5. Fire and Rain

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Oh, I've seen fire and I've seen rain.

I've seen sunny days that I thought would never end.

I've seen lonely times when I could not find a friend,

but I always thought that I'd see you again.


No hay más excusas que poner, ni quedan más consejos que dar. Belén es consciente de que tiene que dejarla marchar.

En el último control del aeropuerto del Prat, observa a su niña con una extraña sensación en el estómago.

No es la primera vez que Aitana viaja tan lejos, pero si la primera vez que lo hace completamente sola y siente que hay algo definitivo en este viaje.

Poco tiene que ver la mujer de veintidós años que tiene enfrente, con la chiquilla de diecinueve que se fue a vivir sola por primera vez y menos aún con la niña que entró en un edificio de Terrassa hace ya unos cuantos años.

Pero es la primera vez que tiene la sensación de perderla para siempre de alguna forma y su corazón se rompe en mil pedazos por la niña que ya no está.

Belén y Cosme son dos currantes que en cuanto adquirieron una posición social medianamente acomodada, se esforzaron porque su hija no tuviese que pasar los mismos trabajos que ellos. Aitana es su tesoro, su mayor logro, su gran proyecto.

Y, en aspectos sobre los que jamás hablará con nadie, su gran fracaso.

Mientras le retira el flequillo de la frente robándole una última caricia mal disimulada, Belén siente orgullo, por la mujer en la que se ha convertido con gran esfuerzo sobre todo en los dos últimos años desde que tuvo que despedirse de una parte de su corazón.

Habría dado su propia vida para evitarle ese dolor y, aún ahora, cuando ve que la sonrisa de su hija nunca es plena, desearía que no hubiese querido tanto para que la pérdida no fuese tan cruel.

Pero, pieza a pieza, Aitana ha logrado construir una vida nueva y parece satisfecha consigo misma si no plenamente feliz, y Belén siente que al menos eso tiene que agradecérselo a Luis Cepeda y a su forma de querer.

Aitana intenta componer una sonrisa valiente cuando su madre le acaricia la mejilla. A decir verdad tiene muchas, muchas ganas de echarse a llorar.

Aprieta su colgante y piensa en todas las razones por que tiene para subirse a ese avión.

Deja que sus padres la abracen una vez más e inicia el paso por el control de seguridad encontrando cierta estabilidad en la repetición de la rutina que conoce.

Sonríe sincera cuando una joven, más o menos de su edad, se acerca para hacerse una foto con ella. Cada vez sucede menos, claro. La memoria del público es breve cuando dejas de ocupar sus retinas de forma constante.

Ocupa su asiento en el avión sin sentir las palpitaciones de otra época. Es curioso cómo después de haber sentido que le arrancaban el corazón de pecho tras la muerte de Luis, muchos de sus miedos del pasado le parecen nimios.

Se descalza y reclina su asiento, alegrándose de haberse consentido en el gasto extra de un billete en primera clase.

Tiene por delante nueve horas de vuelo que ha planificado cuidadosamente.

Acepta agradecida el café que le ofrece el auxiliar de vuelo y abre el periódico que ha comprado en el aeropuerto.

Revisa las noticias. Las internacionales hablan de la campaña electoral en Estados Unidos. En las nacionales ocupan un par de páginas un juicio contra un cartel de la droga en la que han logrado imputar a una familia que llevaba años introduciendo heroína en el país. Las páginas deportivas analizan al minuto los partidos de futbol dedicando solamente unas líneas a otras modalidades. Por último en las páginas de espectáculos, se alega de leer una fantástica crítica al último disco de Miriam y las fechas de la próxima gira de Amaia.

Sin tierra ni sueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora