

—¿Y quién te dio información sobre mí en mi edificio? —aunque su voz sonaba fluida, se trabó en la palabra «información». Sin duda el whisky estaba dificultándole el habla.

—No me acuerdo y tampoco importa —respondió ella mientras se encogía de hombros.

—Puede que a ti no pero a mí sí me importa, y mucho, ¿sabes? Doy unas propinas estupendas al personal del edificio. Si alguno de los empleados me traiciona, tengo que saber de quién se trata —eran palabras de acero—. Puedes optar por contármelo sin más o por explicármelo todo mientras te azoto. Estoy bastante ansioso por ver cómo reaccionas a los latigazos.

A ______ se le secó la boca y los dientes empezaron a castañetearle. Después de dos intentos fallidos, logró explicarse.

—Esperé a que el conserje atendiera a otro inquilino y me colé para mirar los buzones.

—¡Ding! —exclamó para imitar el sonido de la bocina de un concurso televisivo—. Respuesta incorrecta, _______. En los buzones de mi casa no aparecen los nombres, sólo los números de los pisos.

Entonces se dirigió a Gordon:

—¿Por qué no acompañas Turner y tú a mi amiguita la gorda a mi sala de juegos? Veré si allí puedo conseguir que saque la lengua a paseo.

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