Capítulo XXI

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—No seas idiota, ya pasaron más de tres años Lucía—. Estaba frente al espejo hablando conmigo misma con las manos apoyadas en el lavadero. Al parecer mi cordura se había ido a dar un paseo, y me dejó sola con la locura.

—¿Aún sientes algo por él?—. Me cuestionó mi reflejo a lo que yo respondí un rotundo "no"

Y ¡por supuesto que no sentía nada! Pero, estaba un poco nerviosa, soy consciente que esa bonita relación hubiera podido durar más si yo hubiera mejorado mi actitud.

Opté por una posición erguida y miré mi reflejo. Se notaba que llevaba unas copas de más, pero fuera de eso, aún me veía bien.

Lavé mis manos con toda la paciencia del mundo, y cuando salí del baño, solo estaba Janneth esperándome. 

—¡Te demoraste un montón!—. Chilló ella, y me tomó del brazó. Empezó a guiarme no sé a dónde, al parecer el efecto del acohol en ella ya había bajado, en mí aún no, aún me sentía rara, nerviosa, y con ganas de hacer locuras.

—¿Y los demás?—. Cuestioné mientras la seguía.

—Ya están en el cuarto de Silvia, quedamos en que ahí jugaremos "la botella borracha", o "yo nunca nunca"—. Solté una risa.

—Yo nunca nunca, he tenido sexo—. Dije en un susurro, y nuevamente reí. Ella dejó de caminar y giró para posar su mirada en mí, parecia sorprendida.

—Será mejor que ni se te ocurra decir eso, o sino medio mundo querrá llevarte a la cama, solo para desvirginarte—. Dijo muy seria. Dirigí mis manos hacia mi boca para no soltar una risa. —¡Te estoy hablando en serio, Lucía!

—Querrás decir "desvirgar" no existe la palabras "desvirginar" sabe dios quién habrá creado esa palabra.

—No te lo estoy diciendo para que me des una clase de lenguaje. Toma en serio mis palabras, que no se te escape la lengua, es por tu bien Luci—. Asentí frenéticamente con una sonrisa y con los ojos cerrados. —Estás más ebria que yo, carajo. Y yo soy pésima cuidando a personas ebrias. Mejor hay que bajar un rato para que tomes algo de agua.

—Nel. No quiero—. Arrugué ligeramente mi nariz, mi organismo no quería agua en esos momentos, lo que quería era más licor. O eso sentía yo.

—Ay Lucía—. Jaló mi brazo nuevamente y nos dimos media vuelta, yo iba a regañadientes. Luego de dar unos pocos pasos, apareció Thomas y nos obstruyó el camino.

—¿No irán a jugar con nosotros?—. Cuestionó mientras metía las manos en el interior de su chaqueta de cuero.

—¡Yo sí! Pero ella quiere bajar, yo no quiero bajar. Llévame contigo Thom—. Hice un pequeño puchero mirándolo.

—¿Thom?—. Cuestionó divertido él, y luego miró a Janneth, quien se hallaba con una pequeña sonrisa.

—Debemos bajar un rato, porque quiero tomar algo de agua, y ella—Jaló más de mi brazo, y yo dí un paso torpe acercándome más a Janneth—. Debe acompañarme.

Le dí un pequeño golpe en el hombro, puesto que gracias a ella, ahora tenía adolorido el brazo. 

—Puedes ir a tomar agua sola. Yo llevaré a Lucía con los demás—. Janneth le lanzó una mirada molesta. 

—Ya se me pasó la sed, vamos Lucía.— Nuevamente se dió media vuelta y comenzó a caminar, jalándo mi brazo con ella. Yo la seguí sin rechistar.

—¡Sí, vamos! Espera, ¿a dónde vamos?—. Cuestioné mientras que con mi mano libre me acomodaba los pequeños mechones rebeldes que caían en mi rostro. Thomas rió, y su risa me contagió.

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