Escuché el estresante pitido que demostraba que ya era hora de salida, no entré a la última hora a clases puesto que quería estar sola. Así que me escondí en uno de los baños. Elegante ¿no es cierto?
Saqué mi móvil, y me puse los auriculares en cada oreja, para luego ponerme a elegir que música iba a reproducir, al último me decido por "Natural" de Patty Cantú.
— Tú estás acostumbrado a niñas que siempre dicen que sí, pero te cuento, que los truquitos que tú tienes no tienen efecto en mí, que buen intento ... — Mientras iba cantando, me colocaba bien la mochila, y salía del baño, para segundos después encontrarme ya en los pasadizos del colegio, dirigiéndome hacía la salida de aquel lugar infernal que llamaban "escuela" — ... a mí manera yo te haré entender, lo que es tener a lado a una mujer, que te domine y te debore, ¡ay, ven y dame un besoo! ¡Yo soy una droga Natural, si me pruebas quieres más y más! — Y sin darme cuenta ya, estaba cotorneando las caderas al son de la música.
Todo iba bien, ya estaba a punto de salir del colegio, cuando alguien me empuja con levedad.
— Hey, ¿qué te pasa, animal? — Me giré a los instantes hacia la persona la cuál me había empujado. Dándome cuenta así de que se trataba de Janneth. Ella solo reía, a la par que negaba con la cabeza.
— Esta vez vengo en son de paz. — Rodé los ojos ante sus palabras. Y segundos después noté cómo ella me observaba con cierta curiosidad.
— ¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? — Pregunté un tanto fastidiada.
— No, no tienes nada. Ahm, no sabía que te gustaba las canciones de Patty Cantú, a mí también me agradan. Por cierto ¿has faltado a la clase de historia ¿por qué?
Me dieron unas ganas tremendas de decir "No te pregunté, y no es de tu incumbencia el por qué falté." Pero por alguna razón, no quería ser tan maldita.
— Me alegro por ti. Yo ya me voy, mi tía se enojará si llego tarde a casa. Adiós.
Y sin más que decir, me retiré a paso veloz. No quería seguir hablando con ella, no me malentiendan, ahora que conozco un poco más a Janneth, me agrada. Solo que no quiero entablar una amistad, por el momento no.
(...)
Luego de unos veinte minutos de caminata por fin había llegado a casa.
Saqué las llaves de mi mochila y me dispuse a entrar. Al abrir la puerta, pude encontrarme a una Miriam furiosa.
— Ah desaparecido la blusa nueva celeste de Rosa. Lo has tomado sin haberle pedido permiso ¿verdad? — Se cruzó de brazos esperando mi respuesta.
Solté un bufido, y rodé los ojos. Que se vaya a la puta mierda, yo no tomaría ni una puta ropa de Rosa, número uno; porque sé que se me puede pegar lo perra, número dos; porque luego me pueden partir la madre por ello, y número tres; porque Rosa no tiene buenos gustos para la ropa.
— ¡Te estoy hablando! ¡Joder! Hasta el día de hoy te he tenido demasiada paciencia Lucía, pero estás tentando tu maldita suerte.
¿Suerte? Que se te mueran tus padres y tu hermano a los 14 años, que tengas que convivir con la enferma de tu tía, y la babosa de su hija, que tengas que soportar el dolor de que tu supuesta mejor amiga te falle de la peor manera y que el único familiar al cuál quieres, se haya tenido que ir a otro país por motivos de trabajo ... esas cosas ... todo eso ... ¿es suerte?
— Miriam, yo no he cojido ni una puta blusa. Lo más probable es que tu hija lo haya perdido, y me esté echando la culpa a mí. Así que, con tu permiso, me retiro a mi cuarto. Y ... por favor ¡No me jodas más la puta paciencia! — Fuí lo más veloz que pude hasta mi cuarto, y cerré con llave. Solté un fuerte suspiro y me recosté sobre la puerta. Vaya, eso se sintió bien.
A los pocos segundos mi estómago sonó. Mierda. Olvidé que no había almorzado, la hubiera mandado a la mierda luego de almorzar. ¿Por qué eres tan estúpida, Lucía? Mi conciencia me regañaba. De alguna u otra forma debo dejar de ser tan impulsiva. Creo que no está mal la idea de ir al psicólogo.
— ¡Abre la puerta, enana de mierda! — Me sobresalté al escuchar a Miriam tan enojada. — Ya te jodiste, no comerás nada por toda una semana Lucía.
Entrecerré mis ojos, mordiéndome fuertemente el labio inferior. Siempre he tenido esa manía desde pequeña; morderme el labio inferior para evitar llorar, para no concentrarme en mis sentimientos, sino en el dolor físico.
Luego de unos largos minutos, dejé de escuchar ruido por el otro lado de la puerta. Supuse que Miriam ya se había ido a sus clases de gimnasia.
Me dejé caer hasta el piso, y escondí mi rostro entre mis piernas, y me abrazé a mí misma.
Todo esto pasará ... solo unos meses más y seré mayor de edad, trabajaré y juntaré dinero, lo suficiente cómo para largarme de esta maldita casa.
Mi estómago rugió nuevamente. Ah, mierda, sí que tengo hambre.
Me puse de pie, y respiré ondo, entrecerrando mis ojos. Debo ser fuerte, debo ser fuerte, debo ser fuerte. Me repetía una y otra vez en mi mente.
Un pequeño ruído me sacó de mis pensamientos, abrí los ojos instantáneamente y me encontré con un pequeño papel encima de mi cama.
— Eso ... no estaba ahí antes. — Hablé casi en un susurro, por alguna razón, sentía que estaba siendo observada.
Abrí el papelito el cuál se hallaba enrroscado, y pudé lograr leer lo que habían escrito.
"Ya lo eres, Annie."
Me quedé completamente aturdida. Sentí cómo mi respiración se aceleraba.
Me quedé viendo el papel por un largo rato, y luego de ello, miré mi habitación con detenimiento; no había nada fuera de lo común. Me dirigí al baño de mi cuarto con una pequeña botella de vidrio, por si alguien estaba ahí dentro, al enceder la luz, me dí cuenta que no había nadie. ¿Qué mierda pasó? Pregunté para mis adentros.
Salí del baño y miré nuevamente mi habitación, seguía sintiendo esa sensación de estar siendo observada. Volteé a ver la ventana, y esta se hallaba abierta; yo la había dejado cerrada. Me sentí más nerviosa de lo que ya estaba.
Me acerqué con rapidéz hacia la ventana, y estaba a punto de cerrarla, cuando vi a alguien que me observaba fíjamente; aquel tipo era alto, al parecer tenía unos 22 o 23 años, era guapo, su piel era blanca, muy blanca, su cabello era de un color marrón claro, se notaba que hacía ejercicios puesto que se le veía algo musculoso y sus ojos, sus ojos eran celestes verdosos, muy lindos a decir verdad. Pero algo en él, me daba un mal presentimiento.
No quité la mirada de él, no tenía intenciones de hacerlo, y no porque aquel chico estuviera guapo, o estuviese "bueno", solo quería que él fuese el primero en desviar la mirada, creo que está de más decir que soy bastante competitiva.
¿No prefieres mejor una fotografía?
Abrí mis ojos cómo plato, al darme cuenta que una voz que no era mi conciencia se hallaba en mi cabeza. Aquel chico el cuál observaba, sonrió. Su sonrisa podría cautivar a cualquiera, pero a mí me perturbó.
Te ves muy bonita sorprendida.
Y eso bastó, estaba segurísima que el dueño de la voz en mi cabeza, era aquel idiota que se encontraba frente a mi casa.
— A ver si te sigo pareciendo bonita mándandote a la mierda, imbécil. — Y sin pensarlo dos veces, le saqué el dedo medio, e inmediatamente cerré mi ventana, y me fuí a la cama.
El hambre se me había ido por completo. Solo me sentía completamente confundida. Y si todo eso ... ¿solo fue una alucinación? Estaba más que claro que no me alimentaba bien, tal vez sea eso.
Cerré mis ojos con fuerza y me tapé con el edredón cómo si fuera un tamal. Iba a tratar de dormir, talvez al despertar me sienta mucho mejor, y menos aturdida de lo que me siento ahora.
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La Maldición
VampireLucía Annie Brechg; una chica de diecisiete años, un tanto problemática, vulgar y ruda ... o eso aparenta ser. Con su familia fallecida en un accidente; Lucía tendrá que lidiar con su tía y su prima las cuales no pierden oportunidad de hacerle la v...