Abrí los ojos, y estaba en la habitación que era mi cuarto cuando vivía en la casa de mis padres. Las paredes estaban pintadas de un color celeste pastel, y aún se hallaban pegados algunos pósters de mis bandas favoritas. Sonreí inconscientemente, luego de unos segundos me di cuenta que se hallaba completamente desolada, no había cama, no había armarios, no había mesa, no estaba la silla que siempre utilizaba para hacer mis deberes.
Giré mi rostro hacia la puerta, y de allí entró corriendo una niña muy parecida a mí cuando era pequeña. Tenía su cabello largo hasta las caderas, y llevaba un vestido amarillo. Ella reía y yo no sabía el por qué. Luego cerró la puerta con seguro, volteó y soltó un largo suspiro. En ningún momento ella me miró, al parecer era invisible ante sus ojos.
—Ben, ya puedes salir—. Susurró la niña en voz baja. En seguida alguien entró por la ventana, me sorprendí al darme cuenta que se trataba del mismo chico de ojos color grisáceos.
—¡Oso!—. Tomó a la pequeña entre sus brazos, y comenzó darle vueltas. La niña reía a carcajadas, luego la dejó nuevamente sobre el piso, y ella lo miró con mucha curiosidad.
—¿Por qué "oso"?—. Cuestionó confundida mientras hacia un puchero, al parecer no le gustaba el apodo.
Al instanté sentí una extraña punzada en mi pecho.
—Porque eres tierna, y fuerte como uno—. Picó la mejilla de la pequeña con sumo cuidado. Y la niña rió.
La niña se desvaneció pero el chico de ojos color grisáceos, se quedó ahí, inmóvil.
Luego de la nada apareció una adolescente igual a mí; era yo, no había duda de eso. Solo que en ese entonces yo tenía catorce años.
—Ya te dije oso, ese chico no te conviene—. La que supuestamente era yo, rodó los ojos al escuchar sus palabras, dejó el peine a un lado, y se volteó para verlo directamente a los ojos.
—¿Por qué? No me lo tomes a mal, pero tus razones no tienen fundamento, Benja. A mí me gusta, yo le gusto. Y ya todas mis amigas tienen novios, yo también quiero tener uno.
—Pero oso—. El chico de ojos color gris, se acercó a ella y tomó sus manos con cuidado. — No debería importarte lo que tus amigas hagan.
La chica que al parecer era yo, ladeó la cabeza y le dedicó una sonrisa tranquilizadora. — Yo lo quiero.
— Y ¿si te lastima? Sabes que me parte el alma verte llorar, oso. — Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro, me parecía tierna la actitud del chico de ojos grices.
Sin previo aviso, la chica saltó sobre él, y rodeó sus brazos en su cuello. —Te quiero mucho Benja, y adoro que me cuides. Pero si no experimento cosas en esta vida, jamás creceré como persona—. Él correspondió al abrazo fuertemente y soltó un largo suspiro.
—Lo sé, estás creciendo muy rápido oso, eso no me gusta.
Se escucharon pasos en el pasillo, inmediatamente la chica que supuestamente era yo, dejó de abrazarlo, y el tal Benjamin, salió por la ventana.
Al instante alguien entró al cuarto; era mi hermano.
Al verlo ahí, mis ojos comenzaron a humedecerse, lo extrañaba demasiado.
—¿Con quién hablabas?—. Preguntó mi hermano.
—Conmigo misma—. Dijo la chica, dibujando una sonrisa.
—Siempre supe que estabas loca, pero no para tanto, le diré a mamá que te lleve al psiquiatra.
—¡Ay! Si vas a venir a mi cuarto a ofenderme ¡Vete de acá!—. La chica que era identica a mí, le tiró una almohada y antes de que le caiga en la cara a mi hermano, él cerró la puerta.
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La Maldición
VampirLucía Annie Brechg; una chica de diecisiete años, un tanto problemática, vulgar y ruda ... o eso aparenta ser. Con su familia fallecida en un accidente; Lucía tendrá que lidiar con su tía y su prima las cuales no pierden oportunidad de hacerle la v...