Someday, I wish upon a star
Wake up where the clouds are far behind me
Where trouble melts like lemon drops
High above the chimney top
That's where you'll find meEn el aeropuerto y por primera vez en todos los años que llevaba desaparecido, Luis duda antes de subirse al siguiente avión que lo llevará lejos.
Cuando entrega su teléfono al agente encargado de acompañarle siente la tentación de efectuar una última llamada, una última vez, unas últimas palabras. Pero no tiene sentido
Ahora que Aitana sabe la verdad, hablar con ella una vez más, negar la finalidad de sus últimos momentos juntos no haría otra cosa que hacerle daño. De modo que observa con dolor casi físico como el agente destruye su teléfono tal y como él había hecho con el de Aitana unas horas antes.
Mientras espera a que despegue el vuelo, se le ocurre la peregrina idea de que la noche anterior haya tenido consecuencias más allá de lo emocional, más allá del dolor que les causa separarse nuevamente.
Y si Aitana se hubiera quedado embarazada se pregunta.
Pero se da cuenta de lo improbable que era aquella situación más allá de sus propios deseos de dejarle un recuerdo tangible, algo que impida que ella pudiera olvidarle alguna vez.
Como si eso fuera posible.
Es ridículo y egoísta desearlo, pensar que a los veintitrés años lo mejor que le puede pasar es tener un hijo con un hombre que no existe.
Aun así siente las lágrimas arder en sus ojos, peleando por salir y parpadea para disimular delante del agente. No le pregunta a donde van. Sabe que de cualquier forma no se lo dirá.
No le pregunta si cambiará nuevamente su nombre o seguiría un Pablo Martínez entre millones. No le pregunta si podrá seguir ejerciendo la enseñanza o nuevamente tendrá que reinventarse.
No le pregunta nada porque después de aquella noche, no le importa.
Al haber tirado su móvil al llegar al aeropuerto, Luis no tiene forma de saber cuántas horas han pasado desde que dejó a Aitana llorando en su apartamento.
Sabe que llevan horas de vuelo en, una vez más, un pequeño avión. Sabe que el agente que contactó con él en el aeropuerto, es el mismo que le dejó en Nueva York hace algo más de un año y en sus anteriores ubicaciones en Estados Unidos, antes de eso.
Es una de las reglas de oro del preciado manual de Gordon.
Un mismo agente debe hacer el seguimiento en el tiempo a los testigos para evitar que haya contaminación de información.
Es una forma muy delicada de decir que siempre habrá ratas que vendan a su madre por unos billetes.
Sin embargo, aunque haya estado presente en momentos tan importantes de su vida, ni tan siquiera conoce el nombre del hombre que dormita frente a él.
Recuesta la cabeza en el asiento e intenta conciliar el sueño sin éxito. Está demasiado cargado de adrenalina, por todo lo sucedido en las últimas horas y por la información sobre Alberto.
Una vez más se pregunta si debía matar a Alberto Mariño. O quizás dejar que este le mate, quizá presentarse delante de él una vez lo liberen de la cárcel y obligarle a consumar su venganza.
Quizá así acabase con la maldición que ha atraído sobre todos sus seres queridos.
Sin embargo, sabía que no sucedería así.
Alberto no le mataría.
Al fin y al cabo, su amenaza inicial había estado destinada a que él no hablase. Si descubría que estaba vivo sabría que Luis era el causante de la caída de su imperio y la desgracia de su familia.
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Sin tierra ni suelo
FanfictionLa muerte de un joven afecta a todos los que le conocían y querían. A algunas personas incluso puede cambiarles la vida de forma irrevocable.