Mi primer beso

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Aún recuerdo lo suaves y cálidos que eran sus labios. Quizás, a los demás pudiera parecerles estúpido, pero para mí... ese fue mi primer e inolvidable beso.

En ese entonces tenía quince años, pero como me he pasado toda mi vida esforzándome más de lo necesario en mis estudios y calificaciones, siempre he sido un chico retraído, callado, muy diferente al resto. Ella fue la única que logró romper esa burbuja y conversó conmigo, alegrando un poco mi vida.

Estábamos en la misma secundaria. Ella sólo tenía trece, y yo, con quince, estaba en el último grado, pero nuestros caminos se cruzaron en el club de arte. Con timidez se sentó a mi lado y, sin saber de mi poca sociabilidad, comenzó a hablarme en un tono bajo para que la maestra no nos escuchara.

—Disculpa, ¿me puedo sentar aquí? Es que soy nueva y no conozco a nadie —dijo, mirándome directo con sus enormes ojos celestes. "Si existiera un color que fuera el más hermoso, sería el de sus iris", pensé. Pero, eso no era algo a lo que debía poner atención en ese momento, por lo que sólo asentí y volví mi mirada hacia adelante. No sabía que con el tiempo ella sería mi única amiga.

—¡Darien! —me llamó, tomándose de mi brazo como acostumbraba—. ¿Por qué no me esperaste?
—Pensé que ya no vendrías —respondí con las mejillas encendidas por su demostración tan pública. Ella me ponía nervioso de varias formas que no sabía interpretar.
—Eres malo —dijo, inflando sus cachetes, poniendo una cara chistosa, por la que no pude evitar sonreír.
—Y tú, eres graciosa...

Esos recuerdos son tan dulces, pero son sólo eso, recuerdos...

Ese año me graduaba e hicieron una fiesta en la escuela para despedirnos. Todo parecía ir bien, hasta que ella jaló mi brazo, con una enorme sonrisa en sus labios, y me guió hasta uno de los salones de clases. Mi corazón comenzó a latir a prisa de sólo imaginar que podríamos estar solos los dos, pero no, dentro estaban todos sus cercanos que me miraron extrañados.

—¡Serena! Te tardaste —dijo una chica rubia a la que llamaban Mina, por lo que sabía.
—Es que no quería dejar solo a Darien.
—Vengan los dos, entonces —invitó una castaña.

Miré se reojo a todos los que estaban ahí y eran tres chicos y tres chicas, aparte de nosotros. ¿Qué hacían? Nada en particular, sólo conversaban y reían, mientras jugaban cartas sentados en el suelo. De pronto, uno se puso de pie y trajo una botella de algo, lo que me puso nervioso por estar rompiendo las reglas de la escuela.

—No te preocupes, Darien, está vacía —me explicó, seguramente viendo mi cara de terror.
—Entonces, ¿para qué la quieren?
—Para un juego... ¿no lo conoces? —me preguntó y yo negué con la cabeza—. Si que eres único. Bueno, como no sabes, serás el primero.
—Y, ¿qué debo hacer?
—Sólo girarla sobre el suelo. ¡Ah! Pero a quién le apunte, deberás darle un beso —explicó, haciendo ademanes para exagerar su instrucción.

Sentí de inmediato como mis mejillas ardían y todos miraban mi nerviosismo, soltando unas carcajadas.

—Vamos, Darien... ¿Me vas a decir que nunca has besado a nadie?
—Ya, déjalo —escuché que dijo Serena—. Yo no he besado a nadie y no me avergüenza decirlo.
—Gracias —susurré.
—¿Y? ¿Vas a girarla o prefieres que lo haga yo?

En unos segundos, tuve que tomar la decisión de mi vida. No quería que mi primer beso fuera producto de un juego, pero si me salía ella... Tragué saliva, giré la botella y cerré mis ojos, hasta que todos comenzaron a gritar. Cuando al fin me atreví a mirar, sólo vi a Serena con sus mejillas encendidas y la botella apuntándola.

—Vamos, Chiba, no te acobardarás ahora —dijo otro chico, golpeando mi espalda.

Sus amigas se le acercaron y le dijeron unas cosas al oído, mientras soltaban unas pequeñas risitas. Mi corazón latía a mil, y sentía que un calor recorría mi cuerpo en ese momento. No sabía bien qué era, pero pensé que se debía al nerviosismo. "¿Cómo se hace esto?", pensé, muerto de vergüenza debido a mi inexperiencia.

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