19. Someone to watch over me

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 I'm a little lamb
Who's lost in the wood
I know I could
Always be good
To one
Who'll watch over me  


Inspirar y expirar.

Llegó a meter la ropa en la maleta.

Hizo lo imposible por mantener su respiración a raya mientras cogía un taxi que lo llevara de vuelta a su piso.

Obvió todo lo demás. Ni despedidas ni formalidades. Solo tenía que concentrarse en respirar.

Inspirar y expirar.

Nunca había sido propenso a los ataques de pánico y no iba a empezar ahora.

¿Qué coño hacía Aitana Ocaña en una casa de Staten Island un 31 de octubre con un tío de pelo azul?

¿Qué coño había pasado en el mundo en su ausencia?

La sequía autoimpuesta de información le parecía ahora una puta locura.

Inspirar y expirar.

Y salir de allí lo antes posible.

Se preguntó si podría pedir un traslado de centro con el curso ya empezado. O si debía subirse al primer avión que estuviese disponible a cualquier lugar y buscar allí un trabajo. Siberia tenía buena fama en invierno.

Llegó a su piso y buscó la maleta. No tenía demasiados efectos personales, producto de su vida nómada en los últimos años. Pero llevaba casi un año en Nueva York y había empezado a acomodarse.

Craso error.

Por supuesto en su piso no había fotos o recuerdos.

Después de los seis primeros meses se había permitido el lujo de colgar un par de láminas en las paredes y cortinas en las ventanas.

En su próximo destino no volvería a cometer el mismo fallo.

Como mucho un curso escolar y cambiaria de sitio.

Inspirar y expirar.

Y fumar un pitillo. O dos. Lo justo para no perder los nervios completamente.

En la maleta metió la ropa, ni siquiera la necesitaba toda. La cartera con su documentación, el portátil. El teléfono prepago con el que se comunicaba con María Cepeda. El teléfono prepago con el que se comunicaba con el colegio y con sus compañeros de baloncesto, podía dejarlo. Ya compraría otro.

En una esquina estaba su pelota de baloncesto y su calzado de deporte, que aún no había limpiado después del último partido en medio de la lluvia.

Ya compraría otros también.

O quizá debiera dejar de jugar también al baloncesto. Y de fumar.

Se sentó, solo un instante, para comprobar los horarios de los próximos vuelos en el portátil. O quizá debiera salir en autobús o en tren de la ciudad y moverse desde otro sitio.

Andando, si empezaba a andar ahora en un par de días saldría de la ciudad.

Quizá sí que estuviera teniendo un ataque de pánico.

Se dejó caer contra la pared en un intento de ejercer presión sobre los músculos de su espalda y relajar la tensión, pero acabó por resbalar su cuerpo hasta el suelo por los temblores.

Estaba tiritando y no hacía tanto frío. Pero no podía frenar las sacudidas de sus manos.

Cerró los ojos en un vano intento de recuperar algo de control. '

Sin tierra ni sueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora