13. What if you

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What if you could wish me away
And what if you spoke those words today
I wonder if you'd miss me when I'm gone
It's come to this release me
I'll leave before the dawn  

Aitana rebusca en su memoria algún recuerdo sobre la mujer de la que Luis habla. Cierto es que por aquel entonces su amistad apenas era nominal.

Buena cara para la galería y mensajes correctos y puntuales entre ellos para poder creerse la mentira que intentaban transmitir a los demás hasta que fuese más sencillo. Hasta que de verdad pudiesen alegrarse de que el otro fuese feliz con una persona que no fuesen ellos.

Desde luego su amistad, si alguna vez se la pudo llamar así antes de dejar de hablarse, nunca llegó al punto en que se hicieran confidencias sobre terceras personas.

Fuera, en la calle, se ha hecho de noche hace rato mientras Luis habla.

En la oscuridad, ahora que solo escucha la voz del hombre de siempre, el que, en teoría, está detrás de una lápida, le resulta más difícil disociar a Luis y a Pablo y aceptar sus condiciones.

Se revuelve incómoda en el sofá, poniendo especial cuidado en no tocar si quiera una fibra de su ropa.

Siempre supo que Luis se acostaba con otras mujeres. Si tenía que hacer caso a algunos rumores, incluso lo hacía mientras aún estaban juntos.

En sus peores momentos Aitana optó por dar credibilidad a esos rumores. Dolía menos. Pero después de romper, era innegable que Luis se acostaba con otras. Era imposible pensar lo contrario.

El problema es que al hablar de Mencía Mariño no le está hablando de sexo, o por lo menos, no solo de sexo. Tal y como la describe Mencía parece un ser mitológico surgido de las olas para curar su corazón.

Aitana entiende, sintiéndose bastante ridícula, que a la marea de sentimientos que ya tiene acumulados ahora tiene que añadir los molestos celos.

Nunca le importó que se acostase con otras. Al menos no demasiado.

Nunca estuvo preparada para que se enamorase de otras.

Interrumpe el relato para encender una luz y poder volver a centrar su atención en todo lo que diferencia a su Luis del hombre que tiene delante. Necesita esa distancia intelectual tanto como la física.

De paso, rebusca en los armarios de la cocina en busca de la botella de vino que sabe que tiene que estar escondida en algún sitio.

Encuentra un tinto barato que no recuerda haber comprado y se sirve una copa. Intenta no pensarlo demasiado antes de bebérsela de un solo sorbo esperando que el efecto del alcohol actúe rápidamente y le ayude a acallar el molesto zumbido de su cabeza.

Sin preguntarle le sirve una copa también a él y se la acerca. Niega suavemente con la cabeza.

- No bebo gracias.

Aitana levanta las cejas y se abstiene de comentar que el Luis que ella conocía nunca hubiera rechazado una copa de alcohol. Alza entonces la copa levemente brindando a su salud antes de engullir su segunda bebida y disimula la náusea que le produce.

El zumbido no se reduce y Aitana decide hacerle caso y hacer la pregunta que le ronda por la cabeza desde que él empezó a hablar. Se siente muy ridícula al hacerlo y se alegra de haberse tomado las dos copas de vino.

Definitivamente no es la pregunta que necesita hacer. No es lo principal. Es casi una mera anécdota mientras intenta averiguar porque tuvo que asistir a su entierro casi tres años atrás.

Sin tierra ni sueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora