2. Sand and water

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All alone, I came into the world
All alone, I will someday die
Solid stone is just sand and water, baby
Sand and water, and a million years gone by  


En la industria discográfica se habla en susurros mal disimulados de Aitana Ocaña y "sus circunstancias".

Hace tres meses tuvo que ver como enterraban a Luis Cepeda una semana antes de que éste cumpliese treinta años.

Hace tres meses que se desplomó llorando sobre el áspero suelo de cemento de un camposanto gallego junto a un frío e impersonal nicho donde acaban de encerrar una parte de su alma.

Hace tres meses menos un día, de alguna forma consiguió volver a su casa, se metió en la cama y se negó a salir de allí.

En realidad, se negó a salir de la cama, comer o hablar.

Respiraba por pura inercia y aun así el aire seguía sin llenar sus pulmones por completo.

Belén y Cosme acudieron a la llamada asustada de Olga y le suplicaron que comiese.

Marta se mantuvo a su lado mientras vomitaba bilis con el estómago vacío.

Amaia abandonó su gira e intentó, sin éxito hacerla reír. Ana se sentaba junto a su cama y lloraba en silencio.

Pasados siete días se arrastró por voluntad propia de la cama a la ducha y se pasó tres cuartos de hora bajo el chorro de agua más caliente que fue capaz de soportar. Le bajó tanto la tensión que se desmayó nada más salir de la ducha.

Así la encontró su madre, desnuda y desmayada en el suelo del baño.

Belén decidió entonces que había llegado el momento de abandonar las súplicas y los mimos. La obligó a vestirse y la arrastró a la consulta de un médico.

Aitana recuerda como oyó a su madre explicar lo que había sucedido y escuchó por primera vez la expresión "sus circunstancias".

El doctor Murillo, era un médico de familia de mediana edad, barba canosa y gafas de pasta con escaso interés por la cultura popular. No había oído hablar de Aitana Ocaña en su vida. No tenía idea de quién había sido Luis Cepeda.

Pero a ojos de cualquier facultativo, aquella joven estaba a las puertas de una seria crisis nerviosa. Pautó antidepresivos y ansiolíticos.

Lo normal después de la pérdida de un ser querido.

Volviendo a casa de la consulta del médico en el asiento trasero de un taxi, Aitana apoyó la cabeza en el hombro de su madre y lloró suavemente por primera vez desde el entierro de Luis. 

Aún tardó otra semana en volver a salir de la cama y una más en comer con normalidad sin vomitar automáticamente todo lo que tragaba.

En algún momento entre la segunda y la tercera semana se dio permiso para llorar de nuevo y no paró de hacerlo en tres días.

Durante todo ese tiempo, Olga y Armand capearon el temporal lo mejor que pudieron. Sin presionarla a ella en ningún momento, cancelaron eventos, pospusieron conciertos y modificaron fechas de apariciones en los medios.

En cualquier caso hubiera sido absurdo obligarla a levantarse de la cama para aparecer de aquella guisa.

Cuando se cumplió un mes exacto del entierro , los ansiolíticos la hicieron dormir durante veinte horas seguidas. Se despertó sin saber exactamente donde estaba y, durante una décima de segundo se sintió descansada y relajada y casi sonrió.

Sin tierra ni sueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora