Capítulo III

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— ¡Señorita Lucía Annie Brechg! ¡Es la octava vez que la despierto en mi hora de clase! — Bostezé de una manera exagerada, sí, quería sacar de quisio al profesor Clarke.

Y no porque le tuviera cólera, solo que estaba de un pésimo humor. Ayer no pude dormir bien, me la pasé pensando toda la noche en ese tipo que vi por la ventana. Aunque quize convencerme que eso no fue real, cada vez siento que esa mentira me la creo menos.

— ¡Levántese, vayase al baño a enjuagarse la cara y luego vuelve! — Me miró molesto.

Asentí mientras otro bostezo salía de mi boca, esta vez sí no pude controlarlo.

Salí del aula con rapidez, y me dirigí a uno de los baños de mujeres.

Ya estaba a punto de entrar al baño, cuando siento que jalan de mi mano, estampándome contra la pared, y me acorralan.

— Hola mi amor. ¿Por qué me estás evitando? Te he llamado toda esta semana, y me mandas de frente a buzón de voz. Esa no es forma de tratar a tu novio, eh. — Quizé empujarlo con todas mis fuerzas, pero no pudé ni siquiera hacerlo retroceder.

— ¿Novio? ¿Qué mierda te pasa Jonathan? Quítate de encima, ¡idiota! Ni si quiera deberías estar acá, ¿te has escapado de tu pabellón o qué, imbécil? — El se acercó más hacia mí, yo volteé de inmediato mi rostro al tenerlo demasiado cerca.

— No me escapé, di algo de dinero para que me dejasen pasar acá, es que de verdad tenía demasiada ganas de verte Lucía. — Sentía demasiado cerca su respiración, a los segundos sentí sus labios sobre mi cuello, el imbécil me estaba besando el cuello. ¿Cómo mierda es que Janneth siente "amor" hacia este cretino?

— Deja de hacer eso imbécil o te juro que empezaré a gritar, como una desquiciada. — En vez de que el cabrón me soltará, tomó con firmeza mi cintura y me acercó más hacia él.

— Como desquiciada vas a gritar cuando yo te haga mía. — Susurró en mi oreja.

Cerré los ojos con fuerza, y coménze nuevamente a tratar de empujarlo con todas mis fuerzas.

— ¡Eres un puto cerdo! Aléjate de .... — No terminé de concluir la frase, puesto que ya no lo sentía encima mío. — Abrí los ojos y lo encontré tirado en el piso, retorciéndose de dolor. ¿Yo había hecho eso? No. Imposible.

— Deberías saber que tú no tienes permitido estar por acá. —  Volteé a ver el dueño de esa voz que me resultaba familiar. Y me topé con esos ojos celestes verdosos. Era él, el tipo de ayer.

— Tú. — Dije un tanto enfadada. — ¡Por tú culpa, no he podido dormir bien en toda la puta noche! — Él alzó una ceja, mientras sonreía de una manera coqueta.

— Con que has estado pensando en mí, eh. Lindo detalle, yo también he estado pensando en ti. — Me guiñó el ojo, sin borrar esa estúpida sonrisa de su rostro.

— Vete a la mierda. Sabes perfectamente el por qué estuve pensando en ti. — Me cruzé de brazos, mientras lo miraba de una manera recelosa. — Enseñame hacer esa mierda que haces. — Él soltó una risa estrepitosa. ¿Se estaba burlando de mí? — ¿Qué te causa gracia, idiota? — Pregunté enfadada. Odiaba que una persona se burlase de mí.

— Lo que acabas de decir hace unos segundos, eso es lo que da risa. Tú ... tú de veras eres ... — Se quedó callado, por unos largos segundos, mirándome con detenimiento.

— ¿Soy qué? Idiota. Si vas a decir alguna estúpidez créeme que no querrás verme ... — No terminé de hablar, puesto que él se había adelantado.

— Especial. — Contestó con una pequeña sonrisa. No era esa típica sonrisa "socarrona" o "coqueta" que he visto ya anteriormente, sino que era una sonrisa que transmitía tranquilidad, y me gustó, sentí que algo dentro de mí se agitó. Ojalá hayan sido las tripas, puesto que aún ni he desayunado. Pensé.

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