Capítulo VII

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Me estampó contra la pared mientras sus manos sostenían con fuerza mi cintura, trató de besarme pero corrí mi rostro hacia la derecha, no iba a permitir que ese idiota me besara. Con mis manos traté de empujarlo, pero era en vano, no lo movía ni un centímetro.

Soltó un pequeño gruñido, y tomó mi rostro con su mano, y apretó mi mentón con fuerza, y me besó con rudeza. No puedo describir el asco que sentí en esos momentos, no moví mis labios, no hice nada, al contrario traté de mantener mi boca cerrada, pero él apretó más mis mejillas, provocando que de esa forma él tenga acceso al interior de mi boca. Sentí claramente como su lengua se introducía en toda mi cavidad bucal.

Traté de golpearlo con todas mis fuerzas, pero no lograba hacerle nada, todo esfuerzo era en vano, mis lágrimas amenazaban con salir; todo era tan asqueroso. Mordí su lengua con fuerza, para que así dejáse de besarme, y funcionó.

Al instante en que dejó de besarme, me limpié inmediatamente con el dorso de mi mano mis labios.

- No me digas que no te gustó, pero si mis besos son exquisitos ...

- Déjame ir, por favor. - Y sin poder controlarlo las lagrimas salieron. Estaba tirando mi orgullo a la mierda, pero ¿acaso eso importaba en esos momentos? - Por favor, prometo no decir nada, solo déjame ir ... por favor. - Bajé mi mirada, y las lágrimas no cesaban.

- Aw, me enternece verte así, tan indefensa, tan sumisa .. pero ¿sabes qué otra cosa provocas en mí? - Se acerca a mi oído. - Me excitas. - Susurró. Formé un puño con mis manos, provocando que mis nudillos se vuelvan blancos.

- ¡Vete a la mierda! ¡Eres un maldito enfermo, hijo de puta! - Grité con todas mis fuerzas sin pensarlo. Y en cuestión de segundos sentí otro golpe en mi cara, al parecer el imbécil me dió un puñetazo, porque el dolor era más fuerte que el anterior que ya me había dado. Sentí que de mi labio inferior escurría algo, pasé mi lengua por ese lugar, y tenía un sabor métalico; sangre. - Eres un maldito cabrón. - Susurré.

- ¿Soy cabrón? - Se encogió de hombros con una sonrisa arrogante. - He recibido peores calificativos, zorrita.

Estaba a punto de mandarlo a la mierda nuevamente pero una voz llamó mi atención.

- ¡Hey! Lucítaaaaaa, no te hagas la difícil, Isaac .. Isaac es muy bueeeeeno en la cama. - Me guiñó el ojo, y luego soltó una pequeña risa. Volteé a ver a la dueña de la voz; Rosa.

¿Qué cojones? Parecía que estaba ebria y drogada. A su lado se hallaba el pelirrojo quién llevaba una sonrisa socarrona, que daba ganas de arrancarle los putos dientes de un puñetazo. Y para colmo de remate ambos estaban desnudos ¡Iugh!

- Cállate idiota, por tu culpa, estoy en este lío estúpida. - Ella me miró enfadada y luego rió nuevamente.

- Ah ya sé, seguro eres virgen y tienes miedo a que te duela ¿verdad? - Siguió riéndo como una desquiciada. - Ay Lucía, Lucía, Lucía. - Ladeó su cabeza con una sonrisa estúpida. - No te preocupes al principio duele, pero luego disfrutas. Solo no hagas enojar a Isaac, es un poco ... poquiis ... poquititooo brusco.

Yo la miré cómo si de una loca se tratase, ¡la quería matar! Pero ¿qué caso tenía? Si alguien tenía la posibilidad de morir aquella noche; era yo.

- Si tanto te gusta Isaac, pues acuestate con él ¡Te lo regalo, Rosa! - Dibuje una sonrisa muy fingida, con la esperanza de que el estúpido que aún me tenía acorralada, se olvide de mí, y se centre en mi prima.

- Cállate Lucía. Ella está más recorrida que los pasillos de la universidad. ¿Qué te hace pensar que voy a preferir acostarme con ella? - Y ahí estabaaaa, ¡sabía que Rosa era media zorra! Pero ... no tanto.

La Maldición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora