Capítulo 7.

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Tenía muchos recuerdos de aquél lugar, más de los que quisiera.

Su primera borrachera, la primera vez que fumó, la primera vez que condujo un auto (estando borracho) y el beso. 

Ahí había sido su primer beso (el que él consideraba primero) con Elie. Ambos ya algo tomados caminando juntos en la oscuridad a las tres am cuando Harry se atrevió a mirarla fijo a los ojos y besarla apoyados en un árbol. 

Pero también allí sucedió el verdadero. El beso realmente primero. 

Podía ahora congelarse en el momento, parado en ese mismo lugar en el que había quedado y pensar en el eror que eso había sido. Lo suyo con Elie no era más que una costumbre; costumbre a estar juntos todo el día, a llevarse eternamente bien. 

Pensó que si él tal vez no hubiese dado el primer paso él estaría libre de una bruja loca que no quería firmarle los papeles de divorcio a sus veintiún años. 

Con sólo mirar al Harry de quince años podía ver lo que pensaba. Imaginándose de veinti tanto de años una gran estrella de rock, con una novia modelo, saliendo de fiesta en fiesta con su mejor amigo Louis, el segunda vez nombrado mejor jugador de fútbol; pero sólo le bastaba echarle un vistazo a la realidad: Gran estrella de rock, acostón con modelos de sólo una noche, solo, con su mejor amigo odiándolo y siendo policía. 

No, no era para nada lo que de quinciañero soñó, en parte.

Quizá si no hubiese apurado las cosas con Elie, si no hubiesen decidido casarse de tan jóvenes y conociéndose tan poco en lo íntimo, él no habría escapado espantado de Aveley como lo hizo.  Fue casi como una decisión de improvisto, dándole él solo el visto bueno ante la desesperación de las constante peleas con Elie y el creciente sentimiento naciendo día a día en su pecho pidiéndole a gritos que se marche del pueblo, que escape para no sentir. 

El lugar dónde estaba parado traía consigo muchos recuerdos, que se presentaron en la mente de Harry como flashes, encontrándose encerrado en cegadoras luces de recuerdos, tal cómo se sentía frente a quizá cientos de paparazzis. 

Podía ver "LA noche de campamento", la camioneta siendo conducida por un Niall ebrio, las risas al rededor del fuego, el suceso de la noche. Parecía imposible borrar a Louis por lo menos más de dos minutos de su mente, volvía y volvía, estando siempre ahí, buenos y malos momentos, a su lado y, en estos momentos, le resultaba hasta irritante. Porque el simple recuerdo de esos ojos azules traía consigo el recuerdo de unos acuosos ojos zafiro culpándolo, rogándole, odiándolo y, por sobre todas las cosas, podía ver el dolor en grandes proporciones en aquellos ojos, creciendo ante cada pestañeo el día que se despidió de él:

— Es necesario, Louis. Es mi sueño.

Louis parecía no procesar las palabras aún, con los labios sellados, abriéndose de vez en cuando, queriendo decir algo pero las palabras simplemente no salían de su boca y volvía a pegar los labios. 

— Podrías venir conmigo, amigo. Haríamos todas esas locuras juntos en la gran ciudad. 

Algo pareció hacer click en la mente de Louis, haciéndolo negar repetidamente, que ante los pestañeos, las lágrimas caían de un lado para otro en rápidas caídas libres, yendo en distintas direcciones antes el movimiento de su cabeza. El cabello despeinado ante la mano propia que pasó en busca de consuelo o tranquilización. 

— No, yo también tengo sueños, Harry. Quiero estar aquí, vivir aquí. Y también te quiero aquí. Te quiero, ¿nunca lo entendiste?

Sin entenderlo bien, Harry afirmó con voz fuerte, sintiéndose incapaz de escuchar tales palabras: 

— Sé que me quieres, Louis. Somos mejores amigos y también te quiero, pero esto se trata de mí, de mi vida y lo que voy a hacer con ella.

El tildado Louis todavía negaba con la cabeza mientras las aguas saladas caían lentamente, muy abruptamente y todas de golpe. Sólo una vez antes se había mostrado así de débil y lloroso ante el rizado y no había sido una situación fácil en su vida. Se sentía ahora el pequeño de la amistad, el más inmaduro, un niño llorando por no obtener lo que quiere. 

— Está bien. — La expresión de Harry fue todo un poema en ese mismo instante; sorprendido, confundido, alegre de tener la compresión de su mejor amigo. — Tendrás esa vida que quieres, fama, la novia modelo y todo eso, pero tenlo en cuenta, yo no voy a estar a tu lado nunca más.

Los recuerdos se atropellan en lo bajo de la garganta de Harry, dejando escapar unas lágrimas rebeldes en el medio del descampado. 

 Necesitaba un trago, dos quizá también podrían venirle bien. 

El pequeño bar fue su gran anhelo de adolescente, había planeado cómo entraría y se divertiría ahí al cumplir su mayoría de edad pero ahora sólo quería entrar, sentarse en la barra sin que nadie le diga nada y ahogarse en algún whisky barato. 

Al entrar la puerta hizo un ruido bastante molesto, rayando un poco más el piso y haciendo un sonido extraño al descolocarse del marco.

Como lo esperaba, todos voltearon a mirarlo y los murmullos parecieron más fuertes que la misma música. Era música realmente de pueblo, tan anticuada.

Pudo ver la barra en el fondo del bar, justo paralela a la mesa de pool y en frente las mesas ubicadas de forma aleatoria, todas llenas. 

Sin darle importancia a las miradas sobre él, trazó su camino a la barra y se sentó en una banca alta para posar su mirada en el barman que secaba vasos detrás del mostrador. 

 Pidió del whisky más bueno y viejo que tuvieran y se tronó los dedos esperando. El vaso de líquido de un color marrón claro y más cristalino estuvo en frente suyo en sólo dos minutos, y cuando el vaso estuvo apoyado en sus labios, la puerta se abrió. Instintivamente dio vuelta su cabeza hacia la dirección de la entrada, con el cristal rozando sus labios aún y la vista le hizo tomarse el contenido del vaso de un solo trago. 

Elie, Louis, Niall y Liam. El cuarteto de siempre que menos quería encontrarse. El orgullo le pesaba mucho y lo que pensaran ellos sobre Harry Styles emborrachándose solo en un bar a la antigua era una gran piedra hundiendo su dignidad, hundiéndolo a él. 

Dando totalmente la espalda a la entrada, pidió con la mirada otro vaso más, podía oír las estruendosas risas de Niall, pero por sobre todo, podía oír algunos murmurando sobre él y sus antiguos amigos. Justo cuando el segundo vaso aterrizó en sus manos, un silencio se hizo presente. Miradas picando en su nuca. 

Todo volvió a la normalidad en segundos, la música sonando de fondo con las voces por encima, algunos escandalosos exagerando relatos y otros sólo riendo; pero la risa del rubio no se escuchaba más, la voz de Elie peleando a Louis tampoco sonaba y los ojos clavados en su persona eran cada vez más intensos. Otro trago rápido se llevó al whisky del vaso directo a la garganta del rizado. 

El barman lo miró en compresión y acercó un vaso más señalando con su mentón hacia atrás. Sólo para que una mano fuerte golpeara su espalda, haciéndolo curvarse más hacia la barra. 

—¿Qué hace una celebridad en este bar? ¡Qué honor!—la voz no era la esperada, pero Liam no había utilizado un tono exageradamente sarcástico como Louis podría haberlo hecho. Fue más bien cómico. 

Sólo quería tragarse el líquido de su vaso otra vez y que la borrachera los haga desaparecer. Si bien no estaba ebrio aún, sentía su orgullo caer un poco, bajar las defensas, dándole la posibilidad de dejar de estar encorvado y escondido, a erguirse y darse vuelta enfrentando las miradas. Sin saber qué harían unas copas más, sin saber qué causaría el charlar con esas cuatro personas, se dejó llevar por la astucia que el whisky le regaló.

El documental de Harry Styles. [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora